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Cuando Me Miras Así

Cuando Me Miras Así

Status: En proceso
Genre:Diferencia de edad / Mujeriego enamorado / Malentendidos / Dejar escapar al amor / Amor-odio / Autosuperación
Popularitas:2.4k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

Emma ha pasado casi toda su vida encerrada en un orfanato, convencida de que nadie jamás la querría. Insegura, tímida y acostumbrada a vivir sola, no esperaba que su destino cambiara de la noche a la mañana…
Un investigador aparece para darle la noticia de que no fue abandonada: es la hija biológica de una influyente y amorosa pareja londinense, que lleva años buscándola.

El mundo de lujos y cariño que ahora la rodea le resulta desconocido y abrumador, pero lo más difícil no son las puertas de la enorme mansión ni las miradas orgullosas de sus padres… sino la forma en que Alexander la mira.
El ahijado de la familia, un joven arrogante y encantador, parece decidido a hacerla sentir como si no perteneciera allí. Pero a pesar de sus palabras frías y su desconfianza, hay algo en sus ojos que Emma no entiende… y que él tampoco sabe cómo controlar.

Porque a veces, las miradas dicen lo que las palabras no se atreven.
Y cuando él la mira así, el mundo entero parece detenerse.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 12

Narra Emma

Me desperté con una sonrisa.

No pude evitarlo.

Mientras me vestía para bajar a desayunar, la escena de anoche se repetía una y otra vez en mi cabeza: el salón lleno de luces, el vestido verde, la música suave… y Alexander.

Él, con esa cara seria y su traje impecable, tomándome de la cintura y guiándome por la pista.

Tal vez… tal vez no es tan malo como parece.

Quizá podamos llevarnos bien.

Esa ilusión me duró hasta que llegué a la cocina y lo vi sentado en la barra, mordisqueando una de sus zanahorias mini, con la mirada en el teléfono. No me miró ni me dijo nada, pero yo igual lo saludé con una sonrisita tímida y me fui a buscar al señor Ramón en el jardín.

Quería hacer algo bonito por mamá Silvia y papá Felipe.

Ramón me ayudó a cortar flores frescas y me enseñó cómo hacer pequeños ramilletes para poner en los floreros. Me gustó tanto sentir la tierra en las manos, oler las flores, acomodarlas… Y cuando mamá Silvia bajó y las vio distribuidas por toda la casa, me abrazó muy emocionada y dijo que la casa nunca había estado tan bonita.

Eso me hizo sentir tan feliz.

Después vinieron mis clases, como siempre. En la biblioteca, con mis cuatro profesores. Matemáticas, literatura, historia… y al final, la clase con la profesora Beatriz.

Ella siempre habla de cosas… distintas.

Hoy me habló de la sexualidad.

Yo no entendía mucho al principio, pero ella fue muy paciente y me explicó por qué era importante conocer sobre mi propio cuerpo, cómo cuidarme, qué significaban las enfermedades y por qué debía protegerme. Me dio varios folletos con dibujos y explicaciones. Dijo que era su deber informarme, que como mujer tenía que aprender a cuidarme, porque se notaba que no sabía nada del tema.

Y era verdad.

Las monjas solo me decían que eso era pecado, que no debía “dejarme llevar por los deseos carnales” y que no fuera pecadora. Pero esto… esto era otra cosa.

Cuando la profesora se fue, me quedé sentada en el sofá de la biblioteca, con las piernas cruzadas, hojeando los folletos.

Los miraba con curiosidad, aunque las mejillas me ardían.

Las imágenes… bueno, no eran como yo imaginaba. Había dibujos de hombres y mujeres, y explicaciones que para mí eran un poco confusas.

—Pero qué locura… —murmuré para mí misma—. Esto… ¿es pecado?

Leí otro poco. Las monjas jamás me hablaron así.

Y de pronto, una voz baja, cerca de mi oído, me sobresaltó:

—¿Qué haces leyendo porno en plena tarde?

Di un brinco y casi me caigo del sofá, pero unas manos rápidas me sujetaron antes de que tocara el suelo.

Era Alexander, por supuesto.

Su cara tenía esa sonrisa burlona que tanto me desespera.

—¡No es… no es eso! —protesté, todavía sonrojada—. Mi profesora… ella me estaba educando sobre esto.

¿Que es porno?

Él arqueó una ceja, me arrancó el folleto de las manos y lo hojeó con desdén.

—Tu profesora está desubicada —dijo, arrugando un poco el papel—. No puede llenarte la cabeza con estas cosas así nada más.

Yo lo miré confundida.

—Pero… dijo que era importante para cuidarme…

—Sí, claro —soltó una risita seca—. Importante para traumar a una niña como tú.

Me sentí mal por un segundo. Tal vez… sí era pecado.

