Entre La Equitación Y La Pasión

A la mañana siguiente, el palacio de Dunwich se encontraba en calma. El sol entraba por los ventanales del comedor real, tiñendo de dorado la mesa larga donde el príncipe Emmet y Antony Huxley compartían el desayuno.

Era una escena tranquila, de conversación ligera, acompañada por el sonido de la porcelana y el aroma del café recién servido.

Durante los primeros minutos, hablaron de temas comunes.. los cultivos del ducado, el estado de las tropas, los acuerdos comerciales. Todo fluía con naturalidad, hasta que Antony, entre sonrisas, mencionó lo que Emmet llevaba semanas esperando oír.

Antony: A propósito, Astrid me pidió que te agradeciera por la visita..

Emmet: ¿Ah, sí? No era necesario.

Antony: Ya sabes cómo es… no hay manera de evitar que hable. Siempre está llena de energía.

El príncipe levantó apenas la mirada, manteniendo su compostura, pero su atención se volvió total.

Antony: La verdad, mi hermana no ha cambiado. Sigue pasando más tiempo en los establos que en los salones, ideando nuevos diseños para sus monturas. Incluso hizo que padre le prometiera una nueva silla personalizada para su cumpleaños.

Emmet asintió lentamente, intentando parecer indiferente, aunque su mente lo imaginaba todo con una claridad casi irritante.. Astrid riendo, con las manos manchadas de cuero y tinta, rodeada de caballos y sirvientes que la adoraban.

Antony: Es increíble, Alteza. Donde va, todo cobra vida. Los sirvientes la adoran, los cocineros la consienten, y mi padre dice que sin ella la mansión se volvería silenciosa.

Emmet: Parece que tiene… bastante influencia.

Antony: Sí. Astrid siempre fue así. Es luz, caos y ternura todo al mismo tiempo.

El príncipe guardó silencio, observando el reflejo del vino en su copa, intentando no demostrar cuánto le afectaban esas palabras. Antony, sin notarlo, siguió hablando con un tono más melancólico..

Antony: A veces pienso en el día en que se case… No sé si podré acostumbrarme a verla partir. La casa se sentiría vacía sin ella.

La frase cayó como un golpe.

El príncipe apretó el tenedor con tanta fuerza que el metal crujió levemente. Un destello de furia, rápido y visceral, cruzó sus ojos.

Emmet: ¿Casarse?

Antony: Claro, supongo que tarde o temprano lo hará. No faltan quienes la adoran. Pero… será difícil dejarla ir.

El silencio que siguió fue pesado. Emmet respiró lentamente, forzándose a mantener la serenidad.

Su rostro permaneció impasible, pero su mente ardía.

[Casarse. Con otro. Sonriendo a otro. Viviendo lejos de su hogar…]

La imagen lo irritó más de lo que habría querido admitir.

Emmet: Supongo que es… lo natural.

Antony: Lo es. Aunque me costará acostumbrarme.

El príncipe asintió, pero el gesto fue tenso. Apenas pudo contener el temblor de su mandíbula.

[¿Por qué me importa? No tengo derecho a sentir esto. No me pertenece. Ni siquiera… me gusta.]

Sin embargo, lo hacía.

La simple idea de verla tomada del brazo de otro hombre encendía algo en su pecho.. una mezcla de enojo y un sentimiento que no podía nombrar.

Antes de que Antony se marchara del palacio, ambos caminaron por el pasillo principal rumbo a la entrada. El joven hablaba con naturalidad, sin imaginar que cada palabra suya había encendido un fuego incómodo en el pecho del príncipe.

Emmet, por su parte, caminaba con las manos detrás de la espalda, el rostro impasible… pero la mente llena de pensamientos que jamás admitiria en voz alta.

Justo cuando Antony se disponía a tomar su capa, el principe habló con un tono mas firme de lo habitual.

Emmet: Antony… sobre tu hermana.

Antony detuvo su movimiento y lo miró con curiosidad.

Antony: ¿Astrid? ¿Qué pasa con ella?

Emmet respiró hondo, como quien intenta medir cada palabra antes de soltarla.

Emmet: Solo digo que… es muy joven aún. Quizá… no debería conocer a nadie todavía.. Debe ser protegida. No puedes permitir que cualquier hombre se acerque a ella.

Antony frunció ligeramente el ceño, sorprendido por la preocupación del príncipe.

Antony: ¿Cualquier hombre? Alteza, entiendo su inquietud, pero Astrid no es una niña.

Emmet desvió la mirada, incómodo, como si hubiera dicho más de lo que debía.

Emmet: Temo que la gente pueda aprovecharse de su carácter… quizas eres demasiado confiado.. Es… imprudente dejarla tratar con tantos aspirantes.

Antony soltó una carcajada suave, incrédulo.

Antony: Vaya, alteza.. no sabía que te preocupabas tanto por ella.

El príncipe tensó la mandíbula, manteniendo el semblante frío.

Emmet: Me preocupo por lo que es correcto.

Antony: Sé que Astrid parece impulsiva, alegre, un torbellino que no se detiene… pero mi hermana es mucho más que eso.. No solo es la mujer más bella y carismatica del ducado, sino también la mejor jinete y una de las mentes más brillantes que conozco..

Emmet lo miró con atencion, sin parpadear.

Antony: Confío plenamente en su juicio.. Astrid puede divertirse, puede reír, puede hacer bromas… pero cuando se trata de elegir a alguien, ella no se equivoca.. Y si un día decide abrir su corazón, entonces significa que ese hombre será realmente digno de ella.

Esas palabras golpearon a Emmet más fuerte de lo que esperaba.. Como si una verdad incómoda hubiera sido dicha en voz alta..

Emmet: Ya veo.

Antony tomó su capa y comenzó a despedirse, ajeno al torbellino interno del príncipe..

Antony: Gracias por la invitación.. Nos veremos pronto.

El príncipe lo acompañó con la mirada mientras se alejaba por el pasillo.

Cuando quedó solo, la tensión que había contenido se hizo visible en su respiración.

[No es correcto… no debería importarme.]

Pero aun así, lo hacía.

Las palabras de Antony.. bella, la mejor jinete, muy inteligente.. resonaban como un eco persistente en su mente.