Una mujer de mediana edad que de repente se da cuenta que lo ha perdido todo, momentos de tristeza que se mezclan con alegrias del pasado.
Un futuro incierto, un nuevo comienzo y la vida que hará de las suyas en el camino.
NovelToon tiene autorización de @ngel@zul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Tomando decisiones
El día siguiente a la fiesta no tenía ganas de nada, ni de respirar, pero como ante todo siempre fui madre, me obligué a levantarme de la cama. Eran las diez de la mañana y Charles no estaba en la habitación. No había venido a dormir en nuestra habitación y estaba agradecida por ello. No estaba lista para tenerlo cerca. Ni por cortesía. Ni por costumbre.
Bajé a la cocina con la sensación de arrastrar el alma por el suelo. Preparé el desayuno en automático, sonriendo con suavidad cuando Luana y Alex bajaron aún con cara de sueño. Me contaron entre risas algunos momentos graciosos y emocionantes de la noche anterior, y yo los escuché como si nada pasara. Como si la mujer que había llegado a casa la noche anterior no existiera, como si mi matrimonio no se estuviera desmoronando en cámara lenta. Charles, no desayunó con nosotros.
Después del almuerzo, los chicos anunciaron que pasarían el día en la casa de unos amigos.
—No te preocupes, má, vamos a comer allá —dijo Alex antes de besarme la frente. Luana me abrazó con fuerza, como si supiera que la necesitaba, ese abrazo significó mucho para mí, fue como un alito de aire fresco para mí alma. Después de que los chicos se fueron me quedé sola, en medio del silencio de la casa, y no tuve más excusas.
Era hora de hablar con Charles, ya no podía, ni quería seguir postergando lo inevitable.
Lo encontré en su despacho. La puerta estaba entornada y, por un momento, dudé en si tocar o no. Pero no lo hice. Entré directamente, sin ceremonias, sin pedir su aprobación. Él levantó la vista de la computadora y se puso de pie, se veía incómodo.
—¿Quieres hablar ahora? —preguntó, intentando sonar calmado, pero de tanto que lo conocía yo sabía que no era así, cada vez que estaba nervioso su ojo derecho comenzaba un parpadeo que indicaba su intranquilidad.
—Sí, creo que es el momento de hacerlo —respondí— Los chicos ya se fueron y no hay nadie más en casa.
Asintió, pasándose una mano por el cabello, nervioso. Yo cerré la puerta con suavidad, como si ese gesto sellara el inicio de algo que no tenía marcha atrás.
—Sam, yo...
—Por favor, no necesito que me des excusas —lo interrumpí, sentándome en el sofá— No quiero explicaciones disfrazadas de justificaciones. Solo quiero la verdad. Creo que me la merezco. ¿No?
Él se quedó quieto, de pie, sin saber si acercarse o mantenerse alejado.
—Muñeca, yo...
—Te oí, Charles.—le interrumpí —Oí perfectamente cuando esa mujer mencionó que ibas a pedirme el divorcio. No me lo contó nadie, no fue un malentendido. Lo escuché con claridad.
Cerró los ojos y respiró hondo.
—Yo no quería que te enteraras así.—dijo restregándose el rostro.
—¿Así cómo? ¿De casualidad? ¿En medio de una discusión con ella? ¿Acaso no te das cuenta de que estuvo a punto de arruinar el cumpleaños de nuestros hijos?
Se sentó frente a mí, quedándose en silencio, y se quedó observándome.
—No sé cómo pasó, la conocí en un congreso de trabajo. —dijo finalmente —Al principio... era solo trabajo, salidas por proyectos, reuniones... Después se volvió algo más. Pero te juro que nunca pensé en dejarte. No de verdad.
—¿Y entonces por qué lo dijiste? ¿Por qué se lo prometiste? —repliqué con un nudo en la garganta, porque ya era mucho el solo pensamiento de que había prometido eso.
Me miró, y por primera vez en días, vi culpa en esos ojos azules que siempre me habían cautivado. Pude notar que la culpa era genuina.
—Porque me sentí atrapado, porque ella me presionaba, porque no sabía cómo terminar con todo sin que ella armara un escándalo... No tengo excusas, Sam. Solo errores.
Me quedé en silencio unos segundos, dejando que el dolor tuviera su momento, pero también el valor.
—¿Cuántas más hubo en estos veinte años? —pregunté, porque necesitaba saber si toda nuestra vida había sido una mentira.
