Arata, un omega italiano, es el hijo menor de uno de los mafiosos más poderosos de Italia. Su familia lo ha protegido toda su vida, manteniéndolo al margen de los peligros del mundo criminal, pero cuando su padre cae en desgracia y su imperio se tambalea, Arata es utilizado como moneda de cambio en una negociación desesperada. Es vendido al mafioso ruso más temido, un alfa dominante, conocido por su crueldad, inteligencia implacable y dominio absoluto sobre su territorio.
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Capítulo 11: Media noche
La noche transcurrió lentamente, y el silencio en la mansión se sentía como un peso sobre ambos. Mikhail no pudo encontrar descanso. Se movía en la cama, tratando de ignorar el eco de los sentimientos de Arata que se filtraban a través de su vínculo. Cada latido de su corazón parecía resonar con la angustia de su omega, y por más que intentaba bloquearlo, el dolor se hacía cada vez más palpable.
Finalmente, cansado de dar vueltas, Mikhail se levantó y se dirigió a la cocina, buscando algo que le ayudara a despejar su mente. Mientras caminaba por los pasillos oscuros, se encontró con Sergei, quien estaba apoyado en la pared, observándolo con sus ojos agudos.
—Otra noche larga, ¿eh? —comentó Sergei, con su característico tono de indiferencia.
Mikhail frunció el ceño, no tenía ganas de hablar, pero sabía que Sergei lo conocía demasiado bien como para simplemente ignorarlo.
—Déjalo, Sergei —respondió, con un tono cortante—. No estoy de humor para charlas.
Sergei, sin embargo, no se inmutó. Se apartó de la pared y lo siguió hasta la cocina.
—No tienes que estar de humor para escuchar un poco de sentido común —dijo, tomando una botella de agua de la nevera—. Tu omega está sufriendo, y lo sabes.
Mikhail gruñó, pero Sergei continuó.
—Mira, no soy exactamente un experto en relaciones, pero hasta yo sé que ignorar a tu omega no va a arreglar nada. Si sigues distanciándote, solo harás que esto sea más difícil para ambos.
Mikhail no respondió de inmediato. Se quedó en silencio, contemplando las palabras de Sergei mientras sus pensamientos se agolpaban en su mente.
—Él no necesita saber lo que pasa en mi mundo —respondió finalmente Mikhail—. No tiene por qué cargar con mis problemas.
—¿En serio crees eso? —Sergei arqueó una ceja, apoyándose en la encimera—. El chico ya está cargando con ellos. Está vinculado a ti, ¿recuerdas? No puedes protegerlo manteniéndolo en la oscuridad. Si realmente lo quieres seguro, tienes que confiar en él.
Mikhail apretó los puños. Sabía que Sergei tenía razón, pero la idea de abrirse, de compartir el peso de su pasado y el horror de su vida, era algo que lo aterrorizaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
—¿Y qué se supone que haga? —preguntó, finalmente dejando que algo de su frustración se filtrara en su voz—. ¿Le cuento que maté a mi propio padre? ¿Que soy el monstruo que lo arrastró a este infierno?
Sergei lo observó con detenimiento, su expresión endurecida pero comprensiva.
—Tal vez no de esa manera. Pero sí, eventualmente tendrá que saberlo. No puedes esperar que Arata confíe en ti si tú no confías en él.—dijo Sergei, aunque en su mente se reía con burla pues tenía el conocimiento que el omega lo sabía.
Mikhail sintió una punzada en el pecho. Sergei no solía ser tan directo, pero en ese momento, su amigo y segundo al mando no estaba jugando.
—Es cierto que mataste a tu padre —continuó Sergei—, pero lo hiciste para sobrevivir. Arata necesita saber quién eres, no solo el líder frío y distante que ve cada día.
Mikhail lo miró fijamente, su mandíbula tensa. No estaba acostumbrado a que lo confrontaran de esta manera, pero Sergei siempre había sido el único que se atrevía.
—No te voy a decir qué hacer —agregó Sergei, levantando las manos en señal de rendición—. Pero si sigues tratando a Arata como si fuera un espectador, solo terminarás perdiéndolo. Tal vez deberías hablar con él... preguntarle cómo se siente. Puede que sea la única forma de romper el hielo.
Mikhail dejó escapar un largo suspiro y se pasó una mano por el rostro, agotado. Sergei tenía razón, aunque odiaba admitirlo.
—No soy bueno en esto —murmuró, casi para sí mismo—. Nunca he sabido cómo... conectar con alguien de esa manera.
—Bueno, nadie dijo que sería fácil, su relación no la eligieron ambos —dijo Sergei, dándole una palmada en el hombro—. Pero tal vez, solo tal vez, esa es la razón por la que eres un alfa tan idiota.
Mikhail dejó escapar una risa amarga, sacudiendo la cabeza.
—Si soy un idiota, ¿qué te hace eso a ti?
Sergei sonrió con burla. —Ah, pero yo soy el idiota más simpático. Además, ya sabes que el sarcasmo es mi punto fuerte.
Ambos rieron brevemente, la tensión entre ellos disminuyendo solo un poco. Pero Mikhail sabía que el problema seguía ahí, latente. Sergei tenía razón. No podía seguir manteniendo a Arata a distancia. El vínculo que compartían era más profundo que cualquier cosa que hubiera experimentado antes, y sabía que, si seguía ignorándolo, no solo lastimaría a Arata, sino que también se lastimaría a sí mismo.
Finalmente, después de un momento de reflexión, Mikhail decidió hacerle caso a Sergei. Sabía que no sería fácil, pero tenía que intentarlo.
—Quizás tengas razón —dijo, con un tono más suave—. Veré qué puedo hacer.
Sergei se encogió de hombros. —No me lo agradezcas a mí. Solo no hagas que tu omega se vuelva loco por tu culpa.
Mikhail sonrió levemente antes de marcharse de la cocina.
—Creo que deberían subirme el sueldo—susurro entre risas Sergei.