El Desafio Del Alfa

La mano cálida de Amber acarició suavemente mi mejilla, limpiando una lágrima solitaria que había rodado sin que me diera cuenta. Hablar de mis padres siempre me emocionaba, y aunque habían pasado más de ocho años desde su partida, el dolor seguía siendo igual de agudo, como si el tiempo se hubiera detenido.

—Si quieres dejar el resto de la historia para más tarde, puedes hacerlo —sugirió Amber suavemente, su tono como un bálsamo para el peso que llevaba—. Llevamos aquí mucho tiempo y ni siquiera has desayunado. ¿Quieres ir a la cocina? A esta hora, siempre hay café recién hecho para el personal de la mansión.

Negué con la cabeza, aunque la oferta era tentadora. Sabía que si dejaba de hablar ahora, sería casi imposible reunir el coraje para continuar más tarde.

—No, tengo que contártelo todo ahora. Si me detengo ahora, me volveré a encerrar en mí misma y me costará mucho retomarlo —respondí, intentando mantener la voz firme, aunque temblaba un poco.

Amber me miró con comprensión y asintió.

—Entonces sigue, pero tómate tu tiempo. Estoy aquí para ti, Karin —dijo con una calidez que alivió la pesadez en mi pecho, aunque solo fuera un poco.

Respiré profundamente y reanudé mi relato:

-Poco después de que mi padre construyera la mansión justo al borde del territorio del reino, justo en la frontera con esta manada, comenzaron los problemas. Mi abuelo, anticipándose a lo que podría pasar, hizo un acuerdo con los padres de Logan. Debido a su amistad con él, prometieron que si mi madre alguna vez enfrentaba problemas con los vampiros, siempre podría buscar refugio aquí, con la manada Stormraven de la Luna Negra, y sería bien recibida."

Amber inclinó la cabeza ligeramente y escuchó atentamente mientras acariciaba suavemente el cabello de Alec. El pequeño permaneció profundamente dormido contra su pecho.

"Al principio, eran solo rumores. Cuando los aquelarres se enteraron de la existencia de la peculiar pareja, comenzaron a difundir la noticia por todo el país. Lo que comenzó como simples murmullos se convirtió en comentarios despectivos y luego en amenazas, especialmente hacia mi madre. Cuando mi padre cumplía con sus deberes en el castillo y ella se quedaba sola en la mansión, la gente rondaba por los alrededores con ganas de cazarla. Pero mi tío tomó medidas y asignó soldados para proteger el perímetro".

Mis manos temblaban levemente al recordar todas las historias que me habían contado de niña. Amber notó mi incomodidad, pero no dijo nada. Se limitó a mirarme con esa expresión paciente que siempre me había inspirado confianza.

"El miedo empezó a apoderarse de ella. Aunque mi madre siempre fue valiente y una excelente guerrera, estaba sola, lejos de su familia, en una tierra que no era la suya. Así que, en su tiempo libre, decidió construir una habitación secreta dentro de la mansión, un espacio lo suficientemente seguro como para que nadie pudiera olerla o rastrearla, en caso de que alguien intentara atacarla."

Hice una pausa, más para calmar mi respiración que para organizar mis pensamientos. Amber no me apresuró y eso me ayudó a seguir adelante.

"Lo que los vampiros elitistas temían finalmente se hizo realidad. Su descendencia había llegado. Mi nacimiento... lo cambió todo. Los rumores comenzaron a volverse más oscuros. Los clanes comenzaron a decir que yo era la prueba viviente de una antigua profecía, una que había sido olvidada por la mayoría, pero que aún persistía en los rincones más profundos de la historia de nuestra especie".

Amber frunció el ceño, claramente intrigada.

—Según esa profecía —continué tragando saliva—, un híbrido, con sangre de la mismísima Diosa de la Luna y Lilith, la diosa oscura, tendría el poder de controlar a ambas razas: vampiros y hombres lobo. Se decía que ese híbrido provocaría un cambio irreversible. Las guerras entre nuestras especies no acabarían con la reconciliación, sino porque las diosas se fusionarían para crear una nueva deidad. Una diosa suprema. Sus descendientes gobernarían el inframundo, y todas las demás razas —hadas, brujas, demonios e incluso humanos— se inclinarían ante ella. La manada de mi madre se llama Luna Plateada, porque la leyenda dice que fue la primera manada de hombres lobo del mundo. Mi padre y mi tío Aston son descendientes de los primeros vampiros, aquellos de ojos lila, los más puros de todos, y con sangre de Lilith.

