Después de un devastador adiós, la vida de Lucía cambia drásticamente. En su nuevo trabajo como asistente en una prestigiosa empresa, descubre que su jefe es el imponente y enigmático CEO, Alejandro Ferrer. Desde el primer día, Alejandro se muestra distante y frío, pero detrás de esa fachada se esconde un hombre marcado por traiciones y engaños del pasado.
A medida que Lucía se sumerge en el mundo corporativo, se enfrenta a desafíos y rivalidades, descubriendo que la oficina es un campo de batalla donde la venganza y la ambición están a la orden del día. Pero lo que Lucía no sabe es que Alejandro ha puesto sus ojos en ella. Pese a que Lucía no siente lo mismo, Alejandro está decidido a luchar por su amor, desafiando las sombras de su pasado y enfrentando cualquier obstáculo que se interponga en su camino.
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Capítulo 12: La Sombra del Pasado
La noticia del compromiso entre Lucía y Alejandro fue recibida con entusiasmo por todos en la Torre Ferrer. Los preparativos para la boda comenzaron rápidamente, y la emoción era palpable en el aire. Sin embargo, mientras la pareja planeaba su futuro juntos, una sombra del pasado estaba a punto de resurgir.
Una mañana, mientras Lucía revisaba algunos documentos en su oficina, recibió una llamada de un número desconocido. Dudó un momento antes de contestar.
"¿Hola?" dijo, con una ligera sensación de inquietud.
"Lucía Rodríguez," respondió una voz familiar, aunque con un tono gélido. "Soy Antonio Vargas."
Lucía sintió un escalofrío recorrer su espalda. "¿Qué quieres, Vargas? Estás en prisión. No deberías poder llamarme."
"He encontrado formas de comunicarme," dijo Vargas con desprecio. "Solo quería felicitarte por tu compromiso. Aunque me temo que tu felicidad no durará mucho tiempo."
Lucía intentó mantener la calma. "No me intimidas, Vargas. Ya hemos expuesto tus crímenes, y ahora estás pagando por ellos."
"Eso es lo que tú crees," respondió Vargas, su voz llena de veneno. "Pero tengo amigos en lugares altos, y no todos están contentos con tu pequeña victoria. Te sugiero que mires a tu alrededor, Lucía. Nunca sabes quién podría estar observándote."
La llamada terminó abruptamente, dejando a Lucía con una sensación de inquietud. Sabía que Vargas no era alguien que se diera por vencido fácilmente. Inmediatamente llamó a Alejandro y le contó lo sucedido.
"Tenemos que reforzar la seguridad," dijo Alejandro, preocupado. "No podemos permitir que Vargas o sus aliados nos hagan daño."
A partir de ese momento, Lucía y Alejandro tomaron medidas adicionales para protegerse. Contrataron guardaespaldas y establecieron protocolos de seguridad más estrictos tanto en la Torre Ferrer como en sus hogares. A pesar de las precauciones, la amenaza de Vargas seguía latente en sus mentes.
Unos días después, mientras Lucía caminaba hacia su coche en el estacionamiento de la Torre Ferrer, notó que un hombre la observaba desde la distancia. Llevaba una chaqueta oscura y gafas de sol, y su mirada era penetrante. Lucía decidió ignorarlo y acelerar su paso, pero el hombre comenzó a seguirla.
Con el corazón acelerado, Lucía alcanzó su coche y entró rápidamente. Bloqueó las puertas y observó al hombre desde el espejo retrovisor. Este se detuvo a unos metros de distancia y luego se alejó, desapareciendo entre las sombras.
Esa noche, Lucía le contó a Alejandro lo que había sucedido. "No podemos seguir viviendo con miedo," dijo Alejandro, abrazándola con fuerza. "Tenemos que encontrar una manera de poner fin a esto de una vez por todas."
Decidieron contactar a la policía y compartir la información sobre la llamada de Vargas y el hombre sospechoso que había seguido a Lucía. Las autoridades comenzaron una investigación para identificar a los posibles cómplices de Vargas y asegurar la protección de Lucía y Alejandro.
Mientras tanto, Lucía y Alejandro continuaron con los preparativos para la boda, intentando mantener una apariencia de normalidad. Sabían que no podían dejar que Vargas arruinara su felicidad.
El día de la boda se acercaba rápidamente, y con él, una mezcla de emoción y nerviosismo. La ceremonia estaba planeada para celebrarse en un hermoso jardín, rodeado de amigos, familiares y colegas. Sin embargo, la sombra de Vargas seguía presente.
La noche anterior a la boda, Lucía recibió otro mensaje inquietante. Esta vez, era una carta deslizada bajo la puerta de su apartamento. En ella, había una foto de ella y Alejandro, con un mensaje escrito a mano: "No estoy terminado contigo. Nos veremos pronto."
Lucía sintió el pánico apoderarse de ella, pero decidió no permitir que el miedo la dominara. Llamó a Alejandro y le mostró la carta. "No podemos dejar que Vargas nos controle," dijo, con determinación. "Mañana es nuestro día, y nada ni nadie nos lo va a arruinar."
Alejandro asintió, tomando su mano. "Estamos juntos en esto, Lucía. No dejaré que nada te pase."
La mañana de la boda llegó con un sol radiante y un aire fresco. El jardín estaba decorado con flores blancas y cintas doradas, y los invitados comenzaron a llegar, todos ansiosos por celebrar el amor de Lucía y Alejandro. La pareja había tomado todas las precauciones posibles, con seguridad adicional y la policía alerta.
Lucía caminó hacia el altar con una sonrisa brillante, su vestido blanco resplandeciendo bajo la luz del sol. Alejandro la esperaba, con los ojos llenos de amor y promesas de un futuro juntos. Cuando se tomaron de las manos, todo el miedo y la ansiedad parecieron desvanecerse.
"Lucía, hoy comenzamos una nueva vida juntos," dijo Alejandro, con la voz llena de emoción. "Prometo estar a tu lado en cada paso del camino, enfrentando cualquier desafío y disfrutando cada momento de felicidad."
"Y yo prometo amarte y apoyarte, sin importar lo que venga," respondió Lucía, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad.
La ceremonia continuó sin interrupciones, y cuando finalmente se besaron, los aplausos y vítores de los invitados llenaron el aire. Lucía y Alejandro se abrazaron, sintiendo que, a pesar de todas las amenazas y desafíos, su amor era más fuerte que cualquier obstáculo.
Sin embargo, mientras la pareja se perdía en su momento de felicidad, una figura en las sombras observaba con ojos fríos y calculadores. La sombra de Vargas aún no se había disipado por completo, y la lucha por un futuro seguro y feliz estaba lejos de terminar.