Pasiones Ocultas.

A la mañana siguiente, Samuel entró en el auto de Derek, y apenas se había puesto el cinturón de seguridad cuando le preguntó:

—¿Me vas a decir a dónde piensas llevarme?

—Dije que es una sorpresa, ¿por qué eres tan impaciente? —Derek rodó los ojos y comenzó a conducir hacia la universidad.

—No me gustan las sorpresas —Samuel agarró su celular y revisó los mensajes—. ¿Me vas a decir o no?

—No, ya te dije que no —Derek sonrió de lado escuchando los murmullos molestos de su acompañante. Realmente amaba molestarlo y ver cómo movía sus labios en palabras inentendibles llenas de insultos seguramente.

—Entonces no iré a ningún lugar.

—Bien—dijo. Samuel lo miró con sorpresa—. ¿Qué? ¿Pensaste que iba a rogarte? Ni que fueras una chica —comentó con burla.

Samuel rodó los ojos y regresó su mirada al celular. Por supuesto que Derek Blackwell solamente le rogaba a las chicas que le interesaban, no obstante, aún tenía un sentimiento de desánimo.

Después de esa breve conversación, solamente se podía escuchar la playlist de Samuel. Mientras Derek conducía, él miraba por la ventana, atento a todo y a nada a la vez. La presencia de Derek le irritaba, pero también lo ponía nervioso y ansioso por saber qué haría al segundo siguiente. Tal vez lo alejaba, tal vez lo acercaba, pero cualquier opción causaría un estrago en él ya sea bueno o malo.

—Llegamos —Derek apagó el automóvil y se quitó el cinturón—. Bueno, princesa, nos vemos en la salida.

—Hoy tengo entrenamiento de ballet, no lo olvides —advirtió. Sus prácticas eran todo para él.

—Lo sé, lo sé, no lo olvidaré.

Samuel asintió satisfecho con la respuesta y bajó del auto para dirigirse a su aula asignada. Las horas de estudio pasaron lentamente. Samuel era adicto al estudio, pero de vez en cuando, hasta a él le aburrían las clases de algunos profesores.

—Dios, odio al señor Thomson, su clase es la más aburrida de la historia —se quejó James mientras se dejaba caer sobre el hombro de su amigo.

—Bueno, si no te gusta el francés, pues es aburrida —dijo Josh—. Por mi parte, disfruto cada clase que da.

—Eres realmente aburrido. Tienes la palabra nerd escrita en toda la frente —mencionó James con diversión. Samuel y Jenn rodaron los ojos—. Por eso te hacían bullying en la escuela.

—Cállate, James. A ti también, recuerda que por eso nos conocimos —contraatacó Josh sin pensarlo. James, de una manera infantil, le mostró su lengua y se recargó contra Samuel.

—Suficiente, niño. Mejor vayamos a buscar comida porque aún nos quedan cuatro horas más de clases.

Los tres amigos soltaron un largo suspiro de cansancio y se arrastraron hacia la cafetería sin ánimos de seguir estudiando. Era lunes, ese día nadie quería estar en la universidad.

Después de comer y tirar los restos a la basura, los cuatro tuvieron que regresar al aula. No obstante, Samuel se desvió hacia los baños para lavarse la cara y poder despertar un poco.

Entró y el lugar estaba vacío. Fue a hacer sus necesidades a un cubículo cuando la risa de una chica lo hizo arrugar las cejas, se escucharon los pasos de un par de personas. Las dos personas entraron a un cubículo y cerraron con fuerza la puerta. La institución era un lugar respetable, no un motel de tres estrellas para que tuvieran sexo ahí.

Al terminar y bajar la cadena, el "ssh" que hizo el hombre causó una risa divertida en su acompañante; seguramente le había dicho que guardara silencio porque alguien estaba ahí. Samuel salió, se lavó y secó las manos. Después, se acercó al cubículo y golpeó con fuerza la puerta.

—Aléjate, idiota, déjanos disfrutar un poco —habló la chica desde dentro del baño.

—Este es el baño de hombres, no un motel —dijo Samuel. A él le habían enseñado a respetar los lugares públicos y reprobaba cualquier actitud que fuese en contra de las reglas; esa era una razón por la que muchos de sus compañeros le llamaban "anciano" con burla.

—Métete en tus asuntos, perdedor, o te juro que te golpearé al salir de aquí.

—Salgan o llamaré a los profesores —advirtió, desafiante.

