La historia de Zander y Yoriko continúa en esta segunda parte llena de misterios, acción y mucho romance
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Capítulo XIV
La mañana amanecía radiante, iluminando la ciudad con un brillo dorado. Zander se despertó al escuchar golpes insistentes en su puerta. Se preguntó quién podría ser a esa hora. Con curiosidad e incomodidad, se acercó a la puerta y la abrió. Para su sorpresa, Ajax estaba allí, esperándolo.
- ¿Qué haces aquí? - Zander preguntó, con tono firme.
- Es urgente que vengas conmigo - respondió Ajax, con voz grave.
- ¿Por qué? ¿Qué sucede? - Zander preguntó, inseguro, con la sensación de que algo no andaba bien.
- Solo ven, Lord Van quiere verte - respondió Ajax.
- Siempre tan oportunos ustedes. Está bien, los veré allá. - Zander aceptó, con un tono firme.
Sin muchas opciones y sin querer despertar a Kendo, Zander se dirigió hacia la residencia de su empleador. La madrugada aún se aferraba a la ciudad, pintando el cielo con pinceladas de naranja y púrpura. El silencio del pueblo medieval solo era interrumpido por el canto de algún gallo solitario y el crujir de las viejas casas de madera, que parecían susurrar historias de tiempos pasados.
Las calles empedradas, brillantes bajo la tenue luz de la luna, guiaban a Zander a través del laberinto de callejones y plazas. El aire fresco, cargado con el aroma a madera húmeda y tierra mojada, llenaba sus pulmones, acompañado por el sonido amortiguado de las botas de Zander sobre las piedras.
Cada casa, con su arquitectura medieval, era un testimonio de la historia del lugar. Ventanas con vidrios pequeños y gruesos, techos inclinados cubiertos de tejas de pizarra, y fachadas adornadas con escudos familiares. Las paredes, desgastadas por el paso del tiempo, contaban historias de la vida cotidiana, de las alegrías y las penas de sus habitantes.
Zander se preguntaba cuál sería la urgencia que lo citaba tan temprano. Supuso que se trataba de algo relacionado con el trabajo que le había encomendado Lord Van. Tal vez una nueva misión, un nuevo peligro que enfrentar. Pero, en su mente, una sombra de preocupación se cernía, algo le decía que esta vez las cosas serían diferentes.
Al llegar, entraron por una puerta lateral de la casa, una entrada que Zander nunca había utilizado. Esta puerta conducía al jardín, un lugar que Zander solo había visto desde la ventana.
Bajo una gran sombrilla de terciopelo carmesí, bordada con intrincados diseños de dragones y flores de lis, Van estaba sentado en un banco de piedra tallada. Su cuerpo, una vez robusto y erguido, ahora se encorvaba debajo de las pesadas telas de su túnica negra. Sus ojos, que antaño brillaban con una luz astuta e impenetrable, ahora estaban apagados, como un fuego que se apaga poco a poco.
Su rostro, marcado por las arrugas profundas que parecían surcos labrados por el tiempo y la preocupación, mostraba una palidez inusual. Las manos, que una vez dominaron las riendas del poder y manejaron las armas con destreza, ahora temblaban ligeramente, casi invisibles bajo el peso de la edad y la enfermedad.
Zander, al observarlo, sintió un escalofrío recorriéndole la espina dorsal. No era solo la enfermedad la que debilitaba a Van, sino que una sombra de muerte se cernía sobre él, intangible, pero presente. Como si el mismo tiempo se hubiera conspirado para arrebatarle la vida y el poder que tanto atesoraba. Zander pensó que al viejo no le quedaba mucho tiempo en este mundo. El destino de Van era inevitable, como la marea que se retira de la costa, la muerte se acercaba irremediablemente, arrastrando consigo la fuerza y la influencia del anciano lord.
- Bienvenido de vuelta, joven Zander. - Lord Van dijo, con voz débil.
- ¿Qué es lo que quieres? Siempre me buscas en momentos inoportunos. - Zander preguntó, con un tono firme.
- Deberías dejar de ser tan maleducado, eso podría traerte problemas. - Lord Van respondió, con ironía.
- Creo que ya soy lo suficientemente maduro para saber cómo comportarme... En fin, ¿qué sucede? - Zander insistió, con un tono firme.
- Te doy un consejo, tómalo o déjalo. La caravana pasará por la ciudad en dos noches. Ya sabes qué hacer. - Lord Van dijo.
- ¿Dos días? ¿Estás loco? No, no lo haremos, no hay tiempo. - Zander respondió, enfadado.
- Pensé que dirías eso, por eso tengo un "seguro" para que lo hagas. - Lord Van respondió.
- ¿Qué dices? - Zander preguntó, inseguro, con la sensación de que algo iba mal.
Lord Van chasqueó los dedos y Ajax apareció, pero no estaba solo. Llevaba en brazos a Kyo, golpeado. Ese era el "seguro", ¿quién era tan cruel como para golpear a un niño?
- ¿Qué te pasa, maldito desgraciado? Déjalo en paz, él no tiene nada que ver en esto. - Zander gritó, enfadado.
- Es mi "seguro". Haz lo que te dije y él estará bien. - Lord Van respondió.
- Eso no es justo. La cosa es conmigo, déjalo en paz. - Zander insistió.
- Repito, haz el trabajo y nada le pasará. - Lord Van respondió.
Lord Van había hecho un movimiento cruel, pero inteligente. Con Kyo como rehén, Zander estaba obligado a actuar, a pesar de la furia que lo invadía.
Lord Van no dejó que Zander dijera nada más, simplemente lo hizo abandonar la casa. Ya lo había puesto al tanto y amenazado, solo debía esperar a que él hiciera su parte.
(Qué injusto es cuando alguien, para obligar a otro a hacer algo, utiliza como "seguro" o amenaza a alguien de la familia que no tiene nada que ver con la disputa).
Zander se fue a casa muy enfadado. Solo tenía dos noches para actuar, sin haber terminado de planear. Además, el viejo desgraciado tenía capturado a su hermanito. Era muy entendible el enojo, estaba en una situación difícil; no podía denunciar a Lord Van ante las autoridades, pues era un hombre muy poderoso e influyente en la ciudad. Esa opción estaba descartada.
Al menos ahora sabía dónde estaba Kyo y ya no tenía que buscarlo sin pistas.
Una vez en casa, apresuró a Kendo para seguir estudiando los planes, solo para tener algo que hacer en caso de que las cosas se complicaran. Kendo preguntó qué debía hacer, cuál era su papel en la misión. Zander le explicó que para protegerlo, lo iba a posicionar en otra parte del camino y él se infiltraría solo. Sacar a Kendo de la acción era injusto, pero era lo mejor para su seguridad. Luego de horas de intensa planificación, ambos agotados, se quedaron dormidos.