Ariadna Callis, una joven de 16 años con una personalidad vibrante y un cuerpo que desafía los estereotipos, vive entre las constantes travesuras de sus hermanos mayores, Nikos y Theo, y el caos del último año de preparatoria. Aunque es fuerte y segura, Ariadna no está preparada para la entrada de Eryx Soterios, un joven de 18 años recién llegado al pueblo.
Eryx, reservado y enigmático, carga con un pasado oscuro que lo ha dejado lleno de resentimientos. Su aparente frialdad se convierte en un desafío para Ariadna, quien no teme a sus respuestas cortantes ni a su actitud distante. Sin embargo, cada encuentro entre ellos desata emociones contradictorias que ninguno puede ignorar.
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Capítulo 12: Entre secretos y promesas
Los días siguientes pasaron con una calma engañosa. Eryx se había mantenido distante, y aunque Ariadna lo buscaba con la mirada cada vez que caminaba por los pasillos de la escuela, él parecía haber desaparecido por completo. Esa ausencia le pesaba más de lo que quería admitir, pero se negaba a dejar que la tristeza la consumiera.
Era sábado por la tarde cuando Nikos, quien estaba extrañamente relajado, propuso una salida en familia.
—Hace tiempo que no vamos todos al parque —dijo, mirando a Ariadna con una sonrisa conciliadora—. ¿Qué dices, Ari?
—¿Incluye helado? —preguntó ella, arqueando una ceja.
—Por supuesto.
Aunque la oferta era tentadora, Ariadna no podía dejar de pensar en Eryx. ¿Y si intentaba buscarlo hoy? Pero al ver a Theo asintiendo con entusiasmo y a Nikos haciendo un esfuerzo por ser amable, decidió que tal vez un día fuera de casa le ayudaría a despejar la mente.
—Está bien. Vamos.
El parque estaba lleno de familias, niños corriendo y parejas caminando de la mano. Ariadna se quedó un poco atrás mientras sus hermanos discutían sobre qué deporte jugarían primero.
—¿Estás bien? —preguntó Theo, notando su distracción.
—Sí, solo estaba pensando en... cosas —respondió ella, intentando sonar despreocupada.
—¿En Eryx?
Ariadna lo miró sorprendida.
—¿Qué?
—No soy Nikos, Ari. No voy a interrogarte, pero es obvio que ese chico significa algo para ti.
—No es tan simple, Theo.
—Las cosas importantes nunca lo son —dijo él con una sonrisa tranquila—. Pero si necesitas hablar, ya sabes que estoy aquí.
Ariadna sintió una punzada de gratitud. Theo siempre había sido el más comprensivo de los dos.
—Gracias.
La tarde continuó sin incidentes. Después de una partida intensa de frisbee, Theo y Nikos se quedaron en la cancha de fútbol, mientras Ariadna se apartaba para tomar un respiro. Se sentó en un banco cerca de un lago pequeño, observando el reflejo del sol en el agua.
Estaba tan absorta en sus pensamientos que no escuchó los pasos acercándose hasta que una voz familiar rompió el silencio.
—¿Pensando en escapar?
Ariadna se giró bruscamente y vio a Eryx parado a unos metros, con las manos en los bolsillos y una ligera sonrisa en los labios.
—¿Eryx? ¿Qué haces aquí?
—Podría preguntarte lo mismo.
Ella se encogió de hombros.
—Mis hermanos querían salir. No tenía muchas opciones.
Eryx se sentó a su lado, manteniendo una pequeña distancia entre ambos.
—Te he estado evitando —confesó él, mirando al agua.
—Lo noté —respondió Ariadna, sin poder ocultar el tono de reproche en su voz.
—No era porque quisiera hacerlo —continuó Eryx, girándose hacia ella—. Es solo que... estar cerca de ti me hace pensar cosas que no debería.
El corazón de Ariadna comenzó a latir más rápido.
—¿Qué cosas?
Eryx suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Cosas como querer quedarme, a pesar de que sé que no debo.
—¿Por qué no?
—Porque no soy bueno para ti, Ariadna.
Ella lo miró directamente a los ojos, sintiendo una mezcla de frustración y determinación.
—¿No crees que yo debería decidir eso?
Eryx pareció sorprendido por su respuesta, pero no dijo nada. El silencio entre ellos fue roto por el sonido del agua moviéndose con el viento.
—No voy a alejarme de ti —dijo Ariadna con firmeza—. Si crees que puedes decidir por mí, estás equivocado.
Eryx la miró durante unos segundos, como si intentara comprender cómo alguien podía ser tan decidida y, al mismo tiempo, tan ingenua.
—Eres más valiente de lo que pensaba —admitió finalmente.
—Y tú más terco de lo que imaginaba —respondió ella con una pequeña sonrisa.
La tensión en el aire pareció disiparse un poco, y ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la tranquilidad del momento.
Cuando regresaron con Theo y Nikos, Eryx mantuvo una distancia prudente. Sin embargo, Nikos no tardó en notar su presencia.
—¿Qué hace él aquí? —preguntó, cruzando los brazos con desconfianza.
—Estábamos hablando —respondió Ariadna con naturalidad.
—¿Hablando? ¿Eso es todo?
—Sí, Nikos. Eso es todo —respondió ella, intentando no perder la paciencia.
Theo intervino antes de que la discusión escalara.
—Relájate, Nikos. No es el fin del mundo.
Nikos miró a Eryx con desconfianza antes de finalmente ceder.
—Más te vale no hacerle daño.
Eryx no respondió, pero su mirada seria dejó claro que entendía la advertencia.
Esa noche, Ariadna se quedó despierta mucho más tarde de lo habitual, pensando en todo lo que había sucedido. Eryx había dejado entrever más de lo que normalmente permitía, pero aún había tantas cosas que no sabía sobre él.
Decidida a no quedarse con dudas, sacó su diario y comenzó a escribir.
"Hoy Eryx me dijo que estar cerca de mí lo hacía querer quedarse, pero también que no debería. No entiendo por qué se aferra tanto a esa idea de que es peligroso o malo para mí. ¿Qué es lo que esconde? Lo único que sé es que, por alguna razón, no puedo alejarme de él. Y no quiero hacerlo."
Cerró el diario y lo guardó bajo su almohada. Aunque el futuro era incierto, estaba segura de una cosa: estaba dispuesta a enfrentar lo que fuera, siempre y cuando Eryx estuviera a su lado.
Sin embargo, mientras apagaba la luz, no podía evitar sentir que algo grande estaba por suceder, algo que cambiaría todo.