Luana Martínez es una joven de 23 años que ha dedicado su vida a la repostería, siguiendo los pasos de su madre en la pastelería familiar. A pesar de ser sociable y tener un fuerte vínculo con su hermano Mike, Luana es reservada y prefiere la tranquilidad de su hogar a las fiestas. Su vida da un giro inesperado cuando recibe una invitación a la fiesta de Logan Harris, un atractivo empresario de 27 años conocido por su vida social agitada y su carisma.
A medida que Luana se adentra en el mundo glamuroso de Logan, comienza a cuestionar sus propias limitaciones. Él, con su espíritu aventurero y despreocupado, es todo lo contrario a ella. A través de encuentros inesperados y conversaciones profundas, Luana se encuentra cada vez más atraída por su manera de ver la vida. Luana debe enfrentar sus miedos y abrirse a nuevas experiencias, mientras descubre que el amor puede florecer en los lugares más inesperados.
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Capítulo 11: Tal vez
Logan
El aire fresco de la mañana me golpeaba la cara mientras caminaba por el sendero que bordeaba el lago. El sol se reflejaba en el agua, creando un espectáculo de destellos dorados que me hipnotizaba. Pero mi mente estaba en otro lugar, en un mundo de aromas a vainilla y chocolate, de sonrisas cálidas y miradas que te hacían sentir especial.
Desde la cita con Luana, no había dejado de pensar en ella. Su sencillez, su pasión por la repostería, su risa contagiosa, todo en ella me había cautivado. Había algo en ella que me hacía sentir diferente, algo que me llenaba de una energía que no había experimentado antes.
Mientras caminaba, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Era un mensaje de David.
Oye, ¿te animas a dar una vuelta en kayak?
Decía el mensaje de David.
Le respondí que sí, que me encontraba en el lago, y que ya iba para allá. Pero mientras escribía el mensaje, mi mente seguía divagando en Luana.
— ¿Te gustaría hacer esto de nuevo? — le había preguntado al final de la cita, sintiendo que no quería que la noche terminara.
— Definitivamente. — había respondido Luana, con una expresión entusiasta. — Me encantaría seguir conociéndote.
La idea de verla de nuevo me llenaba de emoción. Quería que nuestra próxima cita fuera algo especial, algo que nos permitiera conectar aún más.
Sin darme tiempo siquiera a pensar, tome el teléfono en mis manos y escribí su nombre, para luego llamarla.
— Luana, ¿estás ahí? — dije, sintiendo que la necesidad de hablar con ella era más fuerte que la de acompañara a mi hermano.
— Hola, Logan. — respondió, con una voz suave y dulce. — ¿Qué tal estás?
— Bien, estoy dando un paseo por el lago. — respondí, sintiendo que la paz del lugar se mezclaba con la emoción de hablar con ella. — ¿Y tú?
— Estoy en la pastelería, ayudando a mi mamá. — respondió, con un tono de voz alegre. — ¿Te gustaría que te invitara a probar un pastel de chocolate?
— Me encantaría. — respondí, sintiendo que una sonrisa se dibujaba en mi rostro. — Pero me gustaría que nuestra próxima cita fuera algo especial. ¿Qué te parece si te invito a cenar a un restaurante que conozco? Es un lugar precioso, con una vista increíble.
— Me parece una gran idea. — respondió, con un tono de voz entusiasta. — Pero… ¿qué tal si te invito yo a la pastelería? Me encantaría que probaras mi pastel de chocolate. Es mi especialidad.
— Me encantaría. — respondí, la idea me fascinaba. — ¿Cuándo te parece bien?
— ¿Qué tal el martes por la tarde? — respondió, con un tono de voz alegre. — Te puedo preparar un pastel especial.
— Perfecto. — respondí, sintiendo que una nueva energía me invadía. — Estoy deseando probarlo.
— Te espero con muchas ganas. — respondió, con una sonrisa en su voz. — Hasta pronto.
— Hasta pronto. — respondí, sintiendo que la felicidad me inundaba.
Colgué el teléfono y me quedé mirando el lago, sintiendo que una nueva energía me invadía. La idea de pasar una tarde en la pastelería con Luana, probando su pastel de chocolate, me llenaba de emoción. Había algo especial en ella, algo que me hacía sentir que estaba en el camino correcto.
Mientras regresaba a la cabaña, mi mente divagaba en Luana y en la posibilidad de que ella fuera la respuesta a las preguntas que me atormentaban. Tal vez, solo tal vez, ella era la pieza que me faltaba para encontrar un nuevo rumbo en mi vida.
Al entrar en la cabaña, encontré a mi madre sentada en el sofá, leyendo un libro. Se levantó al verme y me sonrió.
— Hola, cariño. — dijo, con un tono de voz cariñoso. — ¿Cómo te fue el paseo?
— Bien, mamá. — respondí, sintiendo que una sonrisa se dibujaba en mi rostro. — El lago está precioso.
— Me alegro. — dijo mi madre, con una sonrisa. — ¿Y qué tal el fin de semana? ¿Estás disfrutando de la cabaña?
— Sí, mamá. — respondí, sintiendo que la calidez de su presencia me reconfortaba. — Es un lugar maravilloso.
— Me alegro. — dijo mi madre, con una sonrisa. — Y tú, ¿cómo estás? ¿Te sientes bien?
— Sí, mamá. — respondí, sintiendo que una nueva energía me invadía. — Estoy bien. De hecho, me siento mejor que nunca.
— Me alegro. — dijo mi madre, con una sonrisa. — ¿Y qué planes tienes para la semana que viene?
— Bueno, tengo una cita el sábado. — respondí, sintiendo que una sonrisa se dibujaba en mi rostro. — Con una chica que conocí en la fiesta de inauguración del hotel.
— ¿En serio? — preguntó mi madre, con un tono de voz curioso. — ¿Y cómo es?
— Es una mujer encantadora. — respondí, sintiendo que la felicidad me inundaba. — Es auténtica, sencilla, y tiene una pasión por la vida que me atrae.
— Me alegro por ti, cariño. — dijo mi madre, con una sonrisa. — Espero que seas feliz.
— Gracias, mamá. — respondí, sintiendo que la calidez de sus palabras me llenaba de energía. — Yo también lo espero.
— Y recuerda, cariño. — dijo mi madre, con un tono de voz más suave. — El amor es un regalo precioso. No lo des por sentado.
— Lo sé, mamá. — respondí, sintiendo que las palabras de mi madre eran lo que necesitaba. — Gracias.
— De nada, cariño. — dijo mi madre, con una sonrisa. — Ahora, ¿qué tal si nos sentamos a charlar un poco?
— Me encantaría. — respondí, sintiendo que la calidez de su presencia me reconfortaba.
Nos sentamos en el sofá, y mi madre y yo charlamos durante horas. Hablamos de todo un poco, de nuestras vidas, de nuestros sueños, de nuestros miedos. Y mientras charlábamos, no pude evitar pensar en Luana y en la posibilidad de que ella fuera la respuesta a las preguntas que me atormentaban.
Tal vez, solo tal vez, ella era la pieza que me faltaba para encontrar un nuevo rumbo en mi vida.