¿Por Qué Una Emperatriz?

DANNA

Corro entre las callejuelas intentando dar con el lugar correcto cuando de repente oigo un grito y sin dudarlo voy hacia él, al llegar el lugar puedo ver que afortunadamente no le han hecho nada.

- Déjenla es paz, pinches desgraciados – les grito entrando al callejón donde la tenían acorralada y de esa manera boqueándoles la salida

- Mira hoy es nuestro día de suerte, ya no tenemos solo una señorita para divertirnos, ahora son dos – dice uno de los tipos esos

Son cuatro en total, y por lo que puedo ver no saben pelear en absoluto, su postura es atroz, se basan en la intimidación para lograr su cometido, ya que todos cargan con una daga u otra arma parecida, sé que esto no será fácil, más que nada porque aún no estoy en mi condición optima, pero aun así estoy segura de que puedo con ellos

- Pues vengan por mí, si se atreven, maltitas basuras – les digo para provocarlos y se olviden de Camila y mi comentario tuvo el efecto deseado

- Maldita perra, te enseñare a respetar – dijo uno y me ataco

Rápidamente lo esquive para darle un rodillazo en el estómago lo que hizo que cayera pero antes de que tocara el suelo le quite la daga y lo apuñale con ella detrás de la nuca causándole la muerte, antes de que sus compañeros pudieron reaccionar lance la daga al que estaba más cerca de Camila y le di en el cuello lo que causo que empezara a ahogare con su sangre.

Sabía que la mejor manera de ganar era intimidarlos así que sonreí como una desquiciada y luego comenzó a reír.

- Hace mucho que no me divertía así, bueno quien sigue – les dije con una sