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EL DESTINO ES LA MUERTE.

EL DESTINO ES LA MUERTE.

Status: Terminada
Genre:Completas / Escena del crimen / Leyenda sangrienta / Casos sin resolver
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: José Luis González Ochoa

Monserrat Hernández es una respetada abogada defensora⚖️. Una tarde como cualquiera otra recibe una carta amenazante📃, las palabras la aterraron; opción 1: observar como muere las personas a su alrededor☠️, opción 2: suicidate.☠️

¿Que tipo de persona quiere dañar a Monserrat con esta clara amenaza mortal?✉️.

Descubre el misterio en este emocionante thriller de suspense😨😈

NovelToon tiene autorización de José Luis González Ochoa para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

(CAPITULO 10) UNA MUJER DESAFIANTE

Monserrat se despertó con un sobresalto, su corazón latiendo con fuerza. La oscuridad de la habitación parecía cerrarse sobre ella como una trampa. Respiró profundamente, tratando de calmarse.

Pero las pesadillas la embargan de nuevo. Las imágenes de Walker, de Amón, de Lucifer, danzaban en su mente como fantasmas acusadores.

Se sentó en la cama, su mirada fija en la oscuridad. ¿Qué hora era?

Tomó su teléfono para verificar la hora, pero se dio cuenta de que estaba apagado. Recordó que no lo había puesto a cargar en la noche y que se había quedado sin carga.

Lo tomó desesperada y lo conectó. Cuando el teléfono marcó al menos el 1% lo prendió inmediatamente.

En cuanto prendió, como por arte de magia, recibió una llamada. Respondió rápidamente.

"Se lo dije, señora Hernández", dijo la voz de Lilith al otro lado de la línea, su tono frío y amenazante. "Se lo dije una sola vez que no contestara el teléfono y alguien cercano a usted pagaría el precio."

Monserrat se sintió un escalofrío en la espalda. La voz de Lilith era como un cuchillo que cortaba el aire.

"¿Qué... qué quieres decir?", tartamudeó Monserrat.

"Estas son las consecuencias de sus actos", continuó Lilith. "Lamentablemente, ahora tendrá que dedicar tiempo para conducir porque ya no tendrá quién conduzca por usted."

La llamada se cortó.

Monserrat se quedó con el teléfono en la mano, su corazón latiendo con fuerza. La voz de Lilith había sido fría y amenazante, con un tono de molestia que nunca había escuchado antes.

Monserrat intentó seguir comunicándose con Juan, pero su teléfono seguía sin respuesta. La ansiedad y el miedo comenzaban a consumirla. Necesitaba saber qué había pasado con él.

Prendió el televisor para distraerse y ver si había alguna noticia que pudiera darle algún rastro sobre Juan. Los canales se sucedían sin nada relevante, hasta que llegó a un noticiero local.

"...y en otros acontecimientos, un accidente de coche en la carretera principal ha dejado una víctima mortal", dijo el presentador del noticiero.

Monserrat se inclinó hacia adelante, su corazón latiendo con fuerza.

"La policía ha identificado a una de las víctimas como Juan Russell Harrison, de 55 años", continuó el presentador.

Monserrat sintió un escalofrío de terror. Su mundo se le vino abajo. La amenaza que tantas veces le habían hecho saber de que alguien cercano a ella iba a pagar el precio por cualquier acción equivocada que tomara ahora era real.

Las muertes de sus anteriores clientes no eran algo tan directo para ella, pero ahora la muerte de su chofer y la persona en la que posiblemente más confiaba era algo muy personal. Monserrat sintió vulnerabilidad y soledad.

La pantalla del televisor se volvió borrosa mientras las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas. ¿Cómo podía haber pasado esto? ¿Por qué Lucifer había decidido castigarla de esta manera?

La habitación estaba bañada por la luz del día, pero Monserrat sintió oscuridad y desesperanza. La voz de Lilith resonaba en su mente: "Alguien cercano a usted pagará el precio..."

Monserrat se levantó del sofá, su mirada fija en la pantalla del televisor, ahora apagada. Sabía que tenía que hacer algo, pero no sabía qué. La sensación de impotencia y miedo la consumía.

El día que había comenzado con esperanza ahora se había vuelto sombrío y peligroso. Monserrat sabía que tenía que actuar rápido para protegerse a sí misma y a los que aún quedaban. Pero, ¿cómo?

Monserrat se sumió en un mar de pensamientos, tratando de encontrar una salida a la situación en la que se encontraba. Su primer pensamiento fue contactar a un detective realmente bueno, alguien que pudiera ayudarla a resolver el rompecabezas que se había formado en su vida.

Dos de sus ex pacientes muertos, un reciente paciente que se había suicidado y su conductor asesinado... era demasiado coincidencia. Un detective podría estar investigándola, o quizás estaba llegando a la conclusión de que todas estas personas estaban cercanas a ella.

Pero sabía que no podía involucrar a la policía en esto. Lucifer y sus acompañantes, Lilith y Amón, eran demasiado peligrosos y poderosos. También recordó que en las cartas anteriores le habían dicho que era muy predecible.

Entonces, decidió no seguir el orden de la lista. No iría tras Michael Davis, el hombre acusado de tráfico de drogas. En lugar de eso, se enfocaría en el cuarto y último nombre: Samanta Brown, acusada de fraude.

