El Demonio De Altamar

Todo el salón se había mantenido en silencio, escuchando mi ataque de ira y enojo, pero creí que era por el simple hecho de que yo estaba gritando.

Idiota- escuché el grito de mi hermano desde la puerta de entrada y por un segundo la sangre se me heló y mi corazón se paró en seco. Me di vuelta como si no me hubiese afectado escucharlo, pero esa imagen rompió mi alma y mi corazón en mil pedazos.

Isabella se encontraba a su lado, un poco desaliñada y se notaban su nariz y mejillas rojas y sus ojos sumamente hinchados de tanto llorar. Ella lo había escuchado todo, su mirada no tenía ni una pizca de cariño ni de nada, directamente allí no había ni siquiera vida y me dolía, por dios como me dolía verla así. Quise decirle algo, quise obligar a mis labios a hablar, pero era tremendamente inútil. Verla en ese estado, tan frágil me debilitaba por completo.

No me dejas explicarte lo que ocurrió, solamente crees en el palabrerío de la chusma- me dijo ella sumamente enervada, pero aún en tono bajo.

¿Qué mentira podrías tener para explicar por qué volviste tan tarde en la noche en brazos de mi hermano, desaliñada y toda sucia?- le reprocho con firmeza, no quería hablarle así, pero necesitaba una respuesta. Puedo notar que mi hermano va a hablar, pero ella lo frena.

Sacaste las conclusiones sin siquiera escucharme, no te detendré, al final la verdad no importa- los ojos le ardían, debía irse de ahí mismo antes de que la vieran llorar. Ya demasiado había llorado por ese hombre que jamás confiaría en ella -escucha bien mis palabras, anulo nuestro matrimonio Eric Black, eres libre de la zorra y cazafortunas que tenías de prometida- sin decir una sola palabra más, se quitó el collar que él le había regalado, se lo arrojo a los pies y se alejó dejando aquel inmenso hotel atrás, dejando el amor que una vez creyó que era correspondido y hoy le había causado más dolor de lo que hubiese podido imaginar, se fue olvidándose de pedirle el corazón que le había entregado ni bien lo conoció, se fue dejando el alma hecha trizas en aquel salón.

Los presentes se quedaron impactados con las palabras recién escuchadas, una niña de 17 años había enfrentado a un hombre de 23 y le había cancelado delante de todo el mundo el matrimonio, aún sabiendo que eso la condenaba a ser la solterona del pueblo y el chisme en boca de todos.

Me acerqué a mi hermano, pero ni una sola palabra salió de su boca, solamente esa mirada de odio hacia mi persona.

¿Dónde estaban?- le pregunté frío, calculador e hiriente.

púdrete, no la mereces, no mereces que ella te ame- me escupió cada palabra con odio y se fue.

Mi padre me tomó por el brazo cuando me disponía a seguirlo, inconscientemente lo mire como buscando alguna señal de que debía hacer ahora de mi vida, la había perdido, deje que las palabrerías de los demás nublaran mi juicio y silenciaran a mi corazón. No espere a que la gala terminara, me retire antes al hotel donde nos hospedábamos, tenía que ir a hablar con ella, pero ni bien se fue, la señora Lewis empezó a mirarme de mala manera y se quedó una o dos horas más y se fue seguida de su esposo. Tenía que verla, pedirle perdón por lo idiota que había sido y esperar que su amor fuese más grande que el dolor que le había causado.

Mi padre me llevo casi a rastras a la habitación donde dormíamos, por una empleada de un bar cercano, nos enteramos de que Aníbal estaba allí ahogando las penas en alcohol. Ya no me quedaba nada en la mente más que su cara herida por mis palabras, si digo que dormí esa noche seria una mentira, porque a duras penas pude descansar una hora, quizás hora y media. Pero a la larga siempre despertaba con su mirada de dolor condenando mi alma.

No desayune, directamente fui con mi padre a lo de los Lewis, Aníbal también llegó casi justo con nosotros. Apestaba a alcohol y mi padre lo miraba de forma desaprobatoria, pero él ni siquiera nos miraba en algún punto nuestra relación se había terminado de romper.

Lord Black ¿a qué debemos el honor de su visita?- dijo la señora Lewis, sé notaba que no había pegado un ojo en toda la noche y que había estado llorando.

Vengo con mis hijos a pedir el perdón de tu familia, Gladys y a hablar con tu esposo y con tu hija- dijo mi padre y por primera vez en mi vida lo vi triste y agachando la cabeza.

Julián está en su despacho, pueden pasar a hablar con él. En cuanto a Isabella, ella se fue ni bien llegó de la fiesta. Nos dejó solamente una carta de despedida y aviso que va a pasar una temporada con mi hermana, no quiere volver a este pueblo- dijo derramando nuevamente lágrimas.

Dígame por favor donde fue- dijo Aníbal desesperado.

No lo diré joven Black, tanto ustedes dos como nosotros lastimamos a Isabella y bien sé que no conseguirán acercarse a menos que ella lo quiera- dijo dejándonos el paso libre a ingresar a la mansión.

Mi padre fue el primero en pasar el umbral, yo estaba dispuesto a seguirlo, pero al mirar hacia atrás vi como Aníbal se disponía a marcharse.

¿Te vas hijo?- le pregunto mi padre dándose cuenta de sus intenciones.

Tenía una promesa padre- levantó su mirada y podía ver sus ojos llorosos -le falle a la única persona a la que amaba, ya no me queda nada aquí. Volveré a las tropas y quizás algún día vuelva a casa, aunque siendo sinceros ya no me interesa regresar. En cuanto a ti, dejas este mismo día de ser mi hermano, lastimaste de la forma más cruel a mi pequeña hermana y a menos que ella en algún momento te perdone, yo jamás lo haré- se montó en su caballo a pesar de los intentos de mi padre por detenerlo. Sentí una opresión en mi pecho en cuanto lo vi desaparecer a la distancia. ese día perdí a la mujer que amaba y a mi propio hermano menor.

En cuanto nuestra visita terminó, me enliste nuevamente en la marina y fui convocado a una guerra por demás sangrienta contra los piratas. Pero con cada día, mes y año que paso mi corazón fue volviéndose de hielo y perdí cualquier rastro de calidez. Me volví todo lo que siempre se había dicho de mí, el despiadado, el asesino, el Demonio de Alta mar.