Amelia Xhu, es la joven y única sobrina del Patriarca de la familia Xhu, quien la ha criado desde su niñez. Al cumplir los 23 años, Amelia fue obligada por su tío a tener citas a ciegas con hombres que no conocía para que pudiera asentarse y tener algo de vida amorosa, y quien sabe, hasta casarse y tener hijos.
Sin embargo, cada cita a ciegas terminaba en fracaso cuando los hombres escuchaban a que se dedicaba, estos huían inmediatamente con excusas al saber su profesión. Finalmente terminó frustrada y se dio por vencida con su vida amorosa.
Pero lo que no sabía era que un pequeño descuido la llevaría a conocer al hombre con quien había soñado en incontables ocasiones.
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Regresar a casa para la selección.
Ese mismo día, el ejército Oscuro del Comandante Liang partieron de regreso a su campamento militar. El Gran General y su hija se encargaron de despedirlo en persona, mostrando su sincera gratitud.
-Vuelvo y reitero, muchas gracias por su ayuda, Comandante Liang, me aseguraré de informar su contribución al Emperador.- Dijo Mark haciendo una pequeña reverencia al igual que su hija.
-También le estoy grandemente agradecida, Comandante Liang, si necesita algo en el futuro, por favor, hagamelo saber y siempre y cuando esté en mi poder, trataré de ayudarle.- Expresó la joven con la cabeza gacha y una expresión seria.
A lo lejos, los ojos del teniente Huang se entrecerraron mientras veía a aquella mocosa mala cara jugar de niña dócil. Una mueca de desprecio se formó en su rostro.
-No hace falta su agradecimiento, Señorita Kun, debería regresar y descansar.- El Comandante Liang frunció el ceño mirando a la chica, quien le resultaba terca y obstinada pero eso solo llamo más su atención.
-He admirado a mi padre y al Comandante desde mi niñez, fue gracias a ambos que decidí aprender artes marciales. Es normal que venga aquí a despedirlo, espero no desprecie mi comportamiento.- La joven unió los puños delante de su pecho y dijo.
Sus ojos se encontraron con los ojos fríos de Matthew, pero, al encontrarse, esa frialdad desapareció, dejando sólo tranquilidad.
Matthew Liang soltó un pequeño suspiro y no dijo nada más al respecto -Esta bien, nos vamos.- Ordenó en voz alta antes de darse la vuelta y caminar hacia el frente, con dirección a la capital.
Sasha se dio la vuelta al verlo partir, lista para volver a su Mansión en miniatura -Hija, tienes que volver a la capital.- Caminando a su lado, Mark dijo con seriedad.
-Como órdenes, pa... ¡Espera! ¿Qué?- Exclamó de repente la joven, dándose cuenta de lo que quería decir su padre, su rostro se oscureció cuando escucho la risa de Huang a lo lejos, molestándola más.
Algún día le daría su merecido a ese tipo y lo haría convertirse en su más leal guardia.
-Tienes que regresar a casa para la Selección de Flores, en ella se eligiran esposas para los príncipes y nobles de la ciudad. Por este motivo también volvió el comandante a la capital, esta obligado a elegir esposa.- Explicó el hombre con seriedad, mirando de reojo a su hija.
Sasha frunció el ceño con fuerza al escuchar la explicación de su padre, según el Emperador, ya se había recuperado lo suficiente como para poder caminar y practicar un poco, por lo que ya podía... ser elegida como esposa.
-Dejaré que Huang se encargue de estabilizar las cosas por aquí mientras tanto, así ambos regresaremos cabalgando. Además, un eunuco del Emperador ya viene en camino, nos iremos cuando él se valla.- Terminó el hombre antes de volver a su choza.
Sasha ya no tenía nada que decir, pues su padre no le dio espacio para la negación -¿El Comandante también tiene que elegir esposa?- Susurro en un tono apenas audible que sólo ella pudiese escuchar.
