Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
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Parte 10
Leonardo
Había decidido ir al centro comercial cuando vi que estaba gastando en ropa y juguetes para los bebés, quería ver que más podía hacer, cuando estaba a punto de llegar recibí una llamada de unos de los guardaespaldas, había pasado algo, les ordené que no hicieran nada, que estaba a punto de llegar.
Mientras me dirigía donde ella, vi como habían hecho un medio círculo escuchando todo, también escuché como los de seguridad la veían como una poca cosa y como la culpaban a ella mientras el verdadero culpable estaba que huía.
—Italia es mejor —Le dije indiferente, sus ojos se encontraron con los míos, se veían un poco llorosos, pero no creo que fuera por la presión, más bien por su pose era de la rabia. —Simplemente, te dije que fueras a comprar cosas, pero ahora estás discutiendo porque alguien te robó. Creo que te pagué lo suficiente para que no te quejaras por algo tan insignificante como un robo.
Hago una leve broma de lo que me dijo hace unas horas.
—Es tu tarjeta. La tarjeta que me diste para gastar en los niños —Me respondió mientras fruncía el ceño, se veía verdaderamente preocupada, le sonreí y vi como las personas se sorprendieron por esto, el gran Salvatore no le sonreía a nadie.
—¿Y qué? Puedo cancelarla y no podrás sacar ni un euro de esa tarjeta. Además, hago caridad para los pobres —Respondí mirando a ese hombre como si no valiera nada, porque una parte era verdad, había querido humillarla, solo por sus orígenes, y juraba que este país era lo mejor del mundo, cosa que me parecía terrible, porque así como el país de ella, aquí había gente mala, mala de verdad.
Cuando la miré, no supe qué significaban sus ojos brillantes, pero decidí abordar ese asunto más tarde. Por ahora, necesitaba resolver este problema, lo cual sería fácil considerando la forma en que me estaban mirando.
Siempre había odiado cómo las personas trataban a los demás según su valor monetario, aprovechando cualquier oportunidad que pudiera beneficiarlos.
—Señor Salvatore, lamentamos que haya tenido que pasar por eso —dijo uno de los guardias.
Puse los ojos en blanco. Aunque estaba llamando la atención, por primera vez ese era mi objetivo.
—España no ha cambiado mucho, ¿verdad? Siempre hay estereotipos tontos sobre las personas latinas que vienen aquí a robar. Esta vez, ella ha conseguido un trabajo digno, con todas las leyes que deben existir. En lugar de creerle a ella y hacer valer sus derechos como ser humano, prefieren creer en alguien como ese señor —señalé al hombre que se alejaba entre la multitud, aprovechando el momento para empezar a correr. Saqué mi celular y, con un mensaje, invalidé la tarjeta para asegurarme de que no pudiera usarla.
No dije más y simplemente me giré para mirar a Althea. Estaba un poco pálida, pero me sonrió tímidamente.
—Lo siento mucho. Soy nueva en todo esto —se disculpó.
—Lo sé —respondí involuntariamente acariciando su mejilla. Al ver su reacción sorprendida, me di cuenta de lo que estaba haciendo y retiré mi mano de inmediato. ¿Por qué la estaba tocando? —Vamos —Sabía que habría un montón de rumores por esto que había hecho, pero estaba dispuesto a asumir la consecuencia.
Cuando volvemos a la mansión, me dedica una mirada que sigo sin saber qué me está diciendo, creo que ella tampoco podía descifrar su propia mirada porque se retira a la habitación de los niños, no decimos nada más.
Mi secretario me mira con una expresión de juicio, sus ojos parecen emitir un mensaje silencioso que no logro descifrar mientras murmura algo en italiano.
—Nel cuore, nessuno comanda —dice en voz baja antes de retirarse, dejándome con una sensación de confusión. "En el corazón, nadie manda", reflexiono brevemente sobre sus palabras mientras observo su figura alejarse. ¿Qué podría significar eso?
Dos días después, nos preparábamos oficialmente para abordar el avión con destino a Italia. Esta vez del año marcaba la temporada invernal, lo que me había llevado a hacer un adelanto de dinero para que Althea pudiera adquirir adecuadamente sus conjuntos de invierno. Aunque, pensándolo bien, si íbamos a permanecer en la mansión, no habría necesidad de que cambiara su vestimenta habitual.
Mientras tanto, Althea se dedicaba con diligencia a los últimos preparativos para el viaje. Incluso había compartido la noticia con su familia, lo cual provocó una mezcla de reacciones. Al principio, la regañaron por decidir viajar de manera repentina, pero una vez que les explicó lo que yo había arreglado, se mostraron un poco más tranquilos.
—Les dejo encargado la mansión —Le digo al gerente, él asiente con una sonrisa.
—Haremos todo a nuestro alcance —No sabía si volvería, porque ahora con esas noticias de que España no era mi país favorito se había hecho más viral de lo que creía, lo mejor por ahora era desaparecer de este lugar.
—Papi, ¿algún día volveremos? —Mi hijo mayor me mira, mientras Althea se encargaba del más pequeño que estaba dormido en sus brazos, ella me estaba mirando de la misma forma que Matteo.
—Sí, lo haremos —Aseguró, tal vez no sería pronto, pero lo haríamos.
Montar en avión con Althea había sido la cosa más divertida que me había sucedido en mi vida, era la persona que todo lo quería perfecto, aunque sabía que no podía, lo hacía. Incluso Marini estaba cansado de las constantes preguntas de ella por si había faltado algo.
—Salazar, incluso si falta algo, podemos hacer que lo traigan, entonces relájate —Nunca lo había visto tan estresado, era algo único que jamás pensé llegar a ver.
Aterrizar en Italia fue otra cosa, menos mal habíamos aterrizado en la noche, donde Matteo había caído en su silla, Pablo iba dormido en su silla y la niñera también estaba dormida.
Por impulso ordené que sacaron a los niños cargados, así como yo sacaría a Althea cargada mientras dormía, creo que una vez mencionó que tenía el sueño un poco pesado, porque no se levanta hasta que estábamos a punto de llegar a la mansión a las afuera de Roma.
—¿Dónde estoy? —Su voz medio dormida me hace sentir un leve cosquilleo.
—Llegamos a Italia, ya estamos yendo a la mansión.
—¿Los niños? —Ella se endereza y ve a los niños dormidos, Pablo seguía en su silla y Matteo en mis brazos —¿Quién me bajo? —Althea voltea a verme y al ver sus ojos miento de forma descarada.
—Marini —Mi secretario me mira y enarca una ceja.
—Gracias —Le da una leve sonrisa y yo cierro los ojos tratando de contener la ira de que él obtuviera su sonrisa.
¿Qué me estaba pasando?