Bajé la vista y susurré:

—Entonces… ¿no debo leerlos?

Él suspiró y, para mi sorpresa, me devolvió el folleto.

—Léelos si quieres —dijo—. Pero no creas todo lo que dicen ahí. Y si tienes preguntas… bueno, mejor pregúntale a alguien que no sea tu maestra, ¿ok?

Lo miré, todavía confundida, pero al menos no me regañó más.

Y antes de irse, murmuró algo que no alcancé a entender del todo, pero sonaba a “eres increíblemente ingenua”.

Me quedé con el folleto en las manos, más confundida que nunca.

Pero… también con un poco de esperanza.

Quizá, después de todo, Alexander no sea tan malo.

Quizá… hasta me cuide de su manera rara.

Suspiré, cerré el folleto y me prometí a mí misma que, algún día, él y yo seríamos amigos.

Aunque él no lo quisiera todavía.

[...]

Después de que Alexander me devolvió el folleto en la biblioteca y se fue refunfuñando, no pude quitarme las dudas de la cabeza.

Decidí que tenía que preguntarle.

Él es un hombre. Y según la profesora, los hombres… saben más de esas cosas.

Así que después de cenar, lo busqué. Lo encontré en la sala, echado en uno de los sofás con su celular en una mano y una zanahoria mini en la otra.

—Alexander —dije, con un tono que intenté que sonara firme.

Él levantó apenas los ojos y masculló:

—¿Qué quieres ahora?

Me senté frente a él, con los folletos doblados en mis manos y sin pensarlo dos veces, solté:

—Tengo unas dudas… sobre esto.

Él ya se estaba metiendo otra zanahoria a la boca, pero se detuvo, mirándome con sospecha.

—¿Qué clase de dudas?

—Pues… sobre cómo funcionan las relaciones sexuales —dije bajito.

Él se atragantó un poco con la zanahoria y tosió.

—¿Perdón? —preguntó, como si no hubiera escuchado bien.

—Es que mi maestra dice que es muy importante para las mujeres saber de eso y… pues tú eres hombre. Y según ella los hombres saben más… —seguí, sintiendo que mis mejillas ardían.

Él me miró como si acabara de decir la mayor estupidez del mundo.

—No. No, no y no. No soy la persona indicada para responderte eso —respondió tajante, poniéndose de pie.

—¿Pero por qué no? —insistí, siguiéndolo mientras él intentaba escapar—. Si tú eres hombre, y según mi maestra, los hombres…

—¡Ya basta! —interrumpió, girándose a verme con los ojos muy abiertos—. ¡Te dije que no le hagas caso a esa mujer!

—¿Por qué? —pregunté, confundida.

—Porque te está llenando la cabeza de… de cosas raras. Voy a hablar con mis padrinos para que la despidan.

Me detuve en seco, sintiendo un nudo en la garganta.

—Pero… ella solo quiere enseñarme… —murmuré.

Él suspiró, se pasó la mano por el cabello y murmuró entre dientes:

—No puedes creerte todo lo que te dicen, ¿entiendes? No todo lo que te dicen es verdad.

—¿Entonces… de las relaciones sexuales no nacen los bebés? —pregunté de golpe, seria, porque eso también lo había leído y me parecía un poco confuso.

Alexander parpadeó, completamente desarmado.

—¿Qué? —dijo, como si no hubiera oído bien.

—Y… ¿qué es la fornicación? —continué, ahora más curiosa—. ¿Y qué es “follar”?

Él se quedó completamente quieto. Luego dejó caer la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y se tapó los oídos con ambas manos.

—¡Ya, cállate, por favor! —exclamó, casi rogando—. ¡Cállate ya!

Yo me quedé en silencio, mirándolo con los ojos muy abiertos.

—Pero… —intenté otra vez.

—¡No! —interrumpió, quitándose las manos de los oídos solo para apuntarme con un dedo—. Ni una palabra más.

Y se fue, caminando rápido hacia las escaleras mientras murmuraba algo sobre que estaba demasiado joven para esto y que necesitaba un trago.

Yo me quedé ahí, abrazando los folletos contra mi pecho, con un poco de pena… pero también divertida.

Quizá pregunté demasiado.

Pero… ¿cómo voy a saber si no pregunto?

Suspiré y me prometí que, si no quería responderme él, se lo preguntaría a otra persona.

Aunque, honestamente, no sé por qué se puso tan rojo.

Era solo curiosidad.

[...]

Esa noche, mientras trataba de dormir, un dolor intenso en el vientre me despertó. Al principio pensé que era porque había comido demasiado en la cena… pero cuando me levanté y encendí la luz, vi las sábanas manchadas.

Me quedé congelada unos segundos, hasta que lo recordé.

El periodo.

