DINASTÍA: Reinas Perdidas.

Luna regresó a su habitación en la torre de la luz, pero la familiar calidez de su hogar se sentía diferente. La suave luz de su lámpara de cristal no lograba disipar la nueva sensación que bullía en su pecho. El roce de la mano de Orion, su mirada profunda, y ese indescriptible "algo" que había flotado en el aire entre ellos, la habían dejado en un estado de dulce confusión. Se sentó en el borde de su cama, con sus dedos trazando patrones invisibles en la colcha de seda.

"No es solo... un amigo nuevo", susurró al aire, apenas audible. Había una resonancia en su encuentro, una melodía que su corazón no podía dejar de escuchar. Cerró los ojos, y la imagen de los ojos de Orion, tan brillantes como su luz de luna y a la vez tan llenos de algo indescifrable, apareció en su mente. Era como si una parte de ella, que siempre había estado dormida, hubiera despertado con su presencia. El aire a su alrededor parecía vibrar con una energía sutil, como si el destino mismo hubiera dejado una huella.

Mientras tanto, en lo profundo del distrito de las sombras, Orion se movía con su habitual gracia silenciosa. Sin embargo, su mente no estaba en las intrincadas rutas que conocía como la palma de su mano. La imagen de Luna, con su cabello ceniza brillaba bajo la luz de las estrellas y sus ojos tan peculiares, se había grabado en su memoria. Él, que siempre había vivido en un mundo de matices y secretos, se sentía extrañamente expuesto ante ella.

Se detuvo en un balcón oculto, contemplando el perfil oscuro de Vesperia. Las sombras, que siempre habían sido su refugio y su poder, ahora parecían... diferentes. No más oscuras, sino más vivas, como si hubieran absorbido una chispa de la luz de Luna.

—Hay algo en ella— murmuró Orion, con su voz baja y rasposa, casi un suspiro en la noche. —Algo que no he visto antes— Él no era ajeno a la belleza, ni a la intriga, pero Luna no era ni una cosa ni la otra, o quizás era ambas de una manera que desafiaba su comprensión. Sentía una atracción innegable, no solo por su luz, sino por la forma en que esa luz parecía complementar su propia oscuridad. Era como si una pieza de un rompecabezas que no sabía que le faltaba, hubiera encajado.

Pero no todo era introspección. En las profundidades de Vesperia, más allá de la vista de Luna y Orion, una sombra más tangible y antigua comenzaba a agitarse.

En un rincón olvidado de la ciudad, donde los callejones se retorcían en un laberinto de secretos y el aire era denso con el polvo de siglos, una figura encapuchada observaba la luna. No la luna brillante y llena, sino la silueta de una luna menguante, casi invisible.

—Se ha activado— siseó una voz, áspera como el roce de piedra. —La profecía... la Luz y la Sombra han comenzado su danza. Es hora de que el Canto de los Eclipses se complete. Y no a su manera—

Un brillo rojizo parpadeó en la oscuridad, proveniente de un amuleto que la figura sostenía. La energía que emanaba de él era antigua y poderosa, una que buscaba no el equilibrio, sino el dominio. El destino de Vesperia, que Luna y Orion acababan de empezar a tejer, estaba a punto de ser desafiado por fuerzas que habían esperado en las sombras por mucho, mucho tiempo.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

En las profundidades de un olvidado sector de Vesperia, donde las sombras se alargaban y las estructuras antiguas se retorcían como huesos petrificados, se alzaba la Fortaleza de Obsidiana. No era un lugar de oscuridad visible, sino de una oscuridad que se sentía en el aire, densa y opresiva. En su corazón, en una cámara adornada con tapices sombríos y extraños artefactos que pulsaban con una energía contenida, se encontraba Nyxara.

