En el pequeño pueblo de Santa Lucía, Ximena Salazar, una dedicada, joven y apasionada aspirante a alcaldesa, se convierte en el blanco de la obsesión de Santiago Vargas, un oscuro mafioso con conexiones profundas en la comunidad que no se detendrá hasta tenerla entre sus brazos.
¿Podría el amor nacer de la obsesión?
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Declaraciones
Tan solo unos días después de eso, la hacienda esta repleta de fotógrafos y periodistas que en cuanto escucharon la noticia de mi aparición no tardaron en venir en busca de su primicia.
—Recuerdas nuestro trato ¿Verdad?— Santiago ha insistido permanecer a mi lado en cada momento mientras hablo con los periodistas.
—No te preocupes. No quiero que nadie muera por mi culpa, así que haré lo que dices.
Sonriente me toma de la mano y caminamos hasta el jardín de la casa donde los periodistas en cuanto nos ven se abalanzan sobre nosotros.
—Señorita Salazar, ¿Sabe quiénes las secuestraron?
—¿Cómo es que logró escapar?
—¿Continuará con su candidatura?
—¿Cómo se lastimo el brazo?
Estas y muchas más fueron las preguntas que no se hicieron esperar.
Tratando de lucir lo mas relajada posible, les sonreí manteniendo mi mano entrelazada con Santiago lo cual llamó aún más la atención de los presentes.
—Señores, quiero informarles, en especial al todo el pueblo de Santa Lucía que se ha mantenido al pendiente de todo lo relacionado conmigo, que estoy bien y todo gracias al Señor Santiago Vargas. Él utilizó todo a su alcance y pagó por su propia motivación, el rescate que pedían los secuestradores— Recite de memoria lo que la noche antes Santiago me había dicho como si de una exposición se tratase. —Quiero aclararles que estoy bien y que mi brazo solo fue un pequeño accidente tratando de huir de mis captores.
—¿Sabe quiénes fueron los perpetradores del hecho?— Mire de reojo a Santiago el cual llevaba una amplia sonrisa. Quería gritarles a todos que él era el culpable y que aún me encontraba bajo sus garras.
—Al parecer todo fue obra del grupo llamado los Cuervos— Los conozco. Ellos han sido los numero uno en mi lista desde que anuncié mi candidatura. Sus actos delictivos han provocado que toda Santa Lucía permanezca con miedo de salir a las calles.
Santiago no me dijo las razones por las cual me pidió echarles la culpa de todo, pero supongo que agregarles un delito mas, no haría diferencia y la gente con seguridad creería todo.
—Y para aclarar el tema de mi candidatura, sepan que planeo continuar adelante con todo y que sepan, que con este acto de violencia hacia mí, solo me han hecho reafirmar mi posición de hacer de Santa Lucía un lugar seguro para todos— Esto no estaba en las cosas que Santiago me pidió decir, pero me aseguraría de que el mensaje no solo le llegase a las personas, sino también a él. —No descansaré hasta que los responsables de esto paguen tras las rejas— Esta vez, sonriente, clave mi vista en Santiago el cual me miraba expectante sin saber que cosas podrían salir de mi boca. —Y para eso, cuento con la ayuda de mi salvador, el señor Vargas— Vi sus labios curvarse satisfecho por mis palabras. —El ha prometido ayudarme en todo lo que necesite y se que cumplirá su palabra.
—Es cierto— Me interrumpió. —Juro que cumpliré con mi palabra, así como he jurado amarla hasta el ultimo de mis días.
Las voces se alborotaron ante su declaración.
—¿Están confirmando una relación entre los dos?— Preguntó uno de los periodistas.
—Así es. Le he profesado mi amor a la señorita Salazar y ella ha correspondido— Se me arruga el estomago ante sus palabras.
Alejandro de seguro verá esto y lo creerá. Creerá que me he dejado seducir por este hombre y no tengo manera alguna de decirle que no es cierto. Que nada de esto es cierto y que solo lo estoy haciendo para poder salir de aquí.
Las preguntas no dejan de llegar, pero por fortuna, Santiago les dice que es todo lo que podemos decir y nos retiramos nuevamente hacia la hacienda.
Este luce contento. Claramente satisfecho de que las cosas hayan salido tal y como él quería.
—Lo hiciste muy bien mi amor— Escuchar su voz, la manera en la que me ha llamado, solo me hace querer lanzarle a la cabeza el florero junto a nosotros, pero me contengo.
Le doy una decaída sonrisa y le pido que me deje marchar a mi habitación a lo cual acepta.