Ser Mucho Más

Hoy era un día soleado y a comparación de ayer, llevó 15 minutos de sobra para llegar a tiempo al trabajo, esa señora no volverá a aplicarme ese castigo tan miserable.

Cuando llego ni siquiera han abierto el local así que espero pacientemente afuera mientras veo los carros o a la gente pasar.

-¿Dónde está esa anciana decrepita? -escucho su voz a mi espalda y me giro para mirarla

-¿Por qué la llama de esa manera tan ofensiva? -le pregunto molesta

-No tiene porque importarte como llamo a mis trabajadoras mocosa

-Es usted muy grosera y una abusadora también

-Si no te gusta puedes largarte cuando quieras

-Personas como usted me dan asco, no tiene corazón, es una mujer miserable que abusa de las personas indefensas

-Eres una perra altanera

Se acerca y me avienta con tanta fuerza que me trastabillo y en el machuelo de la banqueta termino por perder el equilibrio y me caigo sobre un charco de agua sucia.

Poco después siento como me lanza un balde de agua fría con un olor tan asqueroso que casi vomito.

Era el balde que estaba utilizando un hombre para trapear los pisos de la pescadería que está al lado del local de confección y reparaciones.

-¡ERES UN SER ASQUEROSO, ALTANERO, QUE NO VALE NADA, ES AHÍ DONDE PERTENECES, ESCORIA INSERVIBLE E INÚTIL, PORQUERÍA INSERVIBLE Y MISERABLE!

Se acerca y me jala del cabello para que la mire a la cara.

-Eres un ser asqueroso que no sirve para nada, solo para abrir esa boca asquerosa, estás completamente sola en este mundo, puedo verlo en tu mirada, no sirves para nada escoria de mierda

Las lágrimas en mis ojos empiezan a salir, había miles de personas a mi lado, siendo espectadoras, nadie se involucraba y yo me sentía tan humillada y débil que solo deseaba que la tierra me tragara.

Nadie jamás en toda mi vida, me había tratado de esta manera.

-Más le vale que la suelte en este preciso momento si no quiere problemas y muy serios -habla una voz fuerte y firme detrás de nosotros

La mujer me arroja la cabeza hacia atrás soltándome de golpe haciendo que caiga contra el charco chapoteando el agua y mojándome aún más.

-No te metas en lo que no te importa, ella es mi empleada

-Me importa muy poco lo que ella sea de usted, aléjese de ella en este instante y evite volver a ponerle un dedo encima o de verdad que tendrá consecuencias legales graves

-No vengas a amenazarme...

-No es una amenaza, es la primera y última advertencia que le doy, así que lárguese de mi vista en este preciso momento o llamaré a la policía

De pronto siento unas manos rodeándome por la cintura para ayudarme a ponerme de pie, me trastabillo al principio pero quien sea que es mi salvador, al cual no puedo mirar porque tengo la vista agachada muriendo de vergüenza con las lágrimas empañando mi mirada, no me suelta y me da soporte.

-Todos ustedes, largo de aquí, se acabó el espectáculo, debería darles vergüenza no hacer nada al respecto -habla mi salvador y empieza a caminar conmigo mientras me sujeta para que no me caiga

Doblamos en la esquina y caminamos dos cuadras hasta que paramos frente a un hermoso auto blanco.

Él abre la puerta trasera y saca un saco con su aroma varonil.

-No, voy a ensuciarlo -me lo trato de quitar, pero él vuelve a acomodármelo

-No pasa nada, estás helada y puede hacerte daño

Su voz es mucho más suave y delicada que hace unos minutos. Debo de admitir que incluso suena cálida y reconfortante.

-Mírame

Niego con la cabeza.

-¿Por qué no?

-Me siento avergonzada -admito mientras las lágrimas escurren por mis ojos

-¿Por qué permitiste que te tratara de esa manera?

Pero no respondo, no porque no quiera hacerlo, sino porque no conozco la respuesta.

-No lo sé -le digo luego de un largo y pausado silencio

-Está bien, tranquila, ella no volverá a tocarte ni humillarte de esa manera

-Gracias por defenderme - susurro apenas audible

-Ven, te llevaré a tu casa

-No, yo puedo irme

-No

-Gracias por todo -trato de quitarme el saco, pero él no me lo permite

-No tienes nada que agradecer, déjame llevarte a tu casa, estás temblando y sigues en una especie de transe

-Lo siento... Yo... No sé qué me pasa...

Y me quebranto, no sé porque, pero un fuerte sentimiento me abruma y comienzo a llorar a mares de lágrimas.

Creo que he llegado a mi limite, toda mi vida se ha convertido en un completo desastre desde que dejé a Radel y cada vez va empeorando más y más.

-¿Puedo darte un abrazo? Creo que lo necesitas...

Y sin pensarlo, lo rodeo por la cintura con mis frágiles brazos, y comienzo a llorar aún más fuerte, sacando y liberando todo lo que me carcomía por dentro.

Él me rodea con sus brazos, ejerciendo la fuerza necesaria para que me sintiera segura, además su aroma a ese perfume caro combinado con un ligero olor a menta me ayuda a desahogarme.

Minutos después es cuando recuerdo qué estoy empapada y maloliente, que estoy ensuciando a mi salvador y me aparto rápidamente.

-Lo siento, perdón -me disculpo con la voz entrecortada por el llanto - Yo, estoy toda sucia y apestosa, no debí... Lo siento tanto...

-Ven aquí -dice mientras me abraza con firmeza y yo simplemente vuelvo a abrazarlo porque esto se siente bien, se siente tranquilo y en paz

No sé cuánto tiempo estuve en la misma posición, pero no quería moverme de lugar, aquí estaba segura, nadie, jamás en toda mi vida alguien me había defendido de esa manera.

Cuando me tranquilice, me aparte de mi salvador y con un gran suspiro, me atreví a levantar la mirada.

Y entonces ahí es cuando lo identifique, era el mismo chico que me salvó la otra vez, el que impidió que me arrollara esa motocicleta sin frenos.

-¿Tú? -pregunto sin aliento

-Soy Oddisan, es un placer conocerte -dice mientras extiende su mano

-¿Cómo...?

No necesite terminar la oración porque Oddisan sabía a lo que me refería.

-Te estaba buscando y te encontré