El Deseo De Laura

Alma, después de lo ocurrido, decidió despedirse de Susan en la escuela para ir a buscar a Sofía. El incidente la había dejado pensativa, pero también más decidida a proteger y cuidar de quienes amaba. Mientras recogía sus cosas, Susan se le acercó con una sonrisa tímida.

—Alma, ¿te gustaría venir a mi casa esta tarde? Podrías traer a Sofía. Así podríamos pasar tiempo juntas y ella podría jugar un rato —sugirió Susan, sus ojos brillando con entusiasmo.

Alma sonrió ante la invitación. Sabía que Sofía se divertiría y que pasar tiempo con Susan sería una buena manera de fortalecer su amistad y apoyo mutuo.

—Claro, Susan. Será un placer. Déjame llamar a Máximo para avisarle —respondió Alma, sacando su teléfono.

Máximo estaba en una importante reunión de negocios, por lo que Andrés, su secretario, fue quien contestó la llamada.

—Buenos días, Alma. Máximo está en una reunión en este momento. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —dijo Andrés con profesionalismo.

—Hola, Andrés. Solo quería avisar que voy a recoger a Sofía para llevarla a casa de una amiga. Por favor, dígale a Máximo cuando tenga un momento —respondió Alma.

—Por supuesto, Alma. Le pasaré el mensaje tan pronto como salga de la reunión —aseguró Andrés antes de colgar.

Alma se despidió de Susan momentáneamente y se dirigió a buscar a Sofía. Al llegar a la guardería, encontró a la pequeña jugando alegremente con sus amigos. Al verla, Sofía corrió hacia ella con los brazos extendidos.

—¡Mamá! —gritó Sofía, llenando el corazón de Alma con una mezcla de amor y ternura.

Konstantin, que había decidido esperar en el estacionamiento mientras Susan recogía sus cosas, observó la escena desde lejos. No estaba al tanto de toda la dinámica familiar de Alma, pero supuso que debía ser la hermana mayor de Susan, dado el fuerte vínculo que parecía tener con Sofía. Sin embargo, cuando escuchó a Sofía llamar a Alma "mamá", se sintió confundido y decidió seguirlas discretamente, sin intervenir.

Alma, sin notar a Konstantin, llevó a Sofía hasta el auto y condujo hasta la casa de Susan. La pequeña estaba emocionada por la visita y no paraba de hablar sobre lo mucho que le gustaba jugar con Susan.

Al llegar a la casa de Susan, Alma estacionó y ayudó a Sofía a salir del auto. Susan ya las esperaba en la puerta, saludando con una gran sonrisa.

—¡Qué alegría que hayan venido! —exclamó Susan, abrazando a Alma y luego a Sofía.

Las tres entraron en la casa, y mientras las niñas se dirigían al salón para jugar, Alma y Susan se sentaron en la cocina a charlar un rato. Alma le contó a Susan cómo había conocido a Máximo y cómo había llegado a ser la madre adoptiva de Sofía. Le explicó que, aunque no era su madre biológica, la amaba como si lo fuera y que la había adoptado tras la muerte de Laura, la madre biológica de Sofía y su hermana. Máximo era el padre de Sofía y viudo de Laura, y había confiado en Alma para cumplir su promesa de cuidar a la pequeña.

Susan, conmovida por la historia, tomó la mano de Alma y le dijo:

—Eres una persona increíble, Alma. Sofía tiene mucha suerte de tenerte como madre. Y estoy segura de que Máximo también está agradecido por todo lo que haces por ella y por la familia.

Mientras tanto, Konstantin, que había seguido a Alma y Sofía hasta la casa de Susan, se quedó en su auto, tratando de entender la situación. Decidió llamarla para aclarar su confusión.

—Alma, soy Konstantin. Te vi en la escuela y quería asegurarme de que todo estaba bien. Solo me preocupa un poco... Vi que Sofía te llamó "mamá" y me preguntaba... —dijo, con cierto titubeo en su voz.

Alma, sorprendida por la llamada, le explicó pacientemente a Konstantin su situación familiar.

—Konstantin, entiendo tu confusión. Sofía me llama mamá porque la adopté después de que su madre, Laura, falleciera. Laura era mi hermana y le prometí que cuidaría de su hija. Y aunque no soy su madre biológica, la considero mi hija en todos los aspectos.

Konstantin escuchó atentamente, comprendiendo finalmente la situación. Admiró aún más a Alma por su valentía y dedicación.

—Gracias por aclarármelo, Alma. Eres una persona muy fuerte y admirable. Si alguna vez necesitas ayuda, no dudes en llamarme —dijo Konstantin, con sinceridad en su voz.

Alma agradeció el apoyo de Konstantin y se despidió. Volvió con Susan y Sofía, sintiéndose más segura y reafirmada en su papel como madre y amiga.

Mientras las niñas jugaban alegremente en el salón, Alma y Susan conversaron sobre sus planes y sueños, disfrutando de la compañía mutua y sabiendo que, juntas, podían enfrentar cualquier desafío. Y así, en medio de risas y juegos, la pequeña familia extendida encontró un momento de paz y felicidad, un respiro necesario en medio de sus complicadas vidas.