Aksel Klutzberg no es el típico alfa de cuento. Es delgado, su forma de lobo es más pequeña que la de cualquier otro líder, y su vida está lejos del lujo o la admiración. Se convirtió en alfa siendo apenas un adolescente, cuando sus padres lo abandonaron para ir en busca de sus mates, dejándole solo una nota y una manada al borde del colapso.
Hoy, Aksel vive en la casa principal de la manada, pero prefiere usar los pocos recursos que le quedan para reparar los hogares de los demás, pagar estudios, cubrir gastos médicos y mantener unida a su gente antes que comprarse un par de pantalones nuevos. Trabaja en la única ferretería que lograron salvar, sobrevive a base de esfuerzo y sarcasmo, y no ha tenido tiempo —ni espacio— para enamorarse.
Lo último que espera es encontrar a su mate. No está listo para el amor, ni para compartir una vida que a duras penas sostiene.
Pero el destino no espera a que estés preparado.
Y Aksel está a punto de enredarse más de lo que nunca imaginó.
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Un enredo llamado pasado
Todos los días voy donde Zafiro.
La casa es grande y antigua, con alma de esas que cuentan historias con solo pisarlas. Cada rincón necesita una mano, y yo he tratado de dársela. Un día arreglé la tubería del baño, que goteaba sin descanso. Otro, con ayuda de Liam, cambiamos el piso de la sala que crujía como si se quejara de ser olvidado. Luego pinté la cocina; las paredes parecían haber perdido las ganas de vivir. Poco a poco, la casa respira un poco mejor.
Y yo también… aunque no quiera admitirlo.
La cercanía con ella me afecta más de lo que debería. Cuando sonríe al verme entrar, cuando me ofrece un vaso de refresco sin que se lo pida… cuando nuestras manos se rozan al pasármelo y ninguno de los dos se apresura a retirarla… me engaño por un segundo. Tal vez no le importan las apariencias. Tal vez no le importa que mis jeans estén gastados o que mis manos huelan a madera y pintura vieja. Tal vez le guste que la escuche, que me quede después de trabajar para sentarnos un rato bajo el porche mientras ella me cuenta que estudió arte en la ciudad, que ama las cosas antiguas.
Y tal vez… ella piense en mi, pero se no soy suficiente.
Porque ella es lista, talentosa, decidida. Sabe lo que quiere. Y yo… yo apenas mantengo a flote una manada que cada día parece más pequeña. ¿Qué puedo ofrecerle? ¿Cómo podría decirle que es mi mate sin tener que explicarle que soy un lobo, que tenemos un vínculo destinado desde antes de que existiéramos?
¿Y si me rechaza?
¿Y si nos quedamos así sólo como amigos?
No quiero imaginarme ninguna de las dos cosas.
«Podrías dejar de ser cobarde», gruñe River en mi cabeza. «Ella es nuestra. No puedes conformarte con estar cerca. No puedes resignarte a no tenerla.»
No respondo. Porque una parte de mí sabe que tiene razón.
Pero hoy… hoy no podré verla.
Maldito consejo de manadas y sus reuniones que no me importan ni un poco.
—Alfa, ¿qué te pasa? —me llama Liam, entrando en la cocina—. Oye, amigo, tienes una cara…
—Es la única que tengo —respondo, sin ganas.
—Falso. Cuando estás cerca de cierta chica, pones ojos de corderito y una sonrisita que, la verdad, da vergüenza ajena —suelta Liam, en tono burlón.
—¡No es cierto! Yo no...
—Sí lo haces —interrumpen a coro Liam y Dilan.
—Se supone que ustedes son mi beta y mi delta. ¿Dónde quedó el apoyo, la hermandad, la solidaridad? —me quejo fingiendo tristeza.
—Vale, vale, no molestamos más —dice Liam, riendo—. Pero supongo que estás así porque hoy no la vas a poder ver, ¿verdad?
—Si ya lo saben, ¿para qué preguntan? —gruño, fastidiado de que sea tan obvio lo que me pasa.
—En la reunión, sean buenos lobos para que termine rápido. Tal vez llegues temprano y puedas invitarla a cenar —sugiere Dilan con una sonrisa de complicidad.
—No creo que sea buena idea... sería muy obvio que quiero algo con ella —respondo, bajando la voz al final.
—Fácil: ve con Liam, y que también salga Josh. Así parece una salida de grupo —propone Dilan.
—¿Yo?, ¿con Josh? ¿Por qué...? —Liam empieza a tartamudear como si le acabara de pedir que salte de un avión sin paracaídas—. No sé si él… este…
No termino de entender por qué Liam se pone tan nervioso si se lleva tan bien con el hermano de Zafiro.
—Chicos, terminen el desayuno. Tienen que salir ya a la dichosa reunión —nos interrumpe Rosa desde la puerta.
—Ya vamos, Rosa —responde Liam, mientras se pone de pie.
Subimos a su auto. Decidimos usar el suyo porque, seamos honestos, se ve mucho mejor que mi camioneta.
Vamos por la carretera durante casi dos horas. Entonces Liam rompe el silencio:
—¿Qué opinas de Josh?
—¿Especifica qué tipo de opinión quieres? ¿La de posible cuñado o la de posible amigo?
—En general… ¿te agrada? —pregunta con cautela.
—Cuando no entra en modo "guardián celoso de su hermana", sí. Es agradable —respondo. Luego, viendo lo inquieto que está, no resisto la tentación de picarlo un poco—. Así que dime, amigo… ¿tu mate es lo que esperabas?
