En un mundo sombrío dominado por vampiros tras la desaparición de los humanos, Killian, un aristócrata vampírico, se ve envuelto en una tormenta cuando recibe como regalo a su primer esclavo: Niki, una enigmática mujer cuervo, cautiva de su profundo resentimiento hacia los opresores de su especie. En esta historia tipo omegaverse, marcada por rivalidades intensas y desconfianza mutua, ambos protagonistas se enfrentan en un juego peligroso de seducción y venganza que desafía los límites entre la sumisión y el deseo. Adéntrate en este romance oscuro donde los corazones chocan en medio de las sombras más profundas del alma.
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El precio de la libertad
Nikolay, consciente del peso de las miradas que se posaban sobre sus alas, sentía el dolor y el anhelo en cada uno de esos ojos cargaba. Había en ellos una tristeza que parecía consumir el alma, como si cada pluma de sus alas recordara a Niki la libertad perdida, la vida que una vez tuvo y que ahora no era más que un sueño roto.
Por un instante, Nikolay se debatió sobre qué decir. Las palabras eran frágiles en momentos como ese, y él no quería añadir más peso a la carga que Niki ya llevaba. Pues ella alguna vez fue una mujer llena de sueños y esperanzas, que, de la noche a la mañana, había sido reducida a nada más que un objeto, un adorno para que los crueles vampiros disfrutaran destrozar a su antojo.
La libertad, que alguna vez fue suya, se le había escapado de las manos con una facilidad tan desesperante que aun no lograba superarlo, y ahora vivía con la certeza de que el mundo la veía como un simple juguete, desechable y sin valor incluso para los de su especie.
Nikolay sabía que esta realidad era un potente martillo que machacaba el espíritu de la mujer cuervo, un recordatorio constante de lo que había perdido. Y aunque él no podía cambiar el pasado, estaba decidido a que Niki no se quedara en ese lugar de desesperanza mientras él estuviera cerca.
El hombre alado, con una voz tan suave como el viento de otoño, intentó ofrecerle un rayo de esperanza en medio de la oscuridad nerviosa que los rodeaba.
—Cuando lleguemos al claro, te vendaré si me lo permites. Quiero intentar que esas alas tuyas se curen, así podrás intentar volar otra vez— Susurró con optimismo.
Pues sus palabras estaban cargadas de promesas y deseos de un futuro mejor, pero era inútil, Nikolay podía sentir la pesada carga que Niki llevaba en su corazón y trataba de entenderla.
Y aunque él nunca había sido esclavizado, podía comprender, de una manera profunda y empática, la injusticia que ella había sufrido.
Una injusticia que a nadie le importaba, la sociedad que los había colocado en esta situación era cruel e irremediablemente obstinada, gobernada por seres atroces que infligían dolor sin remordimiento alguno con un orgullo alterado por la creencia de haber logrado un bien mayor y esto llenaba a Nikolay de una rabia silenciosa.
Odiaba a los vampiros con cada fibra de su ser, no solo por lo que le habían hecho a Niki, quien no era más que una víctima más del sistema, sino más bien por las atrocidades que cometían diariamente, jactándose de su crueldad como si fuera un logro digno de alabanza.
Nikolay despreciaba el día en que la humanidad, en su deseo de inmortalidad, había dado lugar a estas abominaciones, seres que ahora eran una plaga en el mundo y se empeñan en dañar toda la creación de Dios hasta que no quede nada.
Sin embargo, Nikolay sabía que dejarse consumir por ese odio no les serviría de nada en ese momento. Tenía que mantenerse enfocado en el presente, en lo que debía hacer para que ambos pudieran sobrevivir a lo que podría ser una masacre.
Niki, por su parte, se encontraba sumida en un abismo de desesperanza. Su mente, agotada por el constante deseo de paz, no podía aferrarse a nada más que a la oscuridad que la envolvía.
—No creer que volver a volar... No tener garras para pelear... Ser como una gallina, pero más molesta— Murmuró, su voz quebrada por la tristeza.
Se aferraba a Nikolay con la poca fuerza que le quedaba en sus brazos heridos, como si él fuera su última ancla en un mundo que se desmoronaba a su alrededor, ¿Qué podía hacer si no?, su existencia ya no pertenece a ningún lugar y su mente ya no puede soportar más dolor, balanceándose en un hilo de cordura tan frágil como sus deseos de vivir.
