En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo XX Ágata Linares
Natalia tenía la certeza de que ahora podía conquistar a Gabriel, ya sin Valeria de por medio todo sería más fácil para ella. Ella empezó a hacer su lucha para que su cuñado se fijara en ella, pero no importaba lo que hacía, él nunca le prestaba atención, pues él seguía pensando en Valeria.
Los días continuaron pasando y Gabriel buscaba la manera de concretar su venganza, desde las sombras había logrado quitarle poder a los Arismendi, la familia estaba al borde de la banca rota, los Arismendi estaban reunidos en la sala de juntas planeando cómo saldrían de esa catástrofe que se les venía encima, de repente escucharon a la secretaria diciendo, “lo siento señores, pero no pueden pasar”
“Mejor quítate de mi camino, muchacha insolente”, respondió una voz femenina cargada de ira y resentimiento.
En el rostro de Gabriel, quien también estaba en la sala de juntas, se dibujó una enorme sonrisa, ya que él había reconocido aquella voz.
La habitación estaba sumida en un silencio tenso, el aire pesado como si presagiara una tormenta. De repente, la puerta se abrió con un chirrido ominoso y una figura esbelta apareció en el umbral. Era una mujer de mirada penetrante y una sonrisa helada que no llegaba a sus ojos.
"¿Los Arismendi?", comenzó con una voz suave pero cargada de veneno. "He venido a presentarles mis respetos... y mi venganza."
Los miembros de la familia se miraron entre sí, confusos y alarmados. La mujer avanzó, sus pasos resonando como un eco en la sala. "Soy la responsable de cada pérdida, de cada susurro de quiebra que han sentido en su piel. Todo esto es parte de un plan meticulosamente diseñado para hacerlos sufrir, tal como ustedes hicieron sufrir a mi hija y a su esposo."
Un escalofrío recorrió la espalda de Ismael Arismendi al escuchar su nombre. "¿Quién eres?", logró preguntar, aunque sabía que la respuesta sería devastadora.
"Soy el eco de su pasado", respondió ella con desdén. "El dolor que ustedes infligieron ha vuelto para atormentarlos, y ahora tendrán que enfrentarse a las consecuencias de sus actos." Su risa resonó en la sala, un sonido afilado como un cuchillo.
La ira y el odio brotaron de ella mientras continuaba: "Ustedes creen que el dinero lo es todo, pero yo les demostraré que hay cosas más valiosas que perder. La vida de mi hija fue arrebatada por su avaricia, y ahora es su turno de conocer el verdadero sufrimiento."
Los Arismendi sintieron el peso del odio concentrado en cada palabra. Gabriel, quien había estado tramando su propia venganza, junto con esta mujer, se puso de pie y caminó hasta Ágata Linares, la mujer que lo crió como su propio hijo y quien lo impulsó a llevar a cabo su tan magistral venganza.
“Madre, bienvenida a tu empresa”, dijo Gabriel mirando a los presentes con desdén.
Diego quien se mantenía callado no pudo seguir reteniendo la ira que crecía en su interior.
“¿Qué significa esto?, ¿qué haces tú aquí?”, pregunto el hombre furioso.
“Vine a reclamar lo que es mío, o es que acaso pensaste seguir viviendo esta vida sin consecuencia alguna”, dijo Ágata con una sonrisa helada.
“Estas loca, aquí no hay nada tuyo, así que mejor vete por donde llegaste”, dijo Diego furioso.
“Y tú Gabriel, no puedo creer que nos hayas engañado de esta manera, te confiamos a mi hija y por lo que veo solo la utilizaste para tus fines oscuros”, intervino Ismael furioso.
“Lo que sentí por Valeria fue verdadero, solo por ella había dejado de lado mi venganza, pero ahora que ella no está, no había sentido seguir posponiendo lo inevitable”, argumento Gabriel sintiendo un profundo dolor en el pecho tras mencionar el nombre de su amada.
“No tienes que seguir fingiendo, no eres más que un traidor, un cobarde que utilizo a una inocente para sus fines, lo que aún no entiendo qué fue eso tan grave que hicimos como para que quieras vengarte de nuestra familia”, continuó Diego intrigado.
“Soy el hijo de Isabel y de Alejandro Alvarado, las personas que su hijo Ismael asesino, solo para quedarse con su dinero”, respondió Gabriel mirando con odio a Ismael.
“Es imposible, la familia Alvarado murió en aquel incendio”, susurro Ismael con sorpresa.
“No fue así mxxxxxx infeliz, gracias a Ágata pude salir de aquel incendio, gracias a mi abuela estoy vivo”, contestó Gabriel con dolor.
“¿Abuela?”, pregunto Sergio sorprendido.
“Así es, ella es mi abuela la mamá de Isabel, mi madre”, explicó Gabriel con satisfacción y orgullo en cada una de sus palabras.
Sergio se quedó en shock, ya que él guardaba un oscuro secreto relacionado con Valeria y este a su vez se relacionaba con la familia de Gabriel.
“Quiero que se vayan de mi empresa, ustedes no son gratos aquí y desde hoy queda prohibido que pongan un pie en mis instalaciones”, ordenó Diego con furia.
“Ja, ja, ja, estás equivocado querido, está ya no es tu empresa, ahora está es la empresa de los Linares, ya que con tantas pérdidas que has sufrido, nosotros hemos asumido todas tus deudas, por lo tanto y hasta que nos pagues en una semana todo lo que nos debes, está empresa y todos los bienes que están a nombre de los Arismendi, ahora me pertenecen”, las palabras de Ágata resonaron en la sala de juntas, los Arismendi estaban en sus manos y no había nada que ellos pudieran hacer para recuperar su patrimonio, llenos de satisfacción Ágata y Gabriel se retiraron del lugar, no querían seguir una situación que no los llevaría a ningún lado, por ahora solo les quedaba esperar a que la semana pasara y finalmente reclamar lo que les pertenecía.
Por su parte, los Arismendi estaban sin palabras ante la situación, no podían asimilar todo lo que estaba ocurriendo, no tenían como pagar esa deuda, ya que todo su capital lo habían invertido en el negocio con Gabriel; sin embargo, estaban tratando de encontrar una solución a todo este desastre que se les había venido encima, pero sin resultados favorables para ellos.