—Hey, ¿qué haces? ¡No abras! —se escuchó quejar a la chica, y dos segundos después, la puerta del cubículo fue abierta.

—Por qué no me sorprende que seas tú —Samuel sintió una mezcla de coraje y decepción al mirar a Derek frente a él. La rubia detrás de él era Keyla Smiths, la chica de nuevo ingreso más popular de la universidad. Ella se abrochó la blusa con rapidez y acomodó la falda, bajándola lo más rápido que pudo.

—Solamente estaba divirtiéndome, ¿es eso un pecado? —Derek elevó una de sus cejas interrogativamente.

—Este no es el lugar ni la hora para ello. Si quieres diversión, ve a un hotel o motel y haz lo que quieras ahí, pero respeta la institución.

Samuel estaba enojado, mirando cómo el supuesto novio de su amiga estaba a punto de tener relaciones en los baños de la universidad con una recién ingresada. Las ganas de golpearlo y gritarle no faltaban, pero aún tenía que mantener la cordura y la buena educación que había recibido de sus padres.

—Creo que te falta una novia, chico. Eres demasiado entrometido en asuntos que no te importan —Keyla se arregló el cabello y se paró al lado de Derek con un aire de superioridad adornando su rostro—. Si quieres, te presento a una amiga y dejas de ser tan amargado.

Samuel se rió con sarcasmo y suspiró internamente. Era sorprendente el descaro de estas personas. Parecían tela cortada con la misma tijera. Aunque lo más extraño era la actitud de ella, él tenía el placer de conocer a su hermano, y era todo lo opuesto a estos dos descarados que tenía enfrente.

—¿Una novia? —escuchó a Derek preguntar con ironía—. Con ese cuerpo y esa cara, no creo que a alguna chica le interese. No sabríamos quién sería la mujer de la relación.

Los dos se carcajearon por los comentarios sin chiste de Derek. Era humillante que dijera eso de su cuerpo, que se burlara de esa manera de él. No sabía qué había pasado; por la mañana, Derek parecía querer llevarse bien con él, pero ahora su actitud mostraba que pretendía alejarlo lo más lejos posible.

Esos cambios en su comportamiento eran una incógnita para Samuel, pero tampoco le interesaba descubrir qué había detrás. Si Derek quería alejarlo, él estaría feliz con eso.

—Cualquier chica se sentirá mejor con alguien como yo, que con alguien como tú —respondió Samuel con una frialdad que incluso lo sorprendió a él mismo—. Y, para tu información, Derek, tus comentarios despectivos puedes ahorrartelos, no me importa lo que pienses. Además, tengo a alguien y esa persona sabe muy bien que soy hombre.

La expresión en el rostro de Derek cambió, perdiendo su sonrisa burlona. Pero antes de que pudiera responder, Keyla lo agarró del brazo y lo empujó hacia la salida.

—Vámonos, Derek. No vale la pena —dijo, lanzando una última mirada despectiva a Samuel.

Cuando se quedó sólo, Samuel se apoyó en el lavabo, intentando calmarse. La confrontación había sido intensa, y las palabras de Derek aún resonaban en su mente. Pero más que la humillación, lo que más le dolía era el sentimiento de traición, aunque no tuviera motivos para sentirse de esa manera.

Tomó una respiración profunda y se lavó la cara nuevamente, permitiendo que el agua fría le devolviera algo de serenidad. Se miró en el espejo, decidido a no dejar que personas como Derek y Keyla afectaran su autoestima.

Salió del baño y se dirigió a su siguiente clase con la cabeza en alto, decidido a mantener su integridad y no dejarse llevar por las provocaciones.

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—Samy, ¿qué tal? —Y ahí estaba nuevamente, el Derek sonriente que lo había recogido por la mañana. Samuel decidió ignorarlo; no estaba de humor para sus bromas o comentarios. Subió al auto y se puso el cinturón en completo silencio. Derek puso en marcha el auto y salieron del campus. Ninguno dijo nada hasta media hora más tarde.

—¿Estás enojado por lo que dije en el baño?

—Te dije que no me importaba —respondió con indiferencia.

—Lo siento, ¿sí? —Samuel rodó los ojos ante la disculpa, que desde su punto de vista, parecía hipócrita. Primero lo trataba con amabilidad, después lo humillaba, y ahora se disculpaba. De verdad que era bipolar.

—Ya te lo dije, no me importa lo que digas —Se acomodó en el asiento y miró a Derek—. No eres importante para mí, por eso no me interesan tus burlas o tus comentarios humillantes. Así que no te disculpes por algo que no me interesa.

