No Soy Un CEO Despiadado

Ya habían pasado cerca de dos días desde que había empezado a trabajar como camarera de uno de los mejores restaurantes de alta gama de la ciudad, en dónde sólo la crema y la nata de la alta sociedad asistía.

En Edén sólo hacer una reserva podía tardar meses. Además, el chef principal era alguien de suma importancia que ha ganado múltiples premios a nivel nacional e internacional.

Cuando escuché este tipo de información no pude evitar pensar en mis sueños perdidos. En el pasado, alguna vez, consideré convertirme en chef. Pero debido a lo que pasó con mis padres, tuve que enfrentar la realidad y abandonar mis sueños de juventud. No pude seguir siendo una adolescente despreocupada, tuve que madurar rápidamente ya que me convertí en la jefa de familia, dado que ninguno de mis familiares se quiso hacer cargo de nosotras.

Pensar en eso me deprimía. Y aunque no me arrepentía de mi vida siempre quedaba esa espina del que hubiera pasado.

—Hoy va a haber un banquete privado, así que todo debe estar perfecto —ordenó mi nuevo jefe— Mantengan una conducta intachable. Ya saben a lo que me refiero, no traigan el desastre sobre sí mismo al meterse con personas que no deben. Bueno, comiencen.

—Sí, jefe — gritamos al unísono.

Poco a poco el lugar fue quedando vacío, justo cuando iba a tomar una bandeja llena de copas de vino, la voz quejumbrosa de cierto joven me detuvo.

—¿Qué quiso decir con desastre, acaso teme que seduzca a algún millonario? Ni que todos fueran gays. Ya quisiera yo tener una relación BDSM con algún millonario como la de Cristhian y Anastacia — se quejó con hastío.

Reí al escucharlo, supe que era de los míos, es decir, un joven lector —. Tampoco creo que todos sean heteros, así que, no pierdas la esperanza.

El joven sonrió, sus ojos chocolates se arquearon en media lunas. Luego se acercó a mi lado y me tendió su mano.

— Soy Zeus y tu belleza, ¿cómo te llamas?

— Soy Fernanda, pero puedes llamarme Fer — le respondí.

— Bueno, Fer. Tampoco pierdas la esperanza, quizás en esta noche especial conozcas a tu príncipe azul. Dicen que habrá muchas personas importantes, los herederos y futuros líderes de todo el país estarán presentes.

— En realidad, no ando en busca de novio. Solo estoy por el trabajo, aunque no me quejó si algún hombre guapo y rico se interesa en mí — le dije risueña.

Zeus sacudió la cabeza divertido. Con la llegada de los demás empleados a retirar las demás bandejas de bocadillos y vinos. Ya no pudimos seguir conversando. Le sonreí de nuevo a Zeus y tomé una bandeja de copas de vino para empezar a repartir a los invitados.

Sin embargo, aunque mi intención fue no involucrarme con ninguno de los invitados de esta noche. Eso no fue el caso. Parecía que el destino estaba empeñado en unirme con ese demonio frío se Max Hidalgo.

Desde que entró me di cuenta de su presencia, debido a nuestros intercambios anteriores hice todo lo posible para evitarlo. No quería terminar echándole una copa de vino. Después de todo, aún había una parte de mí que me decía que el fiasco de la última vez no fue un mero accidente.

— Fernanda, el jefe dice que envíes está bandeja a la mesa 8.

¡Oh, no! ¡Esa era la mesa en dónde estaba sentado Max Hidalgo!

— No puedes hacerlo tú, tengo un calambre en la pierna…

Maritza no dejó que termine de hablar y me dió una mirada mortal.

— ¿Acaso crees que eres la única que está cansada? Anda mujer, ve y haz lo que te ordenan. ¿O quieres que le diga al jefe? Escuché que tu hermana está enferma, sé obediente si no quieres perder este trabajo.

Me mordí el labio, inhale y exhale para no cometer una locura. Pero, Cielos, la forma tan desagradable en la que me habló la chica de ojos verdes delante de mis ojos hizo que quisiera utilizar la violencia.

— Está bien, no necesitas humillarme — le dije mientras tomaba la bandeja.

Fruncí los labios y me dirigí hacia la mesa ocho. La cabellera dorada de Max Hidalgo brillaba como un pequeño sol. Apreté los dientes y empecé a servir las copas.

— Creo que el nuevo tratado de libre comercio del gobierno es una gran oportunidad…

— Las últimas innovaciones tecnológicas de Alejandro Hidalgo han sido muy demandadas…

— El caso de soborno se ha extendido…

— Las licitaciones serán el próximo fin…

Las conversaciones iban y venían; Me sentí confundida con su ir y venir. Solté un suspiro de alivio en cuanto terminé de repartir el vino.

Sin embargo, no supe qué pasó, en un momento estaba parada sonriendo con satisfacción y al siguiente me encontraba en el regazo de Max Hidalgo. Mi ropa junto con su ropa había sido arruinada debido a las copas de vino que quedaban en mi bandeja.

— Lo siento — dije con pánico — No fue mi intención — insistí — No lo hice a propósito. Ni siquiera sé porque pasó esto.

Por el rabillo del ojo vi la mirada llena de regodeo de Maritza.

¡Oh, no! No me digas que esa perra lo hizo. ¿Por qué? ¿Qué le pasa?

— Está es la tercera vez señorita.

Abrí y cerré los ojos al escuchar hablar por primera vez a mi ex jefe. Su voz se escuchaba profunda y ronca; muy varonil que por un momento hizo a mi corazón latir. Pero en cuanto me di cuenta del disgusto en sus ojos no tuve más remedio que reaccionar.

— ¿Eh?

— Es la tercera vez que me encuentro con usted y termina vertiendo alguna bebida encima de mí. No creo en las coincidencias. Así que dígame, ¿qué es lo que quiere?

Contuve la respiración. Él me preguntaba qué es lo quería, bueno yo también quería preguntarle al cielo.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué siempre él estaba presente en estos momentos? Yo también tenía mucho que sospechar. ¿Por qué siempre me encontraba con él?

— Nada, nada — respondí de manera rápida —. Es más, considero que usted es la persona que me está acechando. Ya me despidieron dos veces por su causa. Así que dígame, ¿qué es lo que quiere de mí?