En un mundo donde algunas personas nacen con un don especial conocido como "afinidad", el destino de muchos se entrelaza con las fuerzas de la naturaleza y las capacidades humanas. Estas afinidades no son simples talentos, sino conexiones profundas con elementos como el fuego, el agua, la tierra, el viento, o incluso con aspectos más abstractos como la sabiduría, la fuerza o la percepción.
Nezu, un joven enigmático, tiene la misión de proteger a toda costa un antiguo tesoro en forma de espada. Codiciado por muchos y envuelto en misterio, este tesoro oculta secretos que podrían cambiar el destino de su mundo.
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Rojo y Verde 1.2
Un silencio pesado envuelve el pasillo oscuro, apenas iluminado por algunas antorchas parpadeantes, cuyos destellos proyectan sombras inconstantes en las paredes de piedra. El eco de unos pasos firmes y controlados resuena en la penumbra, avanzando hacia una puerta de hierro al final del pasillo. Cuando se abre con un crujido, la tenue luz revela una habitación sombría, en el centro de la cual un hombre imponente está arrodillado, encadenado de manos a las paredes, sus brazos extendidos y sus músculos tensos bajo la presión del metal que lo retiene. Su cuerpo robusto, lleno de profundas cicatrices y antiguas, parece contar historias de batallas brutales y desafíos impensables. Su respiración es tranquila, como si durmiera a pesar de su confinamiento, la calma de alguien acostumbrado al dolor y la resistencia.
Una figura entra en la habitación y, sin ceremonia alguna, le da un golpe seco en la cabeza. El prisionero abre los ojos, sin sorpresa ni rabia, sólo con una sonrisa indiferente, como si fuera una rutina a la que ya está acostumbrado. Levanta la vista y observa al recién llegado: un hombre de expresión seria y rasgos tan finos que rozan lo etéreo, cuya compostura y porte podrían confundirse fácilmente con los de un ser celestial. La mirada del prisionero se torna burlona al reconocerlo, y una sonrisa astuta y peligrosa asoma en sus labios.
—¿Qué hace aquí el pequeño ángel? —dice el prisionero, con un tono provocador.
Kael, el llamado "ángel", observa la celda con desdén antes de responder, su voz suave pero firme.
—Es una celda muy pequeña para alguien como tú, demonio.
El prisionero, conocido como Azazel, deja escapar una risa grave y profunda.
—Bastante acogedor, si sabes encontrarle el encanto.
Kael ignora su tono y continúa con un aire imperturbable.
—Vine por tus alas demonio. Es hora.
Azazel frunce el ceño, pero en sus ojos brillan con una chispa de emoción mal disimulada.
— ¿Entonces la ceremonia se acerca?
Kael asiente con la misma expresión seria.
—Ambos debemos asegurarnos de que su esfuerzo no sirva de nada. No pueden quedarse con la Ascensión.
Azazel se echa a reír, una carcajada que retumba en la celda y hace eco en las paredes de piedra.
—La Ascensión me da igual —murmura con desdén— Lo único que quiero es destruir a mi oponente.
Kael lo observa con una ligera inclinación de cabeza, como si estudiara las palabras del prisionero antes de replicar.
—Quieres carne, demonio?
La sonrisa de Azazel se ensancha, y un brillo salvaje ilumina sus ojos. Se levanta despacio, quedando frente a Kael, sus cadenas tensándose con el movimiento, y su voz suena grave y desafiante al susurrarle.
—Pequeño o grande, estoy listo para destrozarlo.
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Nezu y Somi avanzan en silencio detrás de Ion por un corredor sombrío, cuyos muros parecen pesar más conforme se acercan a su destino. La luz es escasa, y el eco de sus pasos resuena, creando una atmósfera tensa. Al llegar a una puerta de madera pesada, Ion se detiene y, sin siquiera volverse hacia ellos, les lanza una advertencia.
—Aquí está el resto de su equipo. —dice con voz seca— Los estarán vigilando, así que no intenten nada estúpido.
Somi asiente rápidamente, y Nezu solo mantiene su mirada fija en la puerta. Cuando Ion se aleja y la puerta se cierra detrás de ellos, el complejo se revela en toda su sencilla dureza. El lugar está apenas iluminado y contiene a tres hombres. Ninguno parece interesado en sus nuevos compañeros, salvo uno que finalmente se levanta y se acerca con una sonrisa amplia y amistosa.