Nikolay sabía perfectamente que hacer que las alas de Niki volvieran a funcionar sería una tarea monumental, casi imposible. Pero él estaba decidido a intentarlo. Debía ser positivo, pues, si no lograba devolverle el vuelo, al menos sanaría sus heridas lo suficiente para que pueda tener una vida plena. Todo por el simple hecho de qud le había prometido que la sacaría de ese infierno, y Nikolay era un hombre de palabra que no estaba dispuesto a dejar morir a aquella mujer ni a su espíritu.
—No digas eso. Haré lo posible para que puedas volver a volar, no pierdas la esperanza—Respondió coon calma.
Su voz estaba aparentemente llena de una calma que solo se consigue después de mucho sufrimiento, una voz que podría darle las mínimas esperanzas a aquella chica. Pero sabía que sus palabras eran solo una chispa en la vasta oscuridad que rodeaba a Niki, no obstante incluso una chispa podría ser suficiente para encender un fuego de su espíritu y ese pensamiento lo llenaba de optimismo.
Por lo que, con una determinación renovada, Nikolay apartó sus pensamientos de compasión y se centró en la tarea que tenía por delante.
Debía volar cargando a dos personas, algo que nunca había hecho antes y tenía altas probabilidades de fallar. Pero continuó.
Abrió las puertas de la ventana, dejando que el aire frío de la noche inundara la habitación, dándole un frío recordatorio de la realidad que los esperaba fuera.
—Vamos, tú puedes...— se murmuró a sí mismo, tratando de infundirse el coraje necesario para la tarea titánica que estaba a punto de emprender.
El balcón era una obra de arte, un espacio vasto y lujoso, donde cualquiera podría relajarse bajo las estrellas. Las sillas y mesas, talladas en mármol adiamantado, brillaban a la luz de la luna, los sofás hechos de la más rara seda estaban rellenos de plumas de un ave extinta, mostrando el nivel de opulencia que los Nocturna podían permitirse, pero para Nikolay, esos lujos no significaban nada.
Lo único que importaba en ese momento era la libertad, ese bien tan preciado que los vampiros les habían arrebatado y que muy pocos en este mundo pueden decir que la poseen. Con ese pensamiento en mente, extendió sus alas, blancas como la nieve, y se lanzó al cielo, llevando a Niki y a Killian con él, rezando en silencio para que nadie los descubriera.
Pero mientras Nikolay volaba hacia la seguridad del bosque, la mansión Nocturna seguía sumida en una calma inquietante. Todos los ocupantes estaban absortos en sus propios asuntos, ocupados con sus frívolas tareas en esa fría noche de otoño. Todos, excepto Rick. El vampiro aburrido miraba la luna con desdén, su mente estaba divagando en pensamientos de hastío.
—Qué porquería estar en casa, ya no me quedan esclavos por vender y madre no deja de pedirme un nieto...— Suspiró jugando con su copa.
Su mirada perdida en la eternidad de su existencia denotaba que la estabilidad de su vida lo consumía, lo asfixiaba lentamente. Necesitaba algo, cualquier cosa, para romper la monotonía refinada a la que sus parientes se adherian con tanto gusto, ¿Por qué les gustaban tanto las aburridas interacciones repetitivas de la vida hogareña?, era algo que jamás podría entender y se negaba a intentarlo, quería aquella adrenalina a la que era adicto.
Fue entonces cuando algo en el cielo llamó su atención.
—¿Eso es un pájaro gordo?— se preguntó, frunciendo el ceño ante la figura inusual que cruzaba el cielo.
Observaba aquella extraña criatura de alas blancas, su vuelo silencioso y carente de gracia, y por primera vez en mucho tiempo, sintió un destello de curiosidad.
Nikolay volaba con la carga de sus dos acompañantes, sintiendo la presión del aire frío cortando su rostro y helando sus músculos. A cada aleteo, el dolor del cansancio se mezclaba con la necesidad de concentración constante necesaria para mantener el equilibrio, cuidando de no herir a Niki más de lo que ya estaba.
La calidez que provenía de su cuerpo herido era apenas un susurro contra la crudeza del viento, pero era suficiente para recordarle que no estaba solo, que debía continuar, por ella y por todos los que aún sufrían. No podía rendirse, no ahora.
