Octavo libro de la saga colores.
Lady Pepper Jones terminará raptada por un misterio rufián de poca paciencia y expresión dura, prisionera y en manos del desconocido, no tendrá más remedio que ser la presa del lobo, mientras que Roquer, lidiará con su determinación de cumplir con su venganza y la flaqueza de tener a una hermosa señorita a su merced.
NovelToon tiene autorización de thailyng nazaret bernal rangel para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
18. En la mansión de un lord
...ROQUER:...
— He escalado muros más altos — Dije, desde un árbol cercano a la propiedad — Caballerizas, jardines y sirvientes, típico de nobles — Salté del árbol y aterricé sobre mis pies.
— ¿En serio vamos a entrar sin permiso? — Preguntó Pepper, junto al caballo.
— Por supuesto.
— ¿Qué haríamos allí? — Se cruzó de brazos.
— Curiosear, adoras eso.
— He visto muchas mansiones de la capital.
— Pero, ninguna de Marla, parece más rústica que las de la capital — Dije y resopló.
— No es correcto.
— Somos libres, se trata de tomar riesgos, es divertido.
— Estás loco — Protestó — No puedo ni escalar un árbol, mucho menos un muro.
Tomé al caballo de las riendas y lo até a una rama baja.
Pepper se había quitado la pañoleta, llevaba el cabello recogido en una trenza que le llegaba hasta la espalda baja.
— Suerte para ti que conoces a un experto.
— Esto no es libertad, es abuso — Frunció el ceño al girarse hacia mí, el flequillo de su frente se agitó con la brisa.
— No haremos nada malo, solo curiosear.
— ¿Y si alguien nos ve?
— Saldremos corriendo, tranquila, no voy a golpear ni matar — Dije, observándola — No he estado dentro de mansiones, ni palacios, siento curiosidad por saber que ocultan los nobles, si todo es hecho con oro y mármol como dicen.
— No creo que el lord de estás tierras tenga tanta riqueza para algo así, en mi casa hay más mármol que oro, se necesita tener un buen título y riquezas para esos lujos, ser un príncipe o un rey — Observó hacia el muro.
— Tu padre tiene muchas riquezas, lo he escuchado.
— Este no parece tener ni guardias.
— Sabía que tu vida de noble sería de utilidad.
Me evaluó — En el palacio me sentía aburrida, no tenía diversión, siempre estaba sola o en compañía de sirvientes, era lujosa, pero una vida insignificante.
— Vamos a curiosear entonces.
Me aproximé a ella, al sentir su olor y su calidez.
La tomé de las caderas.
Se estremeció — ¿Qué haces?
— No puedo esperar más...
— ¿Aquí? — Se avergonzó, empujando mi pecho.
Desaté su cinturón.
— No hay nadie viendo, no hagas tanto ruido... No hay paredes que puedan callar tus exquisitos sonidos.
— Roquer... No... — Se sonrojó cuando metí mi mano dentro de los pantalones.
La acaricié entre los pétalos de su flor, con círculos lentos.
Gimió, temblando, no tardó en empaparse, su dulce miel llenó de calidez mis dedos.
Hundí dos dedos, empujándola hacia el árbol, la sostuve del cuello.
Acaricié su interior, su respiración se agitó, enterró las manos en mi camisa, adoraba ver su expresión mientras la reclamaba, sus mejillas muy rojas, sus cejas arqueadas, sus labios entre abiertos, el brillo hambriento en sus ojos.
Bajé sus pantalones.
Desabotoné los míos, sacando mi miembro.
Ella lo tomó y solté un gruñido.
Acarició tímidamente, con su pequeña mano pálida, sus dedos rozaron toda la longitud y también la punta.
El placer ondeó en mi interior.
— Es muy duro.
— Lo es — Jadeé.
— También es suave.
— Es tuyo.
Elevó su mirada hacia mí.
La giré y se inclinó contra el árbol.
Me acerqué, enterré lentamente hasta el fondo.
Se le escapó un largo gemido.
Su interior era tan cálido, me daba un apretón y tiraba de mí, exigiendo que me moviera.
Embestía y ella se estremeció a cada empuje lento y profundo.
Rocé mis manos por su abdomen, luego dentro de su camisa, ahuecando sus frutos.
Lamí y mordí su cuello mientras la poseía.
Pepper gemía una y otra vez, rendida y suplicante.
Sus piernas temblaban.
Terminé en el suelo, con ella debajo de mí, boca abajo, con su mejilla sobre la hierba.
Acaricié su trasero, aumentando el ritmo de mi posesión, le di nalgadas y apreté su carne.
Su interior no tardó en llenarse de espasmos, de aferrarse a mí, de hacerme sentir tan intenso placer que solté un fuerte gruñido.
Me derramé afuera de ella.
