Mí Sirvienta.

Bueno, no todo era tan malo, claro que la señora Malenka nunca sabrá todo lo que Rowellin y yo vivimos en el orfanato. Pero está bien venderle éste tipo de cuento, ¿Por qué? Porque así se crea un vínculo, ella creerá que confío en su persona, por lo tanto, sentirá que nuestra unión es más profunda; todo por el simple hecho de contarle mí triste y aburrida historia.

¿Por qué sé que sucederá eso? Porque la señora Malenka, es un ser humano. Por más perra, desgraciada e hija de puta que sea, no puede evitar sentir empatía con ciertas personas. Por eso es así de amable conmigo, porque le dí lo que buscaba, atención. Ahora ella piensa que puede obtener algo de mí, algo que, si estoy de humor, se lo daré. Pero no tiene ni la más mínima idea de que ésto es un juego de dos, y yo no acostumbro a perder.

¿Por qué digo que sólo es así con ciertas personas? Porque, literalmente, Rowellin pasó por lo mismo. Ella estuvo en el orfanato desde que era una bebé, si Sor Carmela y Sor Ethel no la hubieran encontrado, ella habría muerto en un contenedor de basura. Pero la señora Malenka nunca se interesó en su vida, quizás porque es una mujer mucho más hermosa que ella, la verdad no estoy seguro. Pero algo que entendí tan pronto como llegamos aquí, es que la señora Malenka no contrató a Rowellin para que fuera su sirvienta personal, la contrató para humillarla. Eso es porque a ésta maldita perra, le encanta demostrar que es más que los demás. ¡Diablos! Incluso a mí me hacía lo mismo, hasta que me convertí en su chófer y todo cambió.

—¿En qué estás pensando? –Quiso saber la mujer que estaba acostada a mí lado. Negué suavemente y volteé a mirarla, ella era hermosa, pero seamos honestos, podría ser mí hermana mayor si tuviera una–.

—Nada en especial, estaba recordando mis días en el orfanato –No era necesariamente una mentira, porque sí estaba recordando mí pasado en aquél horrible pero cálido lugar al que alguna vez llamé mí hogar–.

Ella tomó mí brazo y me obligó a acostarme a su lado nuevamente. Malenka se acurrucó en mí pecho y, por instinto, una de mis manos fue a parar en su largo y sedoso cabello rubio, comenzando a acariciarlo. La escuché soltar un largo suspiro de satisfacción, mientras su cuerpo se relajaba ante mí toque.

Maldita sea, ¿Cuánto tiempo más debo seguir con éste circo de mierda? ¿Por qué no puede quedarse dormida de una maldita vez?

—Chris... –Me sorprendió que me llamara por mí nombre, ya que nunca lo hacía–. ¿Qué vas a hacer cuando seas más grande? Me refiero a tu vida, en general.

Bueno, eso es más fácil de responder de lo qué esperaba. Porque lo que haré es comprar una casa y llevar a Rowellin a vivir conmigo, ¿Seremos pareja? No lo sé y no me importa, ambos somos hermanos y, mientras ella esté a mí lado, todo estará bien.

—Trato de no pensar en el futuro porque me estreso, pero ya que insiste... –fingí pensarlo por unos segundos y luego continué–. Cuándo tenga ahorrado el dinero suficiente para comprar una casa y subsistir, me iré de éste lugar, buscaré a Rowellin y viviremos juntos en una bonita casa con jardín, porque ella ama las flores. Sé que soy alérgico, pero simplemente me mantendré alejado del jardín –solté una risita al imaginar el rostro alegre de Rowellin–.

—¿Por qué siempre hablas de esa niña? –espetó la mujer, mientras se apartaba bruscamente de mí–. ¿No entiendes que ya no está? ¡Se fue! ¿Cómo puedes hablar de otra mujer cuando me tienes aquí? ¿Es que no puedes pensar?

Dios, estaba histérica, ¿Por qué me reclama? ¿Acaso estaba celosa? Eso es una estupidez porque, literalmente, la que está casada con otro hombre, es ella.

—¿Qué tiene de especial esa Rowellin? ¡Ni siquiera sabía preparar bien un café! ¡Que bueno que la despedí cuando tuve oportunidad, de lo contrario, muy seguramente se habría cogido a mí esposo!

Eso me irritó más de lo que esperaba, al diablo con mí plan, que se vaya a la mierda ésta maldita vieja.

—Señora, no voy a permitir que hable así de Rowellin. Ella no es ese tipo de mujer e, incluso si lo fuera, está culpando a la persona equivocada, porque quién le debe respeto es su esposo; el señor Winchester. Y dejé su juego de celos infundados, porque la que está casada aquí; es usted. Ahora discúlpeme, pero a arruinado por completo el ambiente, iré a mí cuarto, que tenga una buena noche.

Sin nada más que decir, salí de aquél lugar para dirigirme a mí habitación. Ella no intentó detenerme, pero su rostro lo decía todo, no podía creer que yo, un simple sirviente, le haya hablado de ese modo. Quizás deba preparar mis cosas para irme, porque estoy seguro de que no me perdonará, seguramente querrá despedirme de nuevo, ya que esa mujer es demasiado bipolar.

Ingresé a mí cuarto y cerré la puerta con llave. ¡MIERDA! Pensé para mis adentros, estaba tan molesto, ¿Cómo se atrevía a hablar así de Rowellin? Maldita vieja cornuda.