La única cuestión era que Samanta no vivía en Nueva York, sino en Miami donde Monserrat había empezado su carrera tantos años atrás. La ironía no se le escapó.

Monserrat sabía que tenía que tomar una decisión rápida. No podía permitir que Lucifer y sus seguidores la siguieran acosando. Tenía que tomar el control de la situación.

Con determinación, Monserrat comenzó a hacer planes para viajar a Miami y encontrar a Samanta Brown. No sabía qué la esperaba allí, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para protegerse a sí misma y descubrir la verdad detrás de las muertes y amenazas que la rodeaban.

La pregunta era: ¿qué encontraría en Miami? ¿Y qué pasaría cuando enfrentara a Samanta Brown?

Monserrat sintió un destello de alegría al pensar en su viaje a Miami. No solo iba a investigar sobre Samanta Brown, sino que también podría visitar la casa que su madre le había heredado cerca del mar. Ese lugar siempre le había traído paz y tranquilidad.

Tomó un taxi en la calle 5ta Avenida, cerca de su casa en Manhattan. El taxista, un hombre amable de mediana edad, la saludó con una sonrisa.

"¿Dónde vamos hoy, señora?", preguntó mientras arrancaba el auto.

"Al alquiler de autos Enterprise, en la calle 43 Este", respondió Monserrat.

El taxista asintió y comenzó a conducir. Mientras avanzaban por la ciudad, Monserrat observó el bullicio de la mañana en Nueva York. La gente caminaba apresuradamente por las aceras, los autos tocaban la bocina y los vendedores ambulantes ofrecían sus productos.

"¿Va a viajar hoy?", preguntó el taxista, rompiendo el silencio.

"Sí, voy a Miami", respondió Monserrat. "Tengo una casa allí, cerca del mar. Me encanta ir allí para relajarme."

"Entiendo", dijo el taxista. "Miami es una ciudad hermosa. ¿Va a estar allí por mucho tiempo?"

"No, solo unos días", respondió Monserrat. "Tengo que resolver algunos asuntos."

El taxista asintió y continuó conduciendo. Monserrat se sumió en sus pensamientos, pensando en lo que la esperaba en Miami.

Después de unos 20 minutos de trayecto, el taxi llegó a la calle 43 Este, donde se encontraba el alquiler de autos Enterprise. Monserrat pagó al taxista y se bajó del auto.

La mañana soleada y fresca la recibió con una brisa suave. Monserrat sonrió, sintiendo una sensación de libertad y esperanza. Estaba lista para enfrentar lo que viniera en Miami.

Se dirigió hacia la oficina de alquiler de autos, lista para rentar un auto y comenzar su viaje hacia la costa oeste. La casa de su madre la esperaba, y Monserrat estaba ansiosa por volver a ese lugar que siempre le había traído paz.

Después de unas horas de tramitaciones en la oficina de alquiler de autos, Monserrat finalmente salió con su nuevo vehículo, listo para emprender su viaje a Miami.

Se dirigió hacia el lugar acordado para recoger sus maletas, que había preparado con anticipación. Mientras esperaba al taxista que se encargaría de llevarlas, se sentó cómodamente en el auto alquilado.

De repente, su teléfono sonó, rompiendo el silencio. Monserrat miró la pantalla y su corazón se detuvo al ver el nombre de Lilith en la pantalla.

Contuvo la respiración y respondió la llamada, preparándose para lo peor.

"¿Sí?", dijo Monserrat, intentando mantener la calma.

Lilith habló con una voz fría y calculada. "Monserrat, ¿en dónde te encuentras? Se supone que debías estar con el siguiente nombre en la lista, Michael Davis."

Monserrat sonrió internamente, satisfecha de haber anticipado la pregunta. "En cartas anteriores me han dicho que soy muy predecible", respondió. "Saben ustedes quieren jugar este juego, quieren que lo juegue yo. Entonces lo voy a jugar, pero ya no voy a hacerlo de manera predecible. No voy a ir con esa persona. Ahora voy a ir con otra, totalmente diferente en la lista."

"Además", continuó Monserrat, "tú me ofreciste tu ayuda para llevarme al infierno en busca de la verdad. En esta ocasión, yo te pido que no me vuelvas a llamar, ya no necesito tu ayuda, ya no necesito tu presencia. Este juego lo voy a jugar yo sola, y yo sola lo voy a ganar. Así que déjenme jugar, porque eso es lo que quieres, ¿no? Que juegue."

Lilith rió suavemente antes de responder.

"Eres muy inteligente, Monserrat, muy audaz. Aceptaré tu petición", dijo. "Pero recuerda, este es el tercer día de los siete. Si quieres jugar sola, adelante. Pero allá sabrás las consecuencias de no ganar."

La llamada se cortó, dejando a Monserrat con una sensación de determinación y miedo. Sabía que había tomado un riesgo al desafiar a Lilith y a Lucifer, pero estaba decidida a ganar el juego y descubrir la verdad.

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Luis Ochoa
Hola Alicia, muchas gracias por tu comentario. Ten por segura que se tiene contemplada la secuela.
Alicia Escobar
un libro interesante con detalles únicos y originales, espero que tenga una continuación 😃👍
Elsa Orivas
mucho miedo pero que val8e te
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