Que ella recordará, él nunca se casó, no tuvo una esposa y mucho menos hijos, pero ¿Porqué ahora tenía que casarse? Según la historia, todo estaba sucediendo a como dictaban los libros.
-Bueno, de cualquier forma, no tiene nada que ver conmigo.- Murmuró la joven sin seguir dándole importancia, a paso lento, regreso a su pequeña Mansión.
Por otro lado, el Comandante Liang no pudo evitar mirar hacia atrás, esperando que aquella chica lo mirara en su partida, pero esta, ni siquiera lo volvió a ver mientras se alejaba de vuelta al interior del Campamento.
-Pensé que tendría algún interés romántico en mí como las otras chicas que he conocido, pero parece que tal y como dijo su padre, no es más que admiración.- Susurro el joven volviendo su vista hacia el frente.
Detrás de él, su guardia más leal no pudo evitar prestarle atención. Con un par de ojos púrpuras y cabello castaño, frunció un poco el ceño ante la expresión ¿Abatida? De su maestro.
-Volvemos para la Selección de Flores de este año ¿Ya ha pensado en alguna señorita que sea de su agrado? Después de todo, el Emperador ya le advirtió.- Dijo el joven Harry con respeto y curiosidad genuina.
El rostro de Matthew se oscureció al recordar lo sucedido hace un año, el Emperador me había advertido muy claramente que tendría que elegir a una mujer antes de cumplir los 20 años.
Si no elegía esposa por cuenta propia, entonces él mismo se haría cargo de hacerlo.
Matthew sabía muy exactamente el motivo por el cual el Emperador estaba tan desesperado por que consiguiese una esposa. Esta más que claro que él no eligiria una esposa por su propia cuenta, y el Emperador lo tenía muy bien sabido.
Por lo tanto, este solo hecho, le ayudaría a elegir una esposa para el comandante Liang y plantar una buena espía a su lado.
-No tenía pensado elegir una esposa en esta selección de flores, sin embargo, ahora he cambiado de opinión.- Dijo el joven con una sonrisa ladina, mirando al frente con indiferencia.
La imagen de aquella chica peleando con esa espada látigo se había grabado en su memoria.
-¿Entonces sí elegirá esposa, Maestro?- Preguntó Harry sin poder ocultar la gran sorpresa en su rostro. Miró a su maestro con asombro, preguntándose que podría haberlo hecho cambiar de opinión tan de repente.
-Sí...- Respondió con un susurro el joven, bajando la cabeza un poco.
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En la pequeña Mansión, Sasha frunció el ceño con molestia mientras escuchaba el trompeteo anunciando la llegada del eunuco enviado con el edicto imperial del Emperador.
Cinco días habían pasado desde que el Comandante Liang se fue, para su mala suerte, ya casi tenían que irse. Solo esperarían hasta mañana para partir con el eunuco enviado por el Emperador.
-Señorita Un, el Maestro pide su presencia en la sala de reuniones.- La voz del guardia Lían viendo desde afuera, haciendo que Sasha soltara un gruñido.
Ella salió de la habitación y cuando pasó al lado del joven, tan solo susurro con indiferencia -Gracias.- Y se alejó, dejando al tipo conmocionado y sin palabras.
-Ella ¿Acaba de agradecerme? ¿Lo habré alucinado?- Murmuró Lían, volviendo su mirada hacia la espalda de la joven. Pensó que últimamente se estaba haciendo muchas ideas, pero... su Señorita parecía un poco extraña desde que resultó herida.
Se había vuelto más callada, no peleaba con todos y no buscaba provocar a alguien para una batalla, ahora incluso agradecía a la persona que más odiaba ¿Cómo podía no notar que algo estaba mal?
Cada vez que lo veía, la niña le lanzaba una mirada fría y cruel, a veces incluso con intensión asesina, pero esta vez, ni siquiera giró su mirada hacia él. Se veía tan indiferente como cuando hablaba con otra persona.
-¿Debería decirle al Maestro?- Se preguntó con vacilación.