La Princesa Dragón.

Mientras caminaban por el bosque, Regulus observaba con intensidad al pequeño niño que abrazaba una bolsa como si quisiera protegerla con su cuerpo. Neftalí, al notar la mirada del mago, frunció el ceño.

—¿Qué tanto lo miras?

—Tranquila, princesa —respondió con serenidad—. Puedes dejar tu hostilidad.

Ella no replicó, aunque su expresión no se suavizó. Entonces, Selene, intrigada por la recién llegada, intentó leer su mente... pero no pudo. Lo intentó otra vez, esta vez con más esfuerzo, hasta que el mago la interrumpió con firmeza:

—Princesa Selene, deje de hacer eso. No es cortés leer la mente de nuestros invitados.

Todos voltearon a mirarla. Aunque sus hermanas mellizas sabían de ese don, sus primos no. Úrsula la miró sorprendida.

—¿Lees mentes? ¿Y cuándo pensabas decirnos?

—Nunca. Se supone que era mi don secreto —replicó Selene, lanzando una mirada de reproche al mago.

—Confío en que nadie aquí revelará algo tan importante —añadió Regulus, esta vez con un tono más severo.

Alcides se acercó a su prima y le susurró:

—¿Y qué viste?

—Nada… es como si algo me bloqueara.

—Tal vez no es ella quien te bloquea —intervino Lyanna, que los había escuchado.

Mientras tanto, Neftalí se detuvo en seco.

—¿A dónde se supone que nos dirigimos?

—A Atenea —respondió Alcides—. Está a unos cuantos kilómetros de aquí.

—Pues yo diría que estamos caminando en círculos. Estoy segura de que ya pasamos ese árbol.

Solo entonces los príncipes prestaron atención. Regulus se acercó a Elios, le puso una mano sobre el hombro y dijo con una sonrisa traviesa:

—Vaya, creí que tardarían más en notarlo. Muy bien, nueva misión: solo hay una salida de este sendero. Encuéntrenla, y un portal los llevará de regreso al palacio. Quiero ver cómo se enfrentan a una dificultad juntos. Tranquilos, llevaré al niño conmigo para que descanse.

Antes de que Neftalí pudiera impedirlo, el mago desapareció junto a Elios.

—¡Carajo! ¿Dónde se lo llevó?

—Tal vez al palacio… no lo sé, ese tipo es muy extraño —murmuró Isabel.

—Pues será mejor que se prepare. En cuanto lo vea, voy a darle una lección —gruñó Neftalí, retomando la marcha.

Alcides, al ver la furia en sus pasos, la siguió. Úrsula, en cambio, se dejó caer en una roca.

—Bueno, me avisan cuando la encuentren… por fin descanso.

—Lyanna... —dijo Isabel— camina, no haremos todo el trabajo por ti.

Sin más opción, los príncipes se pusieron a buscar la salida. Tras horas de esfuerzo, todos cayeron rendidos, salvo Neftalí, que permanecía de pie, analizando la situación.

—Lyanna, tráeme un poco de agua… siento que muero.

—Isabel, ve tú. Yo tampoco siento las piernas...

Neftalí rodó los ojos y se acercó al lago. Al intentar tomar agua, notó que, aunque sumergía la mano, esta no se mojaba.

—Maldito zorro astuto... ¡Oigan! ¡Encontré la salida!

Los cinco levantaron la vista, pero permanecieron en su sitio.

—Está bien… iremos en un momento.

—Si volvemos, habrá más entrenamiento —se quejó Alcides.

—No lo dudo… el mago quiere acabar con nosotros.

—Debemos volver.

Cuando se levantaron, notaron que Neftalí ya no estaba.

—¿Creen que ya cruzó?

—Vamos, o seremos castigados otra vez.

Se dirigieron al lago y entraron… pero no pasó nada. Solo se empaparon de pies a cabeza. Isabel suspiró, frustrada.

—Nos está poniendo a prueba otra vez…

Volvieron al sendero, pero esta vez el paisaje había cambiado. Ya podían ver distintos caminos. El encantamiento se había desvanecido. Cansados, emprendieron la marcha de regreso al palacio antes de que anocheciera.

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Por otro lado, cuando Neftalí cruzó el portal, vio al mago junto a Elios, sentados y comiendo manzanas. Sin dudarlo, se acercó al niño. Al comprobar que estaba bien, miró al mago con molestia.

—Mira, no sé quién te crees, pero no vuelvas a llevártelo. ¿O es que acaso eres una especie de roba chicos?

Leonor, que acababa de regresar con más comida, se detuvo al escucharla. Sonriendo, comentó:

—Vaya… sí que eres valiente.

Neftalí apenas giró el rostro.

—Ese niño es mi hermano, y está bajo mi protección. ¿Acaso tú no reaccionarías igual si un tipo raro aparece en medio de la noche y se lo lleva? ¡Elios, levántate! Nos vamos.

El niño, aún algo inseguro, se levantó. Regulus, sin inmutarse, respondió:

—¿Terminaste? ¿Lo ves herido? ¿Asustado? No, ¿verdad? Solo lo traje a descansar. Ustedes ya han pasado por mucho...

Leonor, notando que la joven empezaba a calmarse, intervino:

—Princesa, ¿qué le parece si se sienta y toma el té conmigo?

Neftalí dudó por un instante, sobre todo al ver que en las manos de la emperatriz había una charola llena de postres. Su estómago rugió, y desviando la mirada, contestó:

—Muy bien... solo un té.

Leonor no dijo nada más. Mientras servían el té y los dulces, comenzó a preguntarle con naturalidad:

—Cuénteme, alteza… ¿qué hacían ambos en el bosque?

Elios bajó la mirada. Neftalí notó su incomodidad y respondió primero:

—No sé si pueda confiar aún en ustedes...

—Estábamos huyendo… —dijo Elios al mismo tiempo, ganándose una mirada de reproche de su hermana.

Leonor lo miró con seriedad.

—¿Por qué huían?

—Atacaron nuestro reino...

—Elios, es suficiente —lo detuvo Neftalí con firmeza. Luego, miró a la emperatriz—. Hablaremos de lo que quiera en cuanto mi hermano no esté presente. Como comprenderá, es un tema muy delicado, y no quiero que él reviva lo ocurrido.

Leonor asintió con comprensión.

—Muy bien. Aun así, me gustaría decirle, alteza, que pueden quedarse aquí el tiempo que necesiten. Atenea y Zenda están dispuestos a ofrecerles refugio hasta que ustedes lo decidan.