Nyxara no era una figura encapuchada cualquiera. Era la hermanastra del padre de las trillizas, una mujer cuya belleza gélida era tan impactante como su mirada, que podía cortar como el cristal. Sus ojos, de un color amatista profundo, brillaban con una inteligencia aguda y un resentimiento antiguo. Vestía una armadura ceremonial de color púrpura oscuro, muy detallada con grabados y hombreras afiladas, complementada con una larga capa púrpura que le daba un aire majestuoso. Que realzaban su figura esbelta, y en su cuello, un colgante de obsidiana purpura latía con un pulso rítmico, el mismo amuleto que había brillado en la escena anterior.

Frente a ella, arrodillados y temblorosos, estaban dos de sus subordinados, figuras sombrías que apenas se atrevían a respirar. En el centro de la cámara, un mapa astral de Vesperia flotaba en el aire, sus constelaciones moviéndose suavemente, pero ahora, tres puntos de luz parpadeaban con una intensidad creciente: las trillizas.

—¿Así que... la profecía se ha activado?— siseó Nyxara, con su voz baja pero llena de una autoridad helada. No era una pregunta, sino una afirmación que exigía confirmación.

—Sí, mi señora— respondió uno de los subordinados, con su voz temblorosa. —Los indicadores de energía vital... han alcanzado un umbral crítico. Las 'Luz Sanadora' y el 'Velo Sombrío' han conectado. Es innegable—

Nyxara sonrió, era una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. —Excelente. La paciencia es una virtud, ¿no es así? Han pasado dieciocho años desde que el tonto de mi hermano y su ridícula esposa creyeron que podían ocultar su 'legado' de mí— Su mano acarició el colgante de obsidiana. —Ellos siempre fueron los elegidos, los bendecidos. Con sus dones de luz y su pretendida sabiduría. Y yo... yo siempre fui la sombra en su resplandor—

Su voz se endureció, y la temperatura de la habitación pareció descender. —Pero ellos no entendían el verdadero poder. La luz es frágil, dispersa. La sombra... la sombra lo abarca todo. Y ahora, sus preciadas hijas, sus trillizas del destino, están a punto de convertirse en las piezas finales de mi propio juego—

Nyxara se levantó y se acercó al mapa astral. Sus dedos se movieron con precisión sobre los puntos de luz de las trillizas, y luego se detuvieron en uno en particular: el de Luna.

—La 'Luz Sanadora'... tan predecible. Siempre buscando el bien, siempre intentando curar. Pero la verdadera sanación, a veces, requiere una incisión profunda— Sus ojos amatistas brillaron con un brillo peligroso. —Mi plan ha sido meticulosamente tejido. Desde el momento en que me enteré de la existencia de esas mocosas, he estado moviendo mis hilos. Facilitando su 'diseminación' por Vesperia—

—El destino está cerca mi señora— dijo uno de los subordinados.

Nyxara asintió. —Sí. Cada una, es una pieza. Pero la clave, la que desbloqueará el verdadero poder de la profecía, es las otras dos uniones. Unas uniónes que ellos creen que será para el equilibrio. ¡Qué ingenuos!— Una risa fría escapó de sus labios. —Una vez que la 'Luna oscura' se forme, una vez que sus energías se entrelacen, el verdadero ritual podrá comenzar—

Se giró hacia sus subordinados, con sus ojos brillando con una ambición desmedida. —He pasado años estudiando los textos prohibidos, los rituales olvidados. La profecía no solo habla de equilibrio, sino de un poder que puede ser re-dirigido. Un poder que, en las manos correctas, puede reescribir el destino de Vesperia. Mi hermano quería un mundo de luz y armonía. Yo les daré un mundo de orden... mi orden—

—Preparen los sellos de contención. La 'Luz Sanadora' y el 'Velo Sombrío' están convergiendo. Es hora de que se encuentren con su verdadero destino. Y esta vez, la sombra no será la que se esconda. Será la que domine—

Un escalofrío recorrió la Fortaleza de Obsidiana. Nyxara la hermanastra olvidada, había estado jugando una partida de ajedrez cósmico durante dieciocho años, y ahora, con la activación de la primera profecía, sus piezas estaban a punto de moverse para el jaque mate...