Samuel esperó unos segundos, pero Derek no dijo nada. El silencio se volvió incómodo y el tráfico parecía ser más lento que un caracol. Necesitaba llegar y bailar para quitarse ese mal sabor de boca que tenía.

—¿Quién es la afortunada? —preguntó Derek repentinamente. Samuel lo miró confundido y recibió una mirada de reojo de Derek—. La chica que mencionaste en el baño, ¿quién es?

Samuel enrojeció el rostro. No había ninguna chica, no existía nadie que se le hubiera confesado abiertamente o alguien a quien estuviera conociendo, pero en ese momento no pensó en ninguna otra excusa.

—Bueno, no la conoces —dijo después de varios minutos.

—¿No? Tal vez es una de mis ex, quién sabe —dijo con tono presumido.

—Te aseguro que no lo es —Samuel volvió la mirada a Derek—. Esa persona no es nadie de tus exs. Es una persona que, al igual que yo, quiere exclusividad.

—Vamos, Samuel, nadie en estos días valora eso. Lo das todo, amas con el corazón y, al final del día, esa persona te deja cuando menos lo esperas. Te cambia por alguien que es lo opuesto a ti.

Samuel arrugó las cejas, sintiendo que esas palabras iban más dirigidas a Derek que a él. Pudo sentir la rabia en su tono y la decepción al final de la oración.

—No todas son iguales, Derek. La persona que conozco no es así en absoluto —afirmó, tratando de imaginar a alguien para que sus palabras tuvieran mayor contundencia. Pero la persona que vino a su mente era lo opuesto a lo que él describía.

—Como sea —Derek se estacionó frente al gimnasio donde estaba la academia de ballet y miró a Samuel—. ¿Quién es la chica?

Samuel rodó los ojos y abrió la puerta del auto dispuesto a salir.

—No es ella —dijo—. Es un hombre.

Después de esa confesión, se fue corriendo hacia el gimnasio sin mirar atrás. La revelación flotaba en el aire, dejando a Derek sorprendido, irritado y reflexionando sobre lo que acababa de escuchar. Mientras Samuel corría, su mente se inundaba de pensamientos confusos. Había sido una salida improvisada, pero ahora que la verdad estaba afuera, se sentía aliviado.

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—Dios, qué complicado es seguirte el ritmo cuando te pones en modo profesional —se quejó Lily mientras descansaba.

Samuel jadeó y tomó un gran trago de agua. Había admitido sentirse atraído por un hombre a la persona que más odiaba, había liberado un gran secreto que cargaba desde hacía años. Sin embargo, lejos de sentirse feliz por dejar de ocultar un poco sus gustos, estaba aterrado por lo que vendría después.

—No, estoy bien —dijo luego de dejar la botella a un lado—. Pero quiero preguntarte algo.

Ella asintió con una sonrisa.

—¿Estás saliendo con Derek?

Lily miró a otro lado y sus mejillas se tiñeron de un tono rosado.

—No es una relación como tal, pero hemos estado en contacto. ¿Supongo que nos estamos dando una oportunidad? Realmente no lo sé, él me confunde mucho.

Aunque parecía feliz, un rastro de tristeza se podía ver claramente en su expresión. No obstante, Samuel se limitó a asentir. Se había prometido no meterse más en las elecciones de sus amigas. Si ellas querían ser una más de la lista de Derek Blackwell, él no las detendría. Mucho menos a Jenny, quien ya había pasado por ahí y estuvo destrozada por varios meses.

—Bueno, espero que todo quede claro entre ustedes. —Le dio una palmadita en el hombro y se puso de pie. No planeaba contarle lo que había visto en el baño; después de todo, ella seguramente no le creería una sola palabra—. Iré a ducharme y después me voy.

—De acuerdo, me quedaré un poco más. No es justo que tú tengas más nivel que yo. Seguiré practicando para estar a tu altura —dijo ella con una mirada decidida.

—Bien, nos vemos.

Samuel se dirigió a los vestuarios con paso firme, tratando de despejar su mente. Mientras se duchaba, dejó que el agua caliente relajara sus músculos y sus pensamientos. La confesión que le había hecho a Derek seguía rondando en su cabeza, generando una mezcla de alivio y ansiedad. Sabía que su vida había cambiado en ese instante, pero no estaba seguro de cómo manejaría las repercusiones.