Vuelve A Mí

"Buenos días, mi amor dormida", susurro Enrique mientras besaba los labios de Cristina. La luz del sol se filtraba por la ventana e iluminaba su cara hermosa.

"Quiero seguir soñando, no me molesten", dijo la joven con fastidio, moviendo su cabeza hacia atrás.

Enrique sonrió ante la acción de Cristina quien se veía hermosa haciendo berrinche. "Recuerda que tenemos que ir a trabajar", dijo con una voz suave.

Al escuchar la palabra trabajo Cristina abrió los ojos encontrándose con los profundos ojos negros de Enrique que parecían absorber toda su atención. "Lo siento, pensé que aún estaba en el orfanato".

"Ja, ja, ja, ya me di cuenta". La risa de Enrique lleno toda la habitación haciendo que Cristina se sonrojara. "Si sigues haciendo eso, no podré controlarme", dijo mirándola con una sonrisa provocativa.

La joven frunció el ceño sin saber de qué estaba hablando el hombre frente a ella. "¿De qué hablas?", preguntó con curiosidad.

"Cada vez que te sonrojas te ves apetecible y ya bastante esfuerzo estoy haciendo para no hacerte mía en este mismo instante", dijo Enrique acercándose a ella.

Cristina trago saliva sintiendo un fuego por dentro que amenazaba con hacerla explotar, pues ella anhelaba tanto como él ese primer encuentro. "Si quieres puedes perder el control, quiero ser tuya completamente".

Las palabras de Cristina tomaron por sorpresa a Enrique quien sonrió ante la confesión de la joven. "Voy a preparar algo especial para los dos, solo esperemos un poco para que estemos juntos".

Con una gran sonrisa en los labios, Enrique entro al baño. Por su lado, Cristina quedó recostada en la cama sintiendo cómo el corazón quería salirse de su pecho.

Ya estando en la empresa los empleados se quedaron de piedra al verlos entrar tomados de la mano, los rumores no se hicieron esperar, algunos mal intencionados en contra de la joven secretaria y otros a favor de la pareja; sin embargo, la mayor tensión provenían de dos pares de ojos que los miraban con resentimiento: una era la recepcionista quien empezó a odiar aún más a Cristina y el otro era Ricardo quien vio a la muchacha como una oportunista que solo iba por peces grandes.

La irá se reflejaba en la cara de Ricardo de tal manera que quien lo veía temblaba de miedo, su aura negra y llena de celos amenazaba con explotar en cualquier momento. "Respira amigo, puedes hacer una locura", comento Catrina: la recepcionista.

"Déjame en paz", contesto Ricardo saliendo de escena.

Catrina vio la oportunidad en Ricardo para acabar con Cristina, solo debía saber jugar esa pieza. Sin perder tiempo volvió a su lugar de trabajo tomando el teléfono entre sus manos para realizar una llamada.

"¿Qué quieres?", dijo la mujer al otro lado de la línea.

"Señora, el presidente llegó muy feliz con su nueva secretaria". Respondió Catrina con una sonrisa.

"Ese muchacho está vez si se está pasando, gracias por avisar pronto te llegará el pago por tu servicio".

La mujer que Catrina había llamado no tardó mucho tiempo en llegar a la empresa, con pasos firmes y decididos entro al imponente edificio haciendo que las personas que se encontraban cerca de la recepción temblaran de miedo. Nadie se atrevía a cruzarse en su camino, y aunque sus grandes gafas oscuras cubrían sus fríos ojos, el aura a su alrededor era atemorizante.

Sin voltear a ver a nadie la mujer subió al ascensor hasta el piso de presidencia, cuando las puertas del elevador se abrieron la mujer camino por el largo pasillo dejando detrás de ella una estela de maldad pura.

Cristina quien se encontraba leyendo unos documentos no se percató de la presencia de la nefasta mujer frente a ella. "¿Está mi hijo en su oficina?".

Cristina levantó la mirada al escuchar la voz gélida de Margot Faria De Sarmiento. "Buenos días, señora. Si, ya la anuncio".

"No seas igualada, soy la madre del presidente de la empresa, por lo tanto, no necesito ser anunciada". Cuando Margot vio a Cristina sintió algo que la hizo estremecer, y es que el parecido de ella con la antigua amante de su esposo era impresionante.

"Lo siento señora, yo solo cumplo con mi trabajo", Cristina no quería tener problemas con la madre de Enrique, así que bajo la cabeza y dejo que su suegra entrara a la oficina de presidencia sin poner resistencia alguna.

Una vez la mujer entro a la oficina empezó a reclamar a su hijo: "¿En qué estás pensando al mostrarte en público con esa poca cosa?".

Enrique la miró furioso, su mirada era como cuchillos afilados a puntoo de salir disparados. "¿Qué haces en mi oficina?, creo que la última vez te deje claro que aquí no puedes venir a mandar".

"Cuando se trata de nuestro apellido tengo que intervenir, y con tu nueva locura estás poniendo en tela de juicio nuestra reputación". Grito la mujer furiosa. "Esa mujer es una pobretona que a leguas se le ve que no tiene ni donde caerse muerta".

Enrique se levantó furibundo de su silla golpeando fuertemente su escritorio. "No te permito que hables así de ella, Cristina es mi mujer y la tienes que respetar".

"Ja, ja, ja, no me hagas reír, tú y yo sabemos que solo quieres llevártela a la cama y ya. Sabes que puedes hacer lo que te dé la gana con quién te dé la gana, pero no puedes hacerlo público. Estoy segura de que esa tonta es una más en tu lista, lo que no entiendo es por qué hacerlo público".

La discusión había subido tanto de tono, que todo lo que decían se escuchaba afuera y Cristina era quien los estaba escuchando, en ese momento agradeció al cielo de que solo fuera ella en esa área, lo que si no podía ocultar era la incomodidad que estaba sintiendo en ese momento además del dolor de sentirse menos que los demás.

Las lágrimas empezaron a salir de los ojos de Cristina, ella solo quería salir corriendo y dejar todo esto atrás. De repente la puerta de presidencia se abrió dejando pasar a Margot quien se acercó a ella: "Olvídate de querer ser parte de mi familia, una poca cosa como tú no es digna de mi hijo".

Enrique salió detrás de ella poniéndole freno a la lengua de su madre: "No te permito que le hables así, Cristina es mi mujer y ni tú ni nadie le puede hacer daño".

Ante la determinación de Enrique a su madre no le quedó otra opción que salir de aquel piso, era obvio que la mujer estaba dispuesta a todo con tal de que su hijo no se enredara con alguien tan insignificante como esa secretaria y pronto lo demostraría.