Volverá... y los que la hicieron sufrir lloraran
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12 - PRIMER DÍA DE TRABAJO
Regresó a casa con los brazos cargados de libros y manuales. El Señor Vázquez le había encomendado leer todas las guías de usuario de los aparatos operativos dentro de la empresa. No eran muchos, pero eran volúmenes gruesos y llenos de tecnicismos.
Dejó la llave electrónica sobre la repisa y sus zapatillas en el zapatero. Con su abultada carga se dirigió al living. Decidió prepararse algo de comer y sumergirse en la lectura inmediatamente.
Cuando se dirigía hacia la cocina, su celular sonó indicándole que había recibido un mensaje. Sintió curiosidad ya que, hasta ahora, tenía un solo contacto agendado. Revisó las notificaciones y, efectivamente, era un mensaje suyo.
📱 Hola.
📱 Hola, Señor Gómez.
Katrina se preguntó por qué el hombre no le escribía directamente lo que deseaba. Tenía hambre y quería ir a hacerse algo de comer.
📱 Quería preguntarte cómo te fue en tu primer día de trabajo.
📱 Muy bien, gracias a Dios. El Señor Vázquez es un hombre muy agradable, fácil de tratar.
Del otro lado de la línea, un confundido Eduardo se preguntaba si estaban hablando del mismo Vázquez que él conocía. El viejo empleado era famoso por su carácter fuerte.
📱 Me parece fantástico que hayas congeniado con él.
📱 Así es. Me mostró la empresa y me explicó el manejo del sector. También me dio un montón de cosas para leer.
El empresario captó la intención: La chica no tenía tiempo para largas conversaciones.
📱 De acuerdo. Te dejo leer, entonces. Ya sabes: si te surge algún problema no dudes en contactarme.
📱 Lo tengo. Se lo agradezco mucho. Que tenga un buen descanso.
📱 Igualmente para vos.
La mujer esperó unos segundos para asegurarse de que no le llegaba ninguna otra notificación y, dejando el móvil en la mesita del living, se dirigió a la cocina a cocinar.
“Equipo de calefacción central XxxxxX”
Manual de usuario
Katrina había decidido comenzar por el libro más voluminoso de todos. Era un mamotreto de quinientas cuarenta y dos páginas que incluía características del producto y una guía de instalación detallada. Lo que más interesante le pareció a la muchacha fueron las anotaciones al margen que habían hecho los que habían instalado y mantenido el equipo, Estas detallaban pequeños problemas que habían surgido durante el proceso y la forma en que habían sido solucionados.
Se sumergió en la lectura, deteniéndose de vez en cuando para googlear algún término que no conocía y tomar nota de lo que no le había quedado claro, pues quería preguntarle a su superior al día siguiente.
En un momento dado lanzó un bostezo. No se habría dado cuenta de lo cansada que estaba si su cuerpo no le hubiera dado un aviso de esta manera. Dejó el libro y a libreta de anotaciones a un lado y se puso de pie estirándose como un gato. Tanto tiempo en la misma posición le habían agarrotado los músculos. Miró la hora en su celular y descubrió, no sin sorpresa, que ya eran las once de la noche.
Se dirigió al baño a tomar una ducha. Salió envuelta en un albornoz de toalla, con la cabeza cubierta por una toalla más pequeña. Se dirigió al lavadero y colocó una carga de ropa en el lavarropas. Al día siguiente, cuando se levantara, la pondría a secar.
Salió del lavadero y miró a su alrededor el lujoso apartamento. Se dijo a sí misma que no debía olvidar que nada de eso era suyo, que solo estaba de lástima en el lugar. Por eso apreció aún más los pequeños lujos que estaba disfrutando, como una ducha caliente cada vez que lo deseaba y un lavarropas automático que lavara la ropa por ella.
- Basta de pálidas - Se reprendió a sí misma. Apagó las luces y se fue a dormir.
En otra parte de la ciudad, un hombre llegaba a su casa cansado de la jornada.
- ¡Eduardo, hijito!
El tono de Mabel le advirtió a Eduardo que lo que venía no le iba a gustar.
- Hola, Ma. ¿Qué tal tu día?
- ¡Muy bien! Invité a Micaela a pasar la tarde conmigo y nos divertimos mucho
Solo al ser nombrada por su madre, Eduardo notó a la chica detrás de ella.
Micaela Martínez Honor era una chica hermosa. Su cabello rubio perfectamente cuidado caía suelto hasta la cintura. Ojos verdes almendrados le daban la apariencia de un gato. En este momento estaba detrás de Mabel con la cabeza gacha, tomándose las manos en el frente, en una postura sumisa. En el momento en que el empresario la miró, levantó los ojos tímidamente y saludó al recién llegado.
- Buenas noches, Eduardo. Espero que hayas tenido un excelente día.
El empresario se sintió disgustado de escuchar su nombre en labios de esa mujer. Nunca le había dado la confianza como para llamarlo por su nombre de pila, pero por consideración a su madre no dijo nada al respecto. En cambio, respondió:
- Buenas noches, Señorita Martínez.
Mabel estaba encantada. Había conseguido, por fin, que estos dos se encontraran. Ahora solo debía hallar la oportunidad de que se quedaran solos un rato.
- Hijo. ¿Cenaste ya?
- Sí, Mamá. Ya cené.
- Qué bueno. Micaela vive al otro lado de la ciudad y quiere irse en taxi. Pero se nos hizo tarde y yo me resisto a que viaje en ese tipo de transporte a esta hora. ¿Podrías llevarla hasta su casa?
En la mente de la mujer el plan era perfecto. Si su hijo se diera el tiempo de conocer a la muchacha, seguro que caería rendido a sus encantos.
Pero lamentablemente Eduardo tenía otras ideas. Era un lobo en el mundo de los negocios y tenía la capacidad de ver el carácter real de las personas. Desde el primer momento en que la vio supo que esta mujer no era sencilla. Desde su aspecto cuidado en detalle hasta sus actitudes falsas, todo decía que era una cazafortunas. No es que él no pudiera permitirse una mujer así. Pero le disgustaba la gente falsa.
- Que la lleve el chofer.
Las palabras del industrial casi hacen caer la perfecta máscara de cordialidad de la chica. Pero se recompuso enseguida. Eduardo significaba dinero, así que no lo dejaría escapar fácilmente.
Mabel respondió:
- Pero es tarde ya.
- Si te preocupa la seguridad de la Señorita, no debes hacerlo. Sabes que todo mi persona está perfectamente capacitado y que ha sido investigado a fondo. Ella estará segura.
Se dio la vuelta y se dirigió a la escalera, dejando a las dos mujeres solas y con la palabra en la boca.