Después de lo que pareció una eternidad, divisó un claro en el bosque, un refugio temporal donde podrían detenerse y tomar un respiro. Aunque su instinto le decía que debía adentrarse más en el bosque, sabía que no podían arriesgarse. Niki estaba débil, y el terreno accidentado solo empeoraría su estado si lo hacían a pie como había planeado. Necesitaban un momento de paz, de cuidado, antes de enfrentar el siguiente tramo de su escape.
Rick, mientras tanto, había salido al balcón con un arpón en la mano, su corazón latiendo con una emoción que hacía tiempo no sentía lo impulsaba a buscar ese tesoro.
No era solo curiosidad lo que lo empujaba a seguir aquella sombra en el cielo; era la promesa de algo nuevo, algo que podría romper el tedio asfixiante de su vida en la mansión a la que no estaba acostumbrado. Caminaba por el bosque como si estuviera dando un paseo, inhalando el aire frío del otoño con una satisfacción oscura, sintiendo cada paso como un avance hacia lo desconocido, hacia una posible diversión duradera.
Al aterrizar, Nikolay se agachó suavemente, permitiendo que Niki bajara por su cuenta. Cada movimiento estaba cargado de una cautela reverente, como si temiera que cualquier acción abrupta podría hacerla añicos.
—¿Puedo curarte?— Preguntó con una amabilidad que contrastaba con la brutalidad del mundo en el que vivían.
No podía simplemente tomar su mano y comenzar a sanar sus heridas; había una barrera de desconfianza que aún existía entre ellos, una barrera que solo podía romperse con paciencia.
Niki, exhausta hasta el punto de la indiferencia, asintió lentamente. Aunque le dolía, sabía que necesitaba atención, y a pesar de todo, estaba agradecida de estar viva, incluso si esa vida ahora se definía por una constante huida y dependencia de aquel desconocido.
—Hacer lo que tener que hacer— Susurró, con una voz tan apagada como el crepitar de las hojas secas bajo sus pies.
Se sentía libre, pero también atrapada, una dualidad que la consumía desde dentro, tal vez por su condición convaleciente o por depender de un desconocido que insistía en traerla con su "amo".
Nikolay, al ver la aceptación en sus ojos, dejó a Killian en el suelo, esta vez con menos cuidado, y se dirigió hacia donde había escondido el kit de medicina. Era un pequeño estuche, nada sofisticado, pero contenía lo necesario para tratar las heridas más urgentes.
Regresó junto a Niki y comenzó a trabajar, aplicando desinfectante en sus heridas con la delicadeza de un artesano, vendando cada corte, cada rasguño, con un cuidado que bordeaba en lo obsesivo.
—Los vampiros pueden oler la sangre, así que tenemos que ser cuidadosos— advirtió mientras inspeccionaba su trabajo, asegurándose de que no hubiera quedado ninguna herida expuesta.
Sabía que el olor de la sangre podía atraer a cualquier vampiro en kilómetros a la redonda y más con alguien como Niki, en definitiva era un riesgo que no podía permitirse.
Nikolay, a pesar de su apariencia serena, estaba lleno de una tensión que solo aquellos en situaciones de vida o muerte pueden entender. Su mente trabajaba a toda velocidad, considerando cada posible escenario, cada peligro que podrían enfrentar. Había sido demasiado sencillo escapar y eso no podía ser bueno en lo más mínimo.
Niki, ajena a las preocupaciones de su salvador, soportaba el dolor en silencio, pero había algo que no podía dejar de preguntarse. Había algo en Nikolay que la desconcertaba, algo en su comportamiento, en su libertad, que no cuadraba con todo lo que había experimentado. Reuniendo el coraje poco a poco para hacer la gran pregunta.
—¿Por qué tú ser libre? ¿Lograr escapar antes?—Preguntó finalmente, su voz apenas audible, estaba cargada de una mezcla de un ansioso dolor y curiosidad.
Nikolay desvió la mirada, sus ojos se oscurecieron brevemente, como si el peso de una historia inconfesable cayera sobre él. No era una pregunta que pudiera responder con ligereza, no en ese momento, no con el peligro acechando tan cerca.
—Es una historia larga que no puedo contar ahora... Deberíamos centrarnos en recuperarnos— Respondió, evadiendo el tema mientras guardaba las vendas sobrantes.
Había un tono en su voz, una tristeza subyacente que dejó a Niki con más preguntas que respuestas, pero ella no insistió, no creía que fuera buena idea hacerlo ahora.