Amber respiró profundamente pero no dijo nada. Se limitó a observarme, como si estuviera procesando cada palabra que había dicho.

“Mis padres sabían que la profecía era solo un mito para muchos, pero la posibilidad de que otros la tomaran en serio era suficiente para poner en peligro sus vidas… y la mía también. Y se estaba volviendo real, porque ahora no iban tras mi madre; iban tras mí”. Me levanté, dejando a mi amiga sentada en el banco, y comencé a caminar en círculos, tratando de liberar la tensión que se acumulaba en mi pecho.

Amber siguió mis movimientos con su mirada pero no dijo nada, dejándome encontrar las palabras para continuar.

“El día que cumplí quince años, mis padres y mi tío Aston organizaron una linda cena para celebrarlo. Solo los cuatro. Durante más de doce años, nos habían dejado en paz; las amenazas habían cesado y ya no acechaban en las tierras de mi familia. Con el paso de los años, el número de soldados alrededor de nuestra mansión disminuyó. Mi madre incluso podía moverse libremente por el reino conmigo. Visitábamos el castillo a menudo. Ya sabes... " Hice una pausa por un momento, mirando al cielo mientras trataba de contener las lágrimas", ... ella era parte de la familia real, y nadie podía actuar en su contra por decreto del rey. Durante un tiempo, parecía que todo estaría bien".

Amber me miró con una intensidad que no me empujaba, pero sí me impulsaba a seguir adelante.

—Pero esa noche… —tragué saliva con fuerza, sintiendo que se me apretaba el nudo en la garganta—… esa noche todo se convirtió en una locura. —Apreté las manos y continué—. Asaltaron la mansión. No eran un enemigo cualquiera; desobedecieron las órdenes de mi tío Aston, el rey de los vampiros. Su objetivo no era solo acabar con mis padres, sino también con mi tío. Lo culparon por permitirles permanecer juntos, por proteger a la «abominación» que había nacido: yo.

Amber cerró los ojos por un momento, mientras Alec, que dormía pacíficamente sobre su pecho, parecía completamente inconsciente del peso de la historia que le estaba contando.

—Los guerreros de mi tío actuaron, mis padres y Aston se alzaron contra los renegados. Pero a mí… no me dejaron luchar. Por más que intenté convencerlos de que estaba entrenado, sabían que no sería suficiente. Los renegados eran experimentados, sedientos de sangre y su único propósito era destruir todo a su paso. —Solté una risa amarga que no tenía rastro de humor—. Mi madre me besó la frente, como si ese gesto pudiera calmar mi alma, y me llevó a la habitación segura. Me prometió que cuando el peligro pasara, vendría a buscarme.

Se me quebró la voz y sentí que las lágrimas corrían por mi rostro. Ni siquiera intenté detenerlas.

—No escuché nada después de que ella cerró la puerta. Solo silencio. Pasó el tiempo, pero para mí, esas horas se sintieron como días. Y entonces... mi tío Aston abrió la puerta. —Cerré los ojos, la imagen de ese momento todavía tan clara como si hubiera sucedido ayer—. Estaba cubierto de sangre, destrozado... apenas podía mantenerse en pie.

Me detuve bruscamente y miré a Amber directamente a los ojos, dejando escapar de mis labios un susurro cargado de dolor.

“Mis padres habían muerto. Mi tío estaba gravemente herido… y había amanecido.”

Sacar todo eso de mi corazón fue como revivir el momento una y otra vez, desenterrando cada herida que nunca había sanado. Amber no pudo contenerse más; sus ojos, normalmente tan firmes, se llenaron de lágrimas que rodaron silenciosamente por su rostro. Se quedó sentada en el banco con su pequeño cachorro en brazos, pero el dolor que compartíamos era palpable en el aire.

—Lo siento mucho, cariño. —Se levantó lo mejor que pudo, con Alec todavía en sus brazos, y me abrazó por el cuello. Su brazo libre me sujetó con fuerza, mientras nuestras lágrimas se mezclaban, uniéndonos en un duelo silencioso. Durante un largo rato, ninguna de las dos dijo nada. Solo existía el consuelo de no estar solos.

