Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
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Parte 11 (+18)
Althea
Era raro, no sabía qué estaba pasando conmigo y con Leonardo, pero actualmente no le iba a echar cabeza a eso, porque no quería echarle leña al fuego, porque posiblemente todo venía de mi cabeza.
No tenía suerte con los hombres en general. A mis 20 años, nunca había tenido novio, ni podía afirmar que había tenido una relación sex*al, porque eso sería mentir. Sin embargo, había compartido momentos íntimos con dos hombres en mi vida, aunque solo uno de ellos había sido verdaderamente memorable. El segundo, con quien había experimentado una conexión especial, solo había ocurrido tres veces, mientras que los demás encuentros habían sido fugaces. Había dejado mi país natal y había comenzado mi viaje hacia España en busca de nuevas oportunidades.
Pensar en que le resultaba atractiva a Leonardo me parecía la cosa más descabellada posible, porque no era su tipo, no podía ser su tipo, era un padre soltero, viudo, no estaba segura, pero no le quería echar cabeza a eso.
Cuando el secretario me indicó cuál sería mi nueva habitación, asentí con gratitud. Sabía que adaptarme aquí sería un poco más complicado, especialmente porque no hablaba italiano. Era una verdadera torpeza en ese idioma, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para aprenderlo.
La voz de Matteo me sacó de mis pensamientos mientras salía de la habitación. Estaba adorable en su pijama de ositos, frotándose los ojos.
—Lo siento, ¿te llevaron a la habitación? —pregunté, sintiendo un cálido afecto hacia el pequeño.
—Sí, este lugar es enorme —respondió, levantando sus brazos para que lo cargara, lo cual hice con cuidado.
—Sí, pero podemos hacer muchas cosas juntos —le aseguré.
—Va a nevar, Al, no podremos salir —dijo con preocupación.
—No importa, te enseñaré todos los juegos que conozco, y luego te contaré historias de mi infancia —prometí, tratando de animarlo.
—¿Llamarás a Par? —preguntó, refiriéndose a mis hermanos. Últimamente, había comenzado a llamarlos así, ya que decía que eran iguales.
Esa noche, permití que Matteo durmiera conmigo, al igual que la cuna de Pablo, que permanecería en mi habitación mientras preparaban la suya.
Cuando el hijo mayor de Leonardo expresó su descontento por no poder dormir conmigo, me sentí abrumada por su ternura.
—Es porque la habitación de tu hermano aún no está lista. Una vez que esté arreglada, él volverá a su cuarto —explicó Leonardo con una sonrisa, desencadenando un sentimiento cálido en mi interior.
El niño ofreció gentilmente su habitación, lo que me sorprendió gratamente.
—Está bien, pero solo hasta que tu hermano tenga su habitación de nuevo —concedió Leonardo.
Mientras me ocupaba de Pablo, que estaba a punto de llorar, recordé que las personas en esta mansión parecían más frías que en España, pero lo importante era que los niños fueran felices.
Más tarde, Marini informó a Leonardo sobre una reunión pendiente, y este nos indicó que podíamos explorar la mansión mientras él se preparaba.
Después de dejar a Pablo dormido, comencé a explorar con Matteo. Pronto, su hermano menor se nos uniría en nuestras aventuras. Mientras paseábamos, nos topamos con una habitación vacía, reflejo de la sombría atmósfera que parecía envolver la mansión.
Decidí hacer una lista para Leonardo, detallando todo lo necesario para el buen desarrollo de los niños durante su infancia. Mientras pensaba en ello, fui interrumpida cuando alguien me chocó y me hizo caer al suelo de nalgas.
—Mi dispiace (Lo siento) —Me dice mientras me levanto del suelo, confundida por lo que me está diciendo. ¿Qué significa eso? Sigo sin entenderle cuando continúa hablándome.
—Don't speak italiano —Intento expresarme en inglés, tratando de comunicarle que no hablo italiano, aunque mi dominio de ese idioma es limitado.
—¿English? —Me responde, y me siento aún más desconcertada.
—No, español —Le contesto, pero parece seguir sin entenderme. Él asiente y saca su celular para escribir algo. Cuando me muestra el traductor, puedo leer: "No sé hablar español". Asiento, comprendiendo la situación. Entonces, escribe nuevamente en su celular y me muestra el mensaje: "Siento mucho haberte hecho caer, no te vi".
Lo doy una leve sonrisa, para asentir y darle una leve caricia en el hombro. Saco mi celular para escribir también el traductor "No te preocupes, son cosas que pasan" Una leve sonrisa para yo seguir mi camino con Matteo que se había quedado mirando feo al empleado.
No puedo evitar reír mientras acaricio el cabello de Matteo, ese día terminamos de explorar, esta enorme mansión y seguimos nuestro camino.
Una semana después, me volví a cruzar con él, un poco sorprendida, porque pensé que en esta gran mansión esas cosas no pasaban. Esta vez iba más animado y me sorprendió cuando lo escuché.
—Hola —¿Había aprendido español? ¿Por qué?
—Hola.
—Yo no entender mucho español —No pude evitar soltar una risa, era un poco tierno.
—Está bien —Buscó algo en sus bolsillos y sacó una nota "Estoy aprendiendo español porque quiero hablar contigo". No pude evitar sonrojarme y él también se veía tímido.
Había que aclarar muchas cosas antes de malinterpretar todo. Él no era mi tipo, no llegaba a las personas que me habían llegado a gustar, estaba un poco lejos. No dejaba de lado que fuera guapo, pero no era el tipo de guapo que me gustaría. Mi tipo de hombre era Leonardo Salvatore. Ese hombre sería mi delirio día y noche. Cada vez que me daba cariño a mí misma, solo podía pensar en mi jefe. En ese hombre que era mucho más alto que yo, a pesar de que yo era alta en mi país; tenía unas facciones masculinas, sus ojos que siempre llamaban la atención, las cejas, las pestañas, los labios. Dios, ese hombre podía llegar a hacer la definición de perfección.
No dejaba de lado que ese hombre me parecía jodidamente adorable. ¿Qué quería decir con eso?
—Gracias —Fue lo único que alcancé a decirle, por la clara timidez de ambos.
Poco a poco fuimos hablando un poco más, algunas veces por chat, otras veces en persona, tratando de hacernos entender. Era agradable hablar con él y contarle un poco sobre mi país. Creo que lo mismo era para él.
Su nombre era Dave, tenía 22 años y había comenzado a trabajar en este lugar cuando tenía mi edad. Era inglés, tenía un hermano mayor que estaba en Italia, pero no me quiso decir más. También me dijo que ahora estaba buscando otro trabajo, porque aunque este pagaba muy bien, quería seguir avanzando.
Creo que fue algo que llamó mi atención. Sin embargo, aunque pasaron más días, no fui capaz de verlo como algo más. Tal vez mi error fue permitir que alguien entrara en mi vida cuando sabía sus claras intenciones conmigo.