Me encogí, abrazándome el estómago, y me senté en el borde de la cama mientras las lágrimas me caían solas. Me dolía tanto… hacía tiempo que no lo pasaba sola, pero aún así no sabía qué hacer aquí.

Entonces toqué el timbre pequeño que había junto a mi cama, y al cabo de un par de minutos, Silvia entró apresurada, todavía en bata de seda, con el cabello suelto.

—¡Emma, cariño! ¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? —preguntó, con el rostro lleno de preocupación.

—Me… me duele —murmuré, con los ojos vidriosos, señalando tímidamente mi vientre.

Ella miró las sábanas y enseguida entendió. Dio una pequeña exclamación y se llevó la mano al pecho.

—¡Ay, mi bebé! No me acordaba que menstruabas… —suspiró con una sonrisa de ternura y tristeza a la vez—. Te sigo haciendo más pequeña de lo que eres. Perdóname, mi amor, no te había comprado nada para esto todavía.

Sacó un pañuelo y me secó las lágrimas.

Me ayudo a cambiar las sábanas.

—¿Desde cuándo te llega? —preguntó mientras me acomodaba las almohadas.

—Desde… desde los trece —le contesté en voz baja—. En el orfanato.

Ella asintió, acariciándome el cabello con delicadeza.

—Ya… ya, tranquila. Voy a traerte toallitas y una bolsa de agua caliente. Tú no te preocupes por nada.

Mientras se iba, recordé las palabras de las monjas cuando me llegó por primera vez. Ellas decían que era “la señal de que una mujer puede dar vida” y que debía ser “recibido con humildad y oración”, porque, según ellas, la maternidad era el mayor propósito de una mujer y que la sangre era “un recordatorio del sacrificio”. Nunca me dijeron nada más científico ni práctico, solo me daban compresas de tela limpias y una oración para repetir hasta que pasara.

Eso era todo lo que yo sabía.

En medio de mis pensamientos, un rato después, escuché la puerta entreabrirse.

Era Alexander.

Entró despacio, con cara de fastidio, y traía una bolsa enrollada en un brazo.

—Esto —dijo, dejando la manta sobre la cama, sin mirarme demasiado—. Dice Silvia que te la pongas mientras ella te hace un té.

Yo la cogí, sorprendida, y le di una pequeña sonrisa esta caliente.

—Gracias…

Él se quedó parado, mirándome con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Qué tienes? —preguntó, con voz más baja.

Yo lo miré sin dudarlo y contesté:

—Me llegó el periodo.

Alexander carraspeó y abrió mucho los ojos.

—¿El… qué?

—El periodo —repetí, bajando la vista un segundo—. Mi menstruación.

Él se pasó la mano por la nuca, incómodo, y dijo:

—No… no deberías… no puedes hablar de esas cosas… con un hombre.

Lo miré confundida.

—¿Por qué? —pregunté con toda la inocencia del mundo—. Si es normal. A todas las mujeres les pasa, ¿no?

Alexander estaba tan rojo que parecía que le iba a explotar la cabeza.

—Sí… pero… —suspiró, dándose la vuelta hacia la puerta—. Pero no conmigo. No hables… no hables de eso conmigo.

Y salió, cerrando la puerta tras él.

Yo me quedé con la manta en las manos, pestañeando y pensando.

¿Estará realmente mal hablar de esto con los hombres? No entendía nada.

Para mí era algo natural… y no le veía nada de malo.

Me acurruqué con la bolsa en el vientre, todavía con las mejillas calientes, y suspiré.

Algún día entendería por qué Alexander siempre reaccionaba tan raro conmigo.

Pero esa noche, con Silvia a mi lado trayendo el té y las toallitas, y con la manta caliente sobre mí… me sentí cuidada.

Y, por un momento, se me olvidaron mis dudas y solo pensé en lo afortunada que era de tenerlos ahora.

1
Arie1
Alexander se va volver loco🤭
Arie1
Oigan y ¿porque no? Alexander esta loco o no quiere verla en su cabeza como una mujer
Arie1
🤣🤣🤣😭🤣😂
Arie1
Hasta que por fin te enteraste mijo
Arie1
Jack siemore esta en sus piernas
Arie1
Alexander deja el delirio mijo que te pasa , ya quiero leer su version🤭
Arie1
yi ni quirii milistirlos- muchacha y si te hubieras morido
Arie1
Pobres de los padres apenas la tienen y casi se le desvive
Arie1
🤣🤣🤣 siento que Alexander me va caer bien
Arie1
Eres tu mi ser amado?
Arie1
El le dice a su esposa que este tranquila pero el no puede estarlo (llora en recuentro de padre e hija😭)
Lorena Espinoza
Está muy interesante la historia 😍
F10r: Me alegra que te este pareciendo interesante☺
total 1 replies
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