—¡Hola! —saluda con un tono animado que contrasta con el ambiente lúgubre— Me llamo Sol.
Somi sonríe un poco más relajado ante la amabilidad inesperada y responde presentándose a sí misma ya Nezu.
Sol observa a Nezu con una mezcla de curiosidad y admiración, deteniéndose en su tez y postura.
—Si llegaste hasta aquí, eres un niño bastante fuerte, ¿eh? —comenta, divertido.
Nezu no dice nada, solo sostiene la mirada de Sol, mientras un segundo hombre se aproxima, su altura y expresión dura proyectando una amenaza silenciosa. Los observa con desdén, especialmente a Somi y Nezu, y su voz grave rompe la breve calma.
—Más les vale no ser un estorbo. Si lo son, no dudaré en matarlos. —Luego, se aleja sin más, volviendo a su posición inicial.
Sol suspira, como si estuviera acostumbrado a esa actitud, y explica:
—Él es Nox, nuestro "capitán". —Le da un tono sarcástico a la palabra— Y aquel de allá —señala a un hombre de cabello blanco y expresión apagada, que apenas reacciona ante ellos— es Zen. No parece tener mucho interés en nada de esto, pero es letal en combate, así que no lo subestiman.
Somi se toma un momento para similar la situación y luego pregunta, con una mezcla de curiosidad y nerviosismo:
—¿De qué se trata todo esto de la ceremonia?
Sol frunce el ceño, desconcertado, como si fuera obvio.
—¿Cómo es que no lo saben? —pregunta, con incredulidad.
Antes de que Somi pueda responder, Nezu interviene, directo y calmado:
—Somos forasteros.
Sol asiente y empieza a explicar las reglas, levantando una mano para enumerarlas mientras mantiene una expresión despreocupada.
—Bueno, el objetivo del Abyss Run es simple: ganar cinco puntos antes que el equipo contrario. —comienza, mirando especialmente a Somi, que parece prestarle mucha atención— Se obtiene un punto cada vez que uno de nosotros logra introducir una bandera o algún objeto parecido en el agujero que protege el equipo rival.
Somi lo observa con ojos entreabiertos, como si estuviera tratando de imaginar la situación, y pregunta:
—¿Y el campo de juego?
Sol sonríe y asiente, señalando la importancia del terreno.
—El campo de juego está dividido en dos zonas. Cada equipo defenderá su propio agujero. —Hace una pausa dramática, bajando un poco el tono— Lo más interesante es que entre ambas zonas está el abismo, una hendidura enorme que las separa.
Somi entreabre los labios, impresionada, y Sol prosigue sin perder el ritmo.
—Para cruzar el abismo, hay bambúes colocados por todo el abismo.
Nezu asiente con la cabeza, comprendiendo las implicaciones del terreno, mientras que Somi, aún impactada, comenta:
—Suena... muy peligroso.
Sol se echa a reír y le da una palmada ligera en el hombro.
—No hay pasa nada tonta. —le dice, en tono burlón— Si llegaste hasta aquí, estoy seguro de que sabrás lo que hacer. Además, lo importante es mantener la cabeza fría y no arriesgarte demasiado.
Nezu interviene, mirando a Somi con una seriedad calmada.
—Mantente en la zona segura y todo estará bien. —le asegura, buscando tranquilizarla.
Somi asiente, un poco más tranquila, mientras Sol continúa explicando.
—Cada equipo está compuesto por cinco jugadores, así que formaremos un equipo completo. Las armas principales son espadas de madera, pero, si alguno de ustedes quiere fabricar su propia arma, está permitido pero debe ser hecha totalmente de madera.
Nezu lo escucha atentamente y luego pregunta, con un interés directo:
—¿Cuándo va a ser esto?
Sol le dedica una sonrisa despreocupada y le responde con un tono algo entusiasta.
—Será mañana al amanecer. Prepárense, porque será un espectáculo.
Somi exhala un suspiro nervioso.
—Tan pronto... —murmura, con cierta inquietud.
Sol la mira y sonríe, como si sus miedos fueran normales.
—Es normal que estés algo nerviosa. Yo también estoy emocionado; es como la noche antes de un gran evento. —responde alegremente— Y tranquilo, Nezu, nos encargaremos de mantener todo bajo control.