Nos separamos cuando el pequeño se despertó, agitando sus pequeñas manos para llamar la atención. Amber lo acomodó con cuidado y ambos regresamos al banco. Mientras ella calmaba a Alec, me sequé el rostro surcado de lágrimas con el dorso de la mano, sintiendo cómo Shayde y Lina, mis dualidades internas, se agitaban inquietas dentro de mí. No estaban allí para presenciar el horror de esa noche (yo era todavía muy joven), pero el peso de mi historia los afectó tanto como a mí.

—Lo primero que hizo mi tío cuando cayó la noche —continué con la voz quebrada— fue cubrirme la cabeza con su camisa. No quería que viera el desastre que había sido mi hogar. Los cuerpos, incluso los de mis padres, habían desaparecido, pero el olor a sangre, la destrucción y el caos estaban allí. Mi tío no me llevó al castillo. En cambio, me llevó a la casa de una amiga, una bruja. Fue entonces cuando me lanzó un hechizo que ocultaría mi verdadero olor. Ni los lobos ni los vampiros podrían detectarme.

Amber escuchó atentamente, con sus ojos clavados en los míos, llena de empatía. Me dio fuerzas para seguir hablando.

“Mi olor es diferente. Huelo a ambas razas, por eso pude, con el hechizo, pasar por un humano común y corriente durante años. En el mundo humano, siempre estuve protegido, al menos al principio. Mi abuelo, en los años que vivió, asignó a sus mejores guerreros para que me vigilaran desde las sombras. Eran leales a él y se atenían a la ley del secreto: protegerme sin intervenir ni hablar de mi existencia. Pero cuando murió, todo cambió”.

Mi voz tembló al recordar lo que vino después, pero no me detuve.

—Mi tío, que nunca me aceptó como parte de su familia, me retiró la protección. Para él, yo siempre fui una amenaza. Temía que un día yo reclamara parte de la manada o pusiera en peligro su liderazgo. Los padres de Logan... —hice una pausa, recordando lo que Logan me había contado sobre sus muertes—… no pudieron hacer nada por mi madre. Ya habían muerto mucho antes de que todo sucediera. El nuevo alfa era muy joven entonces, y probablemente ni siquiera sabía del pacto entre mi familia y la suya.

Amber asintió levemente, como si comprendiera que las piezas de un rompecabezas finalmente encajaban.

—Después de mi transformación, te conocí en el bosque… y el resto, ya lo sabes. Conocí a Logan años después. Él me rechazó. —Las palabras salieron como un susurro, pero me dolieron tanto como la primera vez que las dije—. Tenía que regresar a mi reino, y ayer… él vino por mí.

Las últimas palabras quedaron suspendidas en el aire. Amber no respondió de inmediato, pero su mirada estaba llena de emociones: compasión, comprensión y, sobre todo, determinación. Alec, ajeno a todo, emitió un suave sonido y se acurrucó contra el pecho de su madre, como si incluso él pudiera sentir el peso de lo que acababa de compartir.

Silencio… Nos quedamos así un rato, perdidos en nuestros pensamientos. El viento jugaba con las hojas de roble, llenando el aire de un suave murmullo, hasta que una mano se posó en mi hombro, sacándome de mi estado. Me giré para ver quién era, sin apenas notar el olor familiar que ahora reconocía con claridad.

Era Preston, el hermano de Amber. Su expresión mostraba una mezcla de tristeza y empatía, y detrás de él, a unos pasos de distancia, estaban Logan y el beta de la manada. Preston me dirigió una leve sonrisa, casi melancólica, que fue suficiente para que comprendiera que había escuchado toda la historia.

—¿Qué parte de la conversación escuchaste? —pregunté, poniéndome de pie nuevamente. Me acerqué a Preston y lo abracé con fuerza, buscando consuelo en la calidez fraternal que siempre irradiaba. Pero antes de que pudiera responder, Logan tomó su lugar.

—Todo —dijo con seriedad, en voz baja pero llena de emoción—. Y lo siento mucho, Karin. Todo lo que tuviste que pasar fue terrible... y me siento peor que antes por cómo te traté.

Respiré profundamente mientras Preston y yo nos separábamos, disolviendo el abrazo. Las palabras de Logan, aunque llenas de pesar, no aliviaron el peso que tenía en el pecho. Levanté la mirada y los miré, dejando que el momento se hundiera en la realidad.

—Te lo iba a decir de todas formas —respondí finalmente, con calma forzada—. Pero ahora ya lo sabes, así que lo único que te pido a cambio es discreción. Hay quienes quieren mi cabeza, y los vampiros que lograron escapar de esa masacre no dejarán pasar mucho más tiempo antes de buscar venganza.