El esposo de un famoso ingeniero de robótica se suicida un día de repente y él al no soportarlo decide revivirlo con partes de robot, pero no todo será de color rosa como él lo pensó.
NovelToon tiene autorización de Fujoshiwrl para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 12: A nadie le gusta los finales tristes.
Una semana antes de emparejarme con Edwy, recuerdo haber estado recostado contra el muro de un edificio que pertenecía a un centro comercial, esperando a que Hada llegara a nuestra salida al cine. Veríamos la nueva película de zombis que colapsaba en los cines de nuestro pueblo.
Bebí un refresco mientras miraba el sol esconderse dando una espectacular vista de un cielo anaranjado y morado, con una pizca de rosas.
—¡Hans! —gritó Hada así que me volteé a mirarla.
Ella sonreía levantando su brazo saludándome mientras sonreía. Traía una vincha blanca que decoraba su cabello corto y un vestido suelto que revoloteaba sobre sus rodillas.
Levanté mi mano y sonreí devolviéndole el saludo, ambos caminamos y entramos al cine. Horas después salí con Hada abrazando mi brazo mientras lloraba desconsolada.
—¿Por qué se murió? Él tenía que vivir y quedarse con su esposa, jamás cumplirá la promesa que le hizo de ver a su hijo crecer juntos. —Hada apretó su vaso de gaseosa y me miró a los ojos—. ¡Es tan injusto! Ellos se amaban...
Suspiré desviando mi mirada hacia el frente, mirando la plaza a la que nos estábamos acercando para sentarnos y esperar a que ella se tranquilizara.
—Solo es actuado. Realmente nadie se murió, el embarazo nunca existió y el actor se casó el mes pasado con una modelo. ¿Lo sabes, verdad?
Hada se sentó en el banco de la plaza y apenada cerró los ojos asintiendo con la cabeza. Al parecer seguía triste por la película. Me senté a su lado y golpeé mi hombro, ella se quedó pausado un momento y al final se recostó en mí a seguir llorando.
—Detesto los finales tristes, —dijo ella limpiando sus lágrimas.
—A nadie le gustan los finales tristes Hada, pero ya no llores mira lo que te compré. —Moví mis brazos y le entregué una bolsa.
Ella se separó de mí y agarró la bolsa con un rostro curioso. Abrió y su semblante cambió totalmente al sacar una caja de pastelitos de limón.
—¡Dios mío! ¿Son los de esa tienda cara? ¿Por qué? ¿Por qué gastaste en esto?
—Eres mi amiga, sé que te gustan mucho y hoy es tu cumpleaños. Es más, te tengo otro regalo en el fondo de la bolsa. —Crucé mis brazos y giré mi cabeza avergonzado.
Ella me observó sin entender y extendió su brazo dentro de la bolsa, de ahí sacó una libreta verde. Lo miró con confusión y luego volvió a mirarme.
—No lo abras ahora, hazlo cuando estés en tu casa. ¿De acuerdo? —dije arrebatándole el libro y metiéndolo a la bolsa de nuevo—. Ahora cómete los dulces.
Ella sonrió y me golpeó en el brazo sentándose a mi lado otra vez.
—Muchas gracias, me has hecho feliz, —dijo dándole un mordisco al pastelito, ella hizo una cara extraña, pero siguió comiendo.
¿Se habrá dado cuenta de que le pedí a mi mamá que hiciera un pastelito igual?
—Hans, tengo algo que decirte. —Dejó su pastelito sobre la bolsa en el banco y se puso de pie frente a mí, muy nerviosa.
La miré atento agarrándome del banco mientras sacudía mis pies. Si decía algo de los pastelitos planearía decirle que cambiaron de chef. Ella suspiró y agarrando sus manos contra su abdomen dijo:
—Me gustas mucho.