Nezu asiente, satisfecho con la respuesta, pero no tarda en hacer una pregunta clave.
— ¿Con quién nos enfrentaremos?
Sol se inclina un poco hacia ellos y baja la voz, haciendo que parezca un secreto.
—El otro equipo también pasó por un filtro, así que no esperen que sean novatos. Lo más probable es que esté Kael... —dice, en tono conspirador, observando la reacción de Nezu y Somi—. Es de la nobleza, además de ser el hermano de Nox.
Nezu lo observa con interés, mientras que Somi se queda boquiabierta por la revelación.
—¿Hermano de Nox? —susurra, sorprendida.
Sol asiente, disfrutando de su reacción.
—Sí, y parece que es alguien a quien no conviene subestimar. Del resto de su equipo no sé mucho, pero si lograron llegar hasta aquí, seguro serán fuertes.
Somi estaba a punto de seguir a Nezu cuando lo detuvo, preocupada por lo que podría hacer solo en ese lugar extraño.
—A ¿dónde vas? —preguntó.
Nezu se volvió, su expresión calmada y sin mucho entusiasmo.
—No hay mucho que podamos hacer hasta mañana —dijo, encogiéndose de hombros— Así que pensé en explorar un poco.
Somi se ofreció a acompañarlo, pero Nezu negó con la cabeza, su tono serio pero no despectivo.
—No siempre tienes que seguirme. Intenta relajarte un poco, Somi. —le sugirió.
Somi ascendiendo, algo reacia, y observa cómo se alejaba hasta perderlo de vista. Justo en ese momento, Sol se acercó a ella con una sonrisa amigable.
—Dime, ¿cuál es tu afinidad? —preguntó con una curiosidad genuina.
Somi titubeó antes de responder, bajando la voz al final.
—No lo sé… Apenas estoy entrando en este mundo. Ni siquiera sé si tengo una afinidad. —Confesó, algo triste.
Sol, con la misma sonrisa amable, le aseguró:
—Podemos averiguarlo.
Intrigada, Somi lo siguió mientras él la guiaba a una habitación contigua, un pequeño almacén repleto de materiales para crear armas de madera. Sol comenzó a buscar entre todas las cosas, y Somi lo observaba, algo incrédula.
— ¿De verdad hay una forma de saberlo? —preguntó, todavía insegura.
Sol avanzaba mientras sacaba una espada de madera y se la daba. Luego, sacó un pedazo de tela y, sin previo aviso, le vendió los ojos a Somi.
—¿Qué tengo que hacer? —preguntó ella, confundida.
Sol le pasó un pequeño frasco con un líquido amargo. Somi bebió, pero casi lo escupió de inmediato, quejándose del mal sabor.
—Respira hondo y agarra la espada con fuerza. —le indicó Sol, sin perder la calma.
Somi obedeció, pero sentí que algo no estaba bien. La incomodidad se mezclaba con el nerviosismo.
—Debes sentirte tranquila. —dijo Sol, en un tono suave, colocándole las manos en el abdomen y guiándola para respirar con calma— Deja que todo a tu alrededor desaparezca, como si no existiera. Intenta llegar a tu propio reino.
—¿Mi reino? —Susurró Somi, intrigada.
—Sí, al lugar que existe dentro de ti. —le explicó Sol en un susurro— Todo el mundo tiene un reino propio.
Somi respiró profundamente, intentando liberar su mente. Poco a poco, sintió como si el almacén desapareciera a su alrededor, y empezó a ver algo diferente. Con voz baja y temblorosa, le dijo a Sol:
—Veo… un paisaje… pero no hay ningún reino.
Sin embargo, Sol no respondió. Ahora, Somi sentía como si estuviera de pie en una vasta pradera. A sus espaldas, una colina alta se alzaba contra el horizonte. Casi sin pensarlo, comenzó a subir la colina, pero cada paso se sentía más pesado que el anterior, como si una fuerza invisible intentara retenerla. Finalmente, llegó a la cima, jadeando y exhausta.
Desde allí, divisó su pueblo escondido tras la colina, pero lo que vio la llenó de terror: el pueblo estaba en llamas. Somi, desesperada, gritó con todas sus fuerzas.
—¡Rina! ¡Nina! ¡Abuelo!
