Lo Que Nos Une

Luca

Nunca había imaginado que me iba a encontrar en una situación así. Yo, Luca, el chico que siempre había sido tan seguro de sí mismo, tan relajado con todo, tan… confiado, de repente me sentía como un torbellino de emociones que no sabía cómo manejar. Y todo porque estaba enamorado de ella.

Sí, de Danara. Nunca pensé que llegaría a decirlo en voz alta, ni mucho menos que algo tan sencillo como una sonrisa suya me haría sentir como si el mundo fuera más brillante. Pero ahí estaba, sin poder evitarlo, con una sensación que no había conocido antes: un amor tan fuerte que me dejaba sin palabras, tan puro y, al mismo tiempo, tan aterrador.

Estaba mirando la puesta de sol junto a ella, sin decir una palabra, simplemente compartiendo el momento. La brisa acariciaba su cabello, que se movía ligeramente, y esa luz dorada que bañaba su rostro solo hacía que me resultara aún más difícil apartar la mirada. Danara estaba tranquila, pero algo en su rostro, algo en sus ojos, me decía que estaba cambiando, que estaba comenzando a sentirse más segura de sí misma.

Y, en ese instante, me di cuenta de que no solo me gustaba su risa, ni su timidez que me fascinaba, ni su manera de mirar el mundo con una profundidad que me desarmaba. Me gustaba ella, tal como era, y me estaba enamorando de cada parte de ella, incluso de esos momentos de inseguridad que mostraba, porque esos momentos solo la hacían más real, más humana, más cercana.

Nunca pensé que sentiría algo tan fuerte por alguien. Nunca pensé que dejaría de pensar en una chica como en un reto, como en algo que tenía que conquistar. Con Danara, todo había sido diferente desde el principio. Me había abierto a una sensación que ni siquiera sabía que existía. Un amor tranquilo, sin presiones, sin juegos. Solo ella y yo, en nuestras propias imperfecciones.

Nunca había sido un tipo de chico que creyera en las "cosas del destino" o en el "todo pasa por algo", pero ahora, al ver cómo todo se estaba alineando con ella, empecé a preguntarme si tal vez había algo de cierto en eso. Porque no era solo la chica con la que me divertía o la que me atraía, era alguien que realmente empezaba a formar parte de mi vida de una manera que no entendía del todo, pero que ya no podía imaginar sin ella.

—¿Te gustaría ir a dar una vuelta más tarde? —le pregunté de repente, sin planearlo, sin pensarlo mucho. Solo sentí que necesitaba estar cerca de ella, escuchar su voz, ver esa chispa en sus ojos mientras hablaba de cualquier cosa, aunque no fuera importante.

Ella me miró, con una sonrisa pequeña, como si estuviera sorprendida por la pregunta. Pero, después de un momento, asintió lentamente.

—Claro, me encantaría —respondió, y no pude evitar sonreír ante su respuesta tan natural.

Vi cómo se giraba para mirar el mar nuevamente, y por alguna razón, algo en su postura me hizo pensar que ella también estaba cambiando, que tal vez la chica que solía ser, la que se sentía insegura y temerosa de ser rechazada, estaba dejando paso a una nueva versión de sí misma, más valiente, más dispuesta a confiar. Y eso, más que nada, me llenaba de orgullo.

De repente, me encontré pensando en cosas que nunca imaginé. ¿Qué haría si Danara me pidiera que me quedara en su vida? ¿Qué pasaría si me necesitaba, si mi presencia significaba algo más para ella que un simple amigo o compañero de escuela? Todo lo que había sido antes, la vida despreocupada, las chicas con las que solía salir sin pensar demasiado, ya no me parecían tan atractivas. Todo lo que quería, lo que realmente deseaba, era estar cerca de ella.

Nunca creí que sería ese tipo de chico. Ese chico que suspira con solo pensar en una chica. Ese chico que se pierde en la idea de su sonrisa o de su mirada tímida. Pero aquí estaba yo, un chico que ni siquiera podía reconocer en el espejo, porque este chico enamorado que se había dejado llevar por alguien como Danara era alguien completamente nuevo, alguien que ni yo mismo entendía del todo.

Lo peor de todo, lo que realmente me asustaba, era que me sentía completamente vulnerable ante ella. Porque con Danara, no podía ser el chico de siempre. No podía ser el tipo que no se comprometía, que no se ataba a nada ni a nadie. Con ella, las cosas eran diferentes, y no podía evitarlo. No quería evitarlo.

Cuando ella me miró nuevamente, esa mirada profunda y sincera que siempre tenía, sentí como si mi corazón diera un salto.

—¿Qué pasa? —preguntó, como si notara la intensidad de mis pensamientos.

—Nada —respondí rápidamente, dándome cuenta de que me había quedado en silencio demasiado tiempo. —Solo… me gusta mucho este lugar. Y me gusta mucho estar aquí, con… contigo.

Ella me sonrió, esa sonrisa tímida pero real que me derretía por dentro. ¿Cómo podía ser tan perfecta para mí?

En ese momento, me di cuenta de que ya no era solo un chico enamorado. Era un chico que nunca había conocido esa parte de sí mismo, ese lado vulnerable, ese lado que quería que ella me viera de la misma manera en que yo la veía a ella: única, especial, con todas sus virtudes y sus imperfecciones. Y, por primera vez, no me importaba si no era el chico perfecto. No me importaba nada, solo ella.

—Yo también me alegro de estar contigo —respondió ella, con una voz suave, casi susurrada.

No dije nada más. Solo la miré, sabiendo que, aunque no pudiera explicar todo lo que sentía, estaba dispuesto a seguir descubriendo ese amor tan inesperado, tan intenso, y tan diferente a todo lo que había conocido antes. Solo ella, Danara, podía hacerme sentir así.