Jadeé varias veces.
Pepper se sentó sobre la hierba.
— Acabas de ensuciar mi ropa — Dijo, con sus mejillas muy rojas.
Saqué el pañuelo de seda de ella.
— Lo limpiaré, no te preocupes.
— No, no usarás mi pañuelo — Me detuvo, tomando mi muñeca, me quitó el pañuelo color olivo — Aún huele a esa cosa que usaste para dormirme.
— El pañuelo es mío.
— ¿Cuándo lo decidiste? — Exigió, muy enojada.
— Cuando no lo quisiste devuelta.
— No podía tomarlo — Susurró.
— ¿Por qué?
No respondió.
— Pepper ¿Te hice daño?
— No... Es que este era mi pañuelo favorito.
— Guárdalo, al menos ya pude devolverte tu pañuelo, con una lavaba quedará limpio — Toqué su mejilla, apartando una hierba seca que se le había pegado — Creo que tengo otra cosa para limpiarte — Rebusqué en mis bolsillos.
Se quedó observando su pañuelo y lo apretó.
Encontré otra tela y la usé, limpiando su trasero y su espalda baja.
Pepper se subió los pantalones.
— Ahora deseo que traigas falda.
— ¿Solo para tomarme a tu antojo? — Siseó, muy enojada.
— Pepper, no es así, ambos lo disfrutamos — No comprendí su ataque de enojo.
— Si puede que lo disfrute, pero eres un brusco.
— No sé otra forma — Acomodé mis pantalones — Se que te encanta, tu interior no miente.
— No me besas, ni me abrazas — Su mirada se aflojó.
— No soy cariñoso, sabes perfectamente que crecí en las calles, sin padres.
— No es algo de crianza.
— Pepper, apenas y puedo acostumbrarme a la idea que que tú me hayas aceptado siendo lo que soy — Dije, suspirando, apoyando las manos de mis rodillas.
— Sí, entiendo... Pero, a menos deberías tratarme como si fuera especial... Me gusta como me tomas, pero también quiero que seas cariñosos... Sé que no puedo forzar que me trates como no estás acostumbrado, pero a veces se necesita demostrar que le importas a alguien, con actos.
— Te lo he demostrado, no te tomé a pesar de que podía morir, te salvé de esos desgraciados y te liberé de ser una prisionera, no he dejado de lado mi venganza, pero te dejé fuera de esto solo para no verte sufrir — Gruñí y me levanté.
— Por eso me entregué a ti, porque me demostraste que te importo.
— No doy mimos, me arriesgo por la gente que me importa — Dije y derramó lágrimas.
— No quiero que me trates como una mujerzuela... Se que con ellas debiste ser igual... Soy tuya, no solo en el placer, quiero que sea diferente conmigo — Sus pupilas se agitaron y mi corazón se aceleró.
¿Qué rayos me estaba haciendo?
Se alejó, la tomé de la mano y la acerqué a mí.
Sostuve sus mejillas, me incliné y posé mis labios en los suyos.
Moví mis labios con suavidad, exploré su dulce boca, la abrí para mí.
Mi lengua rozó la suya, ella jadeo, respondiendo al beso.
Me aparté.
— Así está mejor — Dijo, sonriente.
— No sé mucho de besos, no besaba desde los catorce — Confesé, nuestras manos siguieron entrelazadas.
— Descuida, yo nunca besé antes.
— Tengo veintiocho o eso creo.
Se sorprendió — ¿En serio?
— Olvidé quien era antes de perderlo todo.
Se acercó y me dió un beso.
— Poco a poco vas recordando — Dijo y tocó mi rostro — Con razón te volviste tan amargado, llevas desde que tenía tres años sin besar.
La diferencia de edad me golpeó.
— No quise volver a hacerlo, la chica que me besó lo hizo como gesto de traición, era parte de la banda enemiga a la que pertenecía serpiente, ella me llevó bajo engaño a territorio enemigo y cuando esos hombres me rodearon, me dió un beso en los labios, burlándose de mí, así fue como terminé golpeado, orinado, humillado y desnudo, el líder del grupo iba a cortarme el miembro, seguramente abusaría de mí después de eso, pero yo me adelanté y él fue quien terminó sin miembro — Gruñí y ella escuchó atentamente — Corrí tan lejos, ni siquiera pude contarle a mi hermana lo que sucedió, ella jamás lo supo... Fue muy horrible para mí, tanto que al recordar el beso se me revolvía el estómago, por eso no quise tocar los labios de otra mujer.
— Que despreciables personas... Meterse con un pequeño indefenso es de cobardes... Espero que se pudran en el infierno... Mi padre también debe pagar por lo que te hizo.
— Pero, es tu padre... No quiero que me odies si cumplo mi venganza.