Sus gritos eran desesperados y desgarradores, las lágrimas caían por su rostro mientras comenzaba a correr cuesta abajo, buscando llegar al pueblo. Pero cada paso la hacía sentir que la colina se extendía más, como si el camino se volviera eterno y más empinado. De repente, perdió el equilibrio, cayó rodando hasta quedar al pie de la colina, inmóvil y sin poder moverse.
-¡No! ¡No! —gritó, sintiendo cómo la oscuridad comenzaba a engullirla.
En un parpadeo, el paisaje desapareció, y de pronto volvió a estar en el almacén, todavía sentada y con la venda sobre los ojos. Desesperada, se quitó la tela de un tirón y miró a Sol, que la observaba con una sonrisa tranquila.
—¿Qué… qué fue eso? —preguntó, temblorosa.
Sol señaló la espada de madera que aún sostenía en su mano. Somi, algo desconcertada, bajó la mirada y notó que del mango surgía un leve hilo de humo, como si la madera misma estuviera respondiendo a algo profundo y desconocido dentro de ella.
En un rincón silencioso del complejo, Nezu observaba a Nox entrenando. El capitán del equipo estaba inmerso en una serie de ejercicios intensos, moviéndose con precisión y fuerza, completamente concentrado en cada movimiento.
—Si mañana es tan importante, ¿por qué no estás descansando? —le preguntó Nezu, su tono tranquilo y neutral.
Nox ni siquiera se detuvo para responder, lanzándole una mirada despectiva.
—Cállate, sabandija. No voy a escuchar las tonterías de un niño.
Nezu no se dejó afectar por el desprecio en su voz.
—Si te lastimas y no puedes competir mañana, sería problematico, ¿no?
Nox detuvo su entrenamiento por un instante, clavando en Nezu una mirada fría y dura.
—Si mi cuerpo no aguanta, entonces no merezco competir. No necesito tu opinión.
Nezu lo miró con curiosidad.
—Tan importante es la ascensión para ti?
Nox se quedó en silencio por un momento, luego soltó un bufido y continuó con su entrenamiento.
—La ascensión… —murmuró, con desprecio en su voz—. Pura mierda. No significa nada para mí.
Nezu frunció el ceño.
—Entonces, ¿por qué compite?
Nox lanzó una mirada llena de frialdad, sus palabras llenas de desdén.
—Para la basura como tú, significa libertad. Para mí, no significa nada. Pero voy a ganar, de todos modos.
—¿Es por tu hermano? —preguntó Nezu, tanteando el terreno.
Nox, enfurecido, se giró de inmediato, tomándolo del cuello y estampándolo contra la pared con fuerza. Nezu, sin embargo, mantuvo la calma, observándolo sin perder la compostura. El gesto sereno de Nezu desconcertó a Nox, quien finalmente lo soltó, notando su propia ira reflejada en el silencio impasible de Nezu.
—No es eso algo que te interesa, entonces? —preguntó Nox, su voz llena de escepticismo.
—No, exactamente —respondió Nezu, manteniendo su tono sereno.
La respuesta intrigó a Nox, quien cruzó los brazos, esperando que Nezu continuara.
—Si tu hermano es de la nobleza —prosiguió Nezu—, entonces tú también lo eres… a menos que hayas sido exiliado.
Nox se quedó en silencio, sus labios apretados mientras observaba a Nezu con una mezcla de rabia y desconcierto.
—Perdi algo —dijo Nezu, antes de corregirse, mientras se acercaba— No, me quitaron algo. Y sospecho que tu gente lo puede tener.
Nox, sin decir una palabra, pasó junto a Nezu y lo empujó con el hombro, dispuesto a irse. Pero Nezu, en un movimiento rápido, le sujetó por la espalda y lo llevó al suelo con habilidad, manteniéndolo en una posición de control.
—Te estoy ofreciendo una oportunidad para vencer a tu hermano. —le susurró Nezu, firme.
Nox, con el rostro enrojecido por la furia, se liberó y lo sujetó con fuerza, listo para contraatacar, pero antes de que la pelea pudiera escalar, una figura interrumpió. Zen, el otro integrante del equipo, se acercó con pasos despreocupados y los separó rápidamente con un par de golpes firmes a ambos. Su expresión era aburrida, como si el conflicto le pareciera una molestia insignificante.
—Cállense y déjen de pelear. —les dijo Zen en un tono desinteresado, antes de volverse a su lugar y sentarse, cerrando los ojos con tranquilidad.
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