La joven, cuyo corazón había sido destrozado por la crueldad de aquellos que una vez habían sido sus seres queridos, ahora caminaba por un sendero de venganza. Había perdido todo: su hogar, su familia, su inocencia. La amargura y el dolor habían dado paso a una sed de justicia, que la impulsaba a buscar a aquellos que le habían arrebatado todo. Sin embargo, el destino, que parecía tener un plan propio para ella, nuevamente la pondría a prueba. La joven se encontraría cara a cara con su pasado, y debería enfrentar las sombras que la habían perseguido durante tanto tiempo. ¿Podría encontrar la fuerza para perdonar y seguir adelante, o la venganza la consumiría por completo? Eso solo el tiempo lo diría.
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Capítulo 23
Elizabeth se estremeció al ver la ira en los ojos de Narón. Su rostro, normalmente apuesto, ahora parecía aterrador.
"Abran las rejas", ordenó Narón.
Entró en la celda y se paró frente a ella, su presencia fue imponente.
"Mírame… ¡Qué me mires!", gritó, su voz feroz.
Elizabeth levantó la mirada forzosamente, y por primera vez vio al hombre detenidamente. Su rostro era llamativo, con una mandíbula perfectamente cincelada y ojos oscuros que parecían atraparla.
"Pero tu expresión de enojo es aterradora", pensó Elizabeth, su corazón latiendo con miedo.
"Primero coqueteas en el jardín con el Duque", comenzó Narón, su voz llena de acusaciones.
"Después escapas de la ceremonia y sales herida".
"Ahora golpeas a una dama... ¿qué será después?", preguntó, su voz llena de decepción.
Narón pasó la mano por su cabello, su gesto de frustración.
"Estoy haciendo todo lo posible para que estés bien", dijo. "Pero no colaboras... ya veo por qué tu familia te apoyó en esto".Su voz se llenó de desdén.
"Eres una pérdida de tiempo".
Elizabeth se sintió herida por las palabras de Narón.
"¿Cómo puedes hablar así?", preguntó, su voz temblando.
Narón se sorprendió por la repentina reacción de Elizabeth, su firmeza y determinación lo dejaron sin palabras.
"¡Basta, ya basta!", gritó Elizabeth, su voz llena de emoción.
"Estoy cansada de tantas humillaciones. Nada de lo que dices es cierto".
Su mirada lo atravesó como un cuchillo.
"Tu me hiciste pasar por todo esto chantajeando a mi padre, obligándome a casarme".
Su voz se quebró.
"Me encierras una y otra vez y solo porque tienes poder".
Narón se puso rígido, su rostro pálido.
"Contestame una cosa… ¿Una vez que obtengas el trono me dejarás ir?", preguntó Elizabeth.
Narón se encogió de hombros.
"¿Por qué tendría que hacerlo?", respondió con desdén.
Elizabeth vaciló, su voz llena de dolor.
"No te importo… Dijiste que te doy asco y demuestras que quieres deshacerte de mí".
Su ira regresó, su voz llena de veneno.
"Pero cuando me escapé, ordenaste que me trajeran de regreso para tenerme aquí como un pájaro en una jaula".
Su mirada lo acusó.
"Dices que haces lo posible por mi bienestar. ¿Con qué intenciones?".
Narón se puso tenso, su rostro enrojecido.
"¿Qué es lo que realmente quieres?", preguntó Elizabeth.
Narón la sujetó del brazo, acorralándola contra la pared.
"¡Fíjate cómo te diriges a tu rey y esposo!", gritó.
Elizabeth miró esos ojos negros y dijo entre dientes.
"¡Suéltame! Tú no eres mi esposo. Sí acepté, fue bajo amenaza".
Narón rie con ironía. "Escúchame bien para que se te refresque la memoria. Tú y tu padre quisieron esto. ¿Ahora que ya tienen el dinero que pedían, quieres burlarte de mí?".
"¿De qué hablas?". Dice confundida. "Jamás he pedido nada, ni siquiera sé que hago aquí".
Elizabeth escuchó las palabras de Narón, su corazón helado por la revelación. Su mirada se clavó en él, buscando respuestas.
"El señor Luna llegó al palacio por la recompensa por haber hallado pistas del asesino de mi hermano", comenzó Narón.
"Recibió mucho dinero por ello, pero por lo visto no le fue suficiente".
Su voz se llenó de desprecio.
"Escuché cómo negociaba con varios hombres de la corte a su hija como si fuera un pedazo de carne".
Elizabeth se sintió como si hubiera recibido un golpe.
"Entonces supe que era la ocasión perfecta para mí", continuó Narón.
"Llegamos a un acuerdo por una bolsa de oro por tu mano. Y él mencionó que tú estabas de acuerdo con tal de que respondiera económicamente".
El silencio fue opresivo.
Narón miró el rostro de Elizabeth, pálido y lágrimas brotando de sus ojos.
Pero no hizo ningún gesto.
"Eso fue todo…", dijo Narón.
Lentamente, Elizabeth se sentó en el suelo. Ya no importaban los bichos ni la suciedad. Se sentía peor que una basura.
Narón la miró detenidamente. Pudo sentir cómo todo en esa mujer se desmoronaba en ese preciso y maldito momento.
Entonces supo que no mentía. Ella nunca estuvo de acuerdo con este matrimonio.
"¿Qué hice?", se preguntó Narón.
El reencuentro con su amado está muy próximo