Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,
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capitulo 12
Teo nunca había sido muy observador cuando se trataba de las emociones de los demás. Estaba demasiado atrapado en sus propios problemas, en su caos, para preocuparse por las complicaciones de los demás. Pero ese día, algo cambió.
Era un día normal en la oficina, o al menos eso parecía. Teo había llegado tarde, como siempre, y se había sentado en su escritorio, sin muchas ganas de trabajar. Se distraía con cualquier cosa: el móvil, los correos sin importancia, las conversaciones de pasillo que solo alimentaban su aburrimiento. Sin embargo, cuando la puerta de la oficina se abrió y vio la expresión de Melanie al entrar, algo en su pecho se contrajo.
Melanie caminaba hacia su escritorio, su rostro tenso y forzando una sonrisa que, aunque intentaba ser convincente, no lograba ocultar la tensión que se acumulaba en sus hombros. Algo no estaba bien. Teo la observó, percatándose de su cambio de actitud. Ella, siempre tan fuerte, siempre tan dura consigo misma, ahora parecía pequeña, vulnerable. Y eso hizo que Teo se sintiera incómodo. El impulso de decir algo, de acercarse, era casi inmediato, pero no lo hizo. No podía.
A lo largo de la mañana, Teo notó que Melanie se comportaba de una manera aún más distante de lo normal. No era que fuera particularmente afectuosa, pero hoy era diferente. Ella evitaba mirarlo directamente, y siempre se apresuraba a salir de la oficina para atender llamadas o revisar documentos. Como si estuviera huyendo de algo, o alguien.
Fue al mediodía, cuando Teo decidió salir por un café, que vio algo que lo hizo detenerse en seco en la entrada de la oficina. A través de la ventana, vio a Melanie conversando con un hombre de rostro familiar. No porque lo conociera de cerca, sino porque ese rostro le era dolorosamente familiar. Era el hombre que siempre había mencionado de manera vaga: su padre.
El tipo estaba de pie frente a ella, como una sombra imponente, mientras Melanie intentaba mantener una postura erguida, pero la expresión en su rostro era de una incomodidad palpable. Teo no pudo oír lo que decían, pero la forma en que el hombre le hablaba, con el tono sarcástico, era más que evidente. Teo observó cómo el rostro de Melanie palidecía poco a poco, cómo sus hombros se encogían bajo el peso invisible de lo que sea que el hombre le estuviera diciendo.
Sin poder evitarlo, Teo se acercó más. A través de la ventana, vio cómo el hombre se acercaba aún más a Melanie, se le acercaba de una manera intimidante, sin que ella pudiera hacer nada para alejarlo. En un momento, el tipo levantó la mano y la posó sobre el hombro de Melanie, como si fuera una manera de marcar territorio. Fue entonces cuando la vio.
Melanie, con los ojos llenos de lágrimas, apartó la mirada. Su rostro, normalmente tan controlado, ahora mostraba una vulnerabilidad que Teo nunca habría imaginado. El hombre no dejaba de hablarle, pero ella solo lo miraba fijamente, y Teo pudo ver cómo una lágrima caía por su mejilla, resbalando hasta su cuello. No estaba llorando a gritos, no estaba rompiendo en pedazos frente a él. Pero era evidente que algo muy profundo la estaba afectando.
Teo sintió como si alguien le hubiera golpeado en el pecho. No entendía del todo por qué, pero el dolor de verla así, tan frágil, le revolvía el estómago. Algo en su interior se removió, y por un segundo, le dio ganas de salir, ir hacia ella y hacerle frente a ese hombre. Pero se quedó inmóvil, incapaz de moverse.
El hombre finalmente se alejó, y Teo vio cómo Melanie secaba rápidamente las lágrimas de su rostro. Se levantó y entró de nuevo en la oficina, manteniendo la compostura, como si nada hubiera pasado. Pero Teo ya lo había visto todo.
En cuanto ella cruzó la puerta, Teo se apresuró a entrar detrás de ella, sin pensarlo dos veces. La vio sentarse en su escritorio, sus manos temblando mientras trataba de acomodar algunos papeles, evitando cualquier contacto visual. Sabía que algo no estaba bien, y ya no podía seguir ignorándolo.
—¿Qué pasó? —preguntó Teo, su tono menos sarcástico de lo usual, más preocupado. Melanie levantó la vista, sorprendida por su acercamiento.
—No es nada —respondió ella rápidamente, intentando forzar una sonrisa—. Solo un... asunto personal.
Teo la miró fijamente, como si pudiera ver a través de su fachada. Sabía que no iba a decirle la verdad, que probablemente ni siquiera se lo contaría nunca, pero él había visto lo suficiente. Sabía que algo estaba roto en ella, algo que no podía simplemente ignorar.
—No me mientas —dijo con más suavidad, acercándose un paso más—. Vi lo que pasó ahí afuera. ¿Quién era ese tipo?
Melanie lo miró, y por un segundo, las paredes que había levantado alrededor de sí misma comenzaron a desmoronarse. No quería hablar de eso. No quería que Teo supiera, ni siquiera quería pensar en ello. Pero en ese momento, algo en ella la empujó a responder.
—Es... mi padre —dijo, su voz temblorosa—. Siempre ha sido así, siempre ha sido así de... controlante. No le importa lo que haga, lo que diga. Solo... siempre tiene algo que decir. Y ahora que sabe que estoy en este puesto, no para de recordarme que no soy nada, que no tengo nada, que nunca seré suficiente.
Teo sintió una presión en el pecho al escuchar esas palabras. No podía imaginar lo que debía sentir Melanie al tener a un hombre así en su vida, alguien que debería haberla apoyado, que la había hecho sentir siempre menos. Y, sin embargo, ahí estaba ella, trabajando sin descanso, ayudando a los demás, siendo la persona que todos esperaban que fuera, mientras su mundo personal se desmoronaba.
—Melanie... —empezó Teo, pero no sabía qué decir. No quería dar consejos, no quería hacerle promesas vacías. Solo quería que supiera que no estaba sola, que él estaba ahí, aunque no supiera cómo ayudarla.
Pero ella solo negó con la cabeza.
—No necesito que me consueles, Teo. No lo necesito. Solo... déjame estar sola, ¿sí?
Teo no dijo nada más. Solo la miró durante un largo momento, notando cómo su fortaleza, la que siempre había admirado, parecía quebrarse frente a él. Melanie no era tan perfecta como él había imaginado. Ella también tenía sus heridas, sus batallas internas que había estado librando sola todo este tiempo. Y, por alguna razón que él no entendía, eso lo afectaba más de lo que pensaba.
Se dio media vuelta, dispuesto a dejarla en paz, pero no sin antes lanzar una última mirada en su dirección. Melanie no era la persona que él pensaba que era. Ella era más humana, más rota, más real que lo que él había querido ver.
Teo respiró hondo y se alejó, sabiendo que, aunque no podía hacer mucho ahora, algo dentro de él había cambiado.