—Ninguna. Ella fue la primera —respondió avergonzado, pero a mí no me servía.
—Charles, yo no quiero vivir con una persona que no es capaz de elegirme sin sentirse obligado. No quiero vivir con la duda constante de si volverás a traicionarme. Me lo merezco todo. Lo mejor. Y tú también.
—Sam, mí amor. Te juro por lo más sagrado que nunca más volverá a pasar —me dijo arrodillándose frente a mí.
—Lo siento, Charles. Pero, no creo poder —dije intentando sonar fuerte, aunque por dentro deseaba con todo mi corazón poder perdonar y olvidar. Era mí esposo, mí compañero de años, el hombre con quien construí una vida, el padre de mis hijos, y yo lo amaba. —Por lo que tú mismo dijiste esa mujer no va a detenerse hasta obtener lo que quiere, y aunque ella aún no lo sepa ya lo logró.
Sus ojos se abrieron apenas. Creo que aún tenía la esperanza de que dijera lo contrario.
—Quiero que nos separemos —dije con firmeza— No ahora, no hoy. Vamos a hacerlo bien, con calma, por los chicos. Pero quiero que empieces a buscar otro lugar donde quedarte. Esta casa es de ellos. Y yo... necesito paz.
Charles asintió lentamente, sus ojos estaban húmedos.
—Lo lamento tanto, Samanta.
—Yo también —susurré, y por primera vez, lo dije sin rabia. Solo con una tristeza limpia, inevitable.
Los días siguientes fueron una mezcla confusa de alivio y tristeza. Charles empezó a buscar otro lugar donde quedarse, tal como se lo pedí. No lo hizo con urgencia ni con dramatismo. Lo hizo en silencio, como si supiera que cada minuto que pasaba en esta casa era prestado.
No hablamos demasiado. Los chicos aún no sabían nada y yo no quería que lo supieran hasta que tuviéramos todo claro. A veces lo encontraba en el comedor, revisando anuncios desde su laptop. Otras, caminando de un lado a otro con el teléfono en la mano. No pregunté nada. No quise saber detalles. Bastante tenía con lo que pasaba dentro de mí.
Porque aunque había tomado una decisión, eso no significaba que me doliera menos. Estaba tan cansada emocionalmente que apenas me quedaban fuerzas para llorar. Mis días eran una rutina meticulosa: me levantaba temprano, preparaba el desayuno, atendía a los chicos, fingía normalidad. Luego me encerraba en mi cuarto y me permitía desarmarme un poco.
La noche del martes, me senté sola en la sala con una taza de té frío entre las manos. Luana y Alex se habían ido a dormir y Charles seguía en su despacho. Teníamos esa forma de evitarnos: él se encerraba allí y yo me perdía en mis pensamientos. No sé cuánto tiempo pasé en ese sofá, mirando sin ver, pero en algún momento cerré los ojos y sentí que el silencio pesaba más que nunca.
Mi corazón estaba tranquilo por fuera, pero adentro... había grietas. Grietas finas, profundas, que no sangraban pero dolían.
Pensé en todo lo que construimos juntos. En lo que habíamos sido. En cómo habíamos llegado hasta este punto. El desgaste no había sido repentino, lo sabía. Pero me dolía más la traición que el desgaste. Me dolía que no me hubiera elegido. Que se haya dejado deslumbrar por otra mujer.
De pronto, sentí pasos acercarse. No miré. No hablé.
Charles se detuvo a unos metros, como si tuviera miedo de interrumpir algo.
—Encontré un departamento —dijo en voz baja —A unas cuadras de aquí. Es chico, pero cómodo. Me mudo el viernes.
Asentí despacio. No dije nada.
—Los chicos... —empezó, pero se detuvo— Cuando digas, hablamos con ellos.
Volví a asentir.
—Gracias por respetarme en esto —le dije finalmente, sin mirarlo.
Y él, antes de girarse para irse, dijo algo que me caló hasta el fondo:
—Nunca voy a dejar de lamentarlo.
Pero ya no importaba. Porque aunque sus palabras tuvieran peso, mi decisión tenía raíz.
Cuando volvió el silencio, sentí que por fin podía llorar. No por él. Por mí. Por la mujer que fui, por la que ya no quería seguir siendo. Por la que debería ser a partir de ahora.
Seguiré leyendo
Gracias @Angel @azul