La relación entre ellos era extraña, marcada por diferencias que no solo se notaban en sus comportamientos, sino también en sus olores. Nikolay tenía un aroma peculiar, algo que Niki no podía describir con precisión, pero que la calmaba, la hacía sentir segura, como un bálsamo para su alma atormentada.
Era un contraste tan marcado con todo lo que había conocido en su vida reciente, donde la corrupción y el dolor eran los olores predominantes en su existencia que no podía evitar estar confundida.
Pero no era la única interesada en aquel aroma, porque desde la distancia, Rick avanzaba con una determinación lenta pero segura, cada paso lo acercaba más a su presa. Sus sentidos estaban alertas, captando cada aroma, cada sonido en el bosque. Sabía que había algo inusual en esos árboles, algo que no pertenecía allí, y su corazón se aceleraba ante la anticipación de un descubrimiento.
Apretó su arpón con más fuerza, mientras una sonrisa perversa se asomaba en sus labios, una sonrisa que habría hecho estremecerse al mismo diablo.
Estaba cerca, lo sabía, y la promesa de un tesoro exótico lo llenaba de una emoción que no había sentido en siglos. El bosque, teñido de colores otoñales, parecía retener el aliento mientras Rick avanzaba, sus ojos fijos en su objetivo, preparado para reclamar lo que fuera que ese extraño aroma le prometía.
Rick, quien se movía sin sombra y sin la más mínima pizca de piedad, se deslizaba entre los árboles como un espectro, invisible para el ojo del espectador, aterradoramente silencioso.
Su presencia era una amenaza palpable, como la muerte misma, y todo a su alrededor parecía ceder ante su paso, las hojas secas se apartaban y los árboles inclinaban sus ramas. Nadie, ni hombre ni bestia, había logrado desafiarlo sin sufrir las consecuencias más terribles, y en ese momento, con una emoción oscura en su pecho, sabía que había encontrado su presa.
Mientras tanto, en el claro, Nikolay se mantenía atento a los movimientos de Niki.
—¿Te ves capaz de andar y correr?— Preguntó con una calma que ocultaba la tormenta de pensamientos que se arremolinaban en su mente.
Debía decidir el siguiente paso, pero para ello, necesitaba saber si Niki estaba en condiciones de moverse. Si estaba demasiado débil, podrían buscar refugio cercano, tal vez en una cueva que conocía en las cercanías. Pero si podía correr, se alejarían lo más posible de la mansión, adentrándose en la seguridad que ofrecía la oscuridad del bosque.
Niki, sin percatarse de las preocupaciones de Nikolay, se levantó lentamente. El dolor seguía allí, un recordatorio constante de su fragilidad, pero el tratamiento que había recibido le devolvió algo de fuerza, un destello de esperanza en su alma herida y cansada de la vida de esclavo.
Miró sus alas, iluminadas por la pálida luz de la luna, y por un momento, pensó que tal vez podría ser capaz de escapar, de encontrar la libertad que tanto anhelaba.
—Creer que estar b...— Comenzó a decir, sintiendo una suave alegría surgir dentro de ella, una chispa que podría haber crecido si no fuera porque en ese preciso instante, su frase fue brutalmente interrumpida.
Un arpón atravesó su ala izquierda, cortando sus palabras y llenando el aire con un grito desgarrador.
El dolor se extendió como una llama ardiente que parecia no querer extinguirse, y Niki cayó al suelo, retorciéndose en agonía. Cualquier esperanza que había sentido se desvaneció en un instante, sustituida por la oscura realidad de su interminable tortura. Parecía que el destino se negaba a permitirle siquiera un momento de paz, como si la felicidad fuera un lujo demasiado grande para alguien en su situación. Como si la paz fuera demasiado para un esclavo.
Desde el borde del claro, un par de ojos rojos brillaban con una luz inquietante entre la maleza, sus pupilas fijas en la escena que se desarrollaba ante él parecían demostrar una diversión desde lo más profundo de su alma.
...Los había encontrado....
A medida que Rick avanzaba, la sonrisa de un depredador curvó sus labios, revelando sus dientes blancos en un gesto que parecía anunciar su llegada con una crueldad escalofriante que teñiría su mundo.
Allí estaba, el peor de los villanos, saliendo de las sombras con la satisfacción de haber encontrado un nuevo juguete en el cual descargar su abismo de aburrimiento y maldad.
Me cautiva tu forma de escribir y relatar las sensaciones, emociones y situaciones en general. Eres asombrosa Trimiss Gottes, una gran escritora.
Por cierto, excelente narración 🖤