—¿Qué? —Liam clava los frenos y me mira con los ojos como platos.
—Vamos, no te hagas. Los ojos de cachorro embobado que pones cuando lo ves… hasta yo me di cuenta.
Nunca creí que alguien pudiera ponerse pálido y ruborizado a la vez. Nota mental: Liam sí puede.
—Si tú te diste cuenta, con lo despistado que eres para estas cosas, ¡él seguro ya lo sabe! No va a querer verme de nuevo. Le voy a dar asco… me va a rechazar —dice Liam, cada vez más nervioso.
No pensé que iba a soltar eso. Creí que me iba a decir que solo le gustaba Josh o algo, no que era su mate.
—Cálmate. En realidad no me había dado cuenta de nada. Te estaba molestando porque preguntaste mucho por él. Él no tiene ni idea. Tranquilo —intento sonar convincente, aunque claramente no está funcionando. Yo y mi bocota.
Llegamos a la reunión del consejo de manadas con una mezcla de tensión y ansiedad. El lugar es sobrio y demasiado formal. El consejo está formado por cinco representantes de las manadas más poderosas. Nos reciben con esa mezcla de respeto condescendiente y lástima que tanto detesto.
Nos hacen pasar a una sala privada. Nos ofrecen asientos y algo de beber. Nos sentamos frente a ellos, preparados para escuchar lo que sea que vinieron a decirnos.
Samuel, el lobo más viejo del grupo, de la manada BlackFang, toma la palabra. Tiene el cabello completamente plateado y unos ojos azules que no pierden detalle. Su voz es grave, serena.
—Aksel, Liam, gracias por venir. Sabemos que no ha sido fácil mantener a flote su manada después de lo que ocurrió con tu padre.
Mi estómago se revuelve. Mencionarlo siempre me cae mal. Ese bastardo nos abandonó y me dejó la manada en ruinas. No quiero ni oír su nombre.
—No hay de qué, Samuel. Estamos aquí para cooperar en lo que podamos —respondo, con esfuerzo por mantener la compostura.
—Bien. Verán, hace tres semanas nos llegó una noticia muy grave que creemos podría involucrarlo. ¿Saben algo de su paradero?
Me quedo helado. ¿Qué se trae ahora ese desgraciado?
—No. No tengo idea de dónde está. No lo he visto en años. ¿Por qué lo buscan? —pregunto, tenso.
Samuel suspira. Su rostro se endurece.
—Lo siento, Aksel, pero esto es importante. Hace tres semanas encontraron a tu madre y a su pareja asesinados. Y todo apunta a que fue obra de tu padre.
El mundo se me desmorona. Me siento golpeado, como si me hubiera atropellado un tren. Mi madre… ¿muerta? ¿Así, sin más? ¿Por culpa de él?
Me cuesta respirar. Imágenes de ella vienen a mi mente, borrosas. Hace años que no la veía. Me abandonó cuando eligió a su mate, lo entendí… lo intenté entender, pero nunca me buscó. Nunca me escribió. Ni una carta, ni una llamada. Nada. Como si yo no existiera. Y ahora me dicen que está muerta. ¿Y qué se supone que haga con eso? ¿Llorar? ¿Buscar venganza? ¿Por alguien que me borró de su vida?
Uno de los consejeros me hace una pregunta, pero no la registro. Solo escucho el zumbido en mis oídos. Todo se me nubla. Hasta que Liam me toca el hombro, suave.
—Aksel… amigo, respira. Estoy aquí. No estás solo. Tienes que hablar, o pensarán que ocultas algo.
Lo miro. Su preocupación es tan sincera que me obliga a aterrizar de nuevo.
—No sé dónde está. Hace años dejé de buscarlo. No voy a perder el tiempo con alguien que destruyó lo que teníamos. Mi única prioridad es esta manada —digo, con voz firme, aunque por dentro estoy hecho pedazos.
—¿Y cómo va eso? —pregunta otro consejero, Lucas, de la manada SilverMoon. Es el más joven. Pelo negro, ojos verdes, sonrisa fácil.
—Pues... —empiezo, pero Liam se adelanta.
—Hemos sumado ocho miembros más gracias al trabajo incansable del alfa Aksel —dice con orgullo.
—Eso es un buen avance, pero aún están lejos del mínimo. Recuerden que el consejo exige al menos ochenta miembros antes de fin de año, o tendrán que disolver la manada y unirse a otra —responde Lucas, con una mueca.
—Lo sabemos —contesta Liam con firmeza—. Pero también tenemos buenas noticias. El alfa Aksel ha encontrado a su compañera.
Le gruño. ¡¿En serio, Liam?!
No quiero que se enteren. No todavía. No quiero que empiecen a cuestionar, a exigir, a meter las narices. Zafiro es mía, y esto es algo personal.
—¿En serio? ¡Eso es genial! —dice Lucas, entusiasmado—. ¿Es loba? ¿Humana? ¿Ya la reclamaste?
—Eso es algo que Aksel decidirá cuándo compartir —interviene Daniel, el lobo de WhiteSnow, con tono seco. Él no se anda con rodeos. Le agradezco el gesto.
—Claro, disculpen —se disculpa Lucas, bajando un poco la voz—. Solo me emocioné. Es una gran noticia. Encontrar a tu mate es el primer paso para levantar una manada fuerte y feliz.
Si tan solo supieran lo complicado que es… Si supieran que ni siquiera sé cómo hablar con ella sin parecer un idiota. Y que ahora, encima de todo, cargo con un pasado del que no quiero ni hablar.
me encantó la personalidad de este alfa