— Es tu derecho, los errores tienen precio y por supuesto que me duele que mi padre haya cometido algo tan horrible, pero es justo que pague.
— Lo es — Toqué sus mejillas — Solo hay algo que debo agradecerle y eso eres tú.
Sonrió.
— ¡Ya deberían estar aquí! — Siseó alguien detrás del muro — Han pasado cuatro días.
Me aproximé para escuchar.
— Mi lord, Marla está lejos de los puestos de control, los guardias tardarán.
— Debo denunciar a Lord Leandro Mercier — Gruñó la voz, Pepper y yo nos observamos — Por ataque y robo.
Vaya, el noble se las traía.
— Lo hará mi lord, el joven pagará.
— No voy a permitir que llegue a la capital con ese documento y mi manto de oro, me hundirá, hundirá al duque, si ese desgraciado se entera de esto, mi cuello estará en problemas — Siseó, los pasos se alejaron.
— ¿Quién vive aquí? ¿Lord Leandro Mercier vino a Marla? — Susurró Pepper, intrigada.
— Sí, yo lo ví.
— ¿Cuándo?
— El día que te raptó la serpiente, me topé con Lord Leandro Mercier, estaba en el poblado, él fue quien me dijo que Maude estaba encarcelada y también me dijo que había venido hasta acá solo para buscar pruebas en contra de tu padre — Dije, observándola y ella se quedó pensativa.
— Eso significa que este sujeto conoce a mi padre y al parecer, tuvo un encuentro con Lord Leandro Mercier, por lo visto le quitó algo que podría meterlo en problemas.
— Así es.
Pepper me evaluó.
— Vamos a entrar.
Elevé una comisura.
...****************...
Esperamos que el jardín estuviera solo.
Trepé el muro con Pepper aferrada a mi espalda y rodeando mi cintura.
No fue una complicación, la cerca de hierro no me impidió entrar. Salté hacia el jardín, Pepper contuvo la respiración y se aferró más a mi cuerpo.
Mis deseos estaban al descontrol, solo con sentirla cerca de mí ya quería hundirme otra vez.
Pepper se soltó, corrimos detrás de unos arbustos.
— ¿Por dónde entramos? — Preguntó Pepper — Si ese lord alertó a guardias no es conveniente que nos vean.
— Nos nos quedaremos a tomar el té, solo a averiguar quien es el desgraciado que vive aquí — Gruñí, saliendo del jardín — No dejaré que me detengan, los golpearé si intentan encerrarnos.
Caminé hacia el frente de la casa, por el camino empedrado del jardín trasero.
Al frente había una escalera y dos enormes puertas.
— Roquer ¿Qué haces?
Subí las escaleras.
— Me parece que no es necesario entrar como ladrones, este lord conoce a tu padre y si lord Leandro Mercier le robó, entonces debe tener pruebas, una larga historia que contar sobre su relación con tu padre y sus secretos compartidos, deberíamos conversar con él civilizadamente — Dije y Pepper subió las escaleras.
— ¿Civilizadamente?
— Si colabora, por supuesto — Me encogí de hombros — Toca la puerta.
— ¿Por qué yo?
— No tengo modales apropiados para tratar con nobles — Posé las manos en mis caderas — Aunque eso ya lo sabes.
— No creo que nos dejen entrar.
— Si entramos a hurtadillas encenderemos alarmas, es mejor tomar la puerta de enfrente — Ondeé mi mano hacia la puerta — Adelante, mi lady.
— No luzco como mi lady.
— Descuida, solo hay que lograr tener una conversación con el señor de esta casa.
Pepper se acercó y tocó la puerta con cuidado.
No hubo respuesta por unos minutos.
La puerta se abrió.
Un hombre mayor con uniforme estaba del otro lado.
Al vernos se tensó.
— ¿Quiénes son ustedes? ¿Cómo entraron a la propiedad? Las rejas están cerradas.
— Pasábamos por aquí de casualidad, las rejas estaban abiertas y nos tomamos la libertad de entrar — Dijo Pepper — Sufrimos un percance...
— La última vez que recibimos un lord en percances, nos atacó a mi señor y a mí — Interrumpió — Lo siento, pero sigan su camino.
— ¿Quién vive en esta mansión viejo decrépito? — Pregunté y Pepper me lanzó una mirada de advertencia.
— Óigame, no sea falta de respeto ¿Quién rayos es usted para venir insultarme? Soy el mayordomo de esta casa, no voy a permitir tales actos de...
— Pregunté ¿Quién rayos vive aquí? — Empujé la puerta.
— No es de su incumbencia, largo, par de harapientos.
Le di un puñetazo.
Cayó al suelo.
— Roquer ¿No ibas a ser civilizado?
— Lo siento, no puedo ser civilizado con gente tan lame suelas.
Entré dentro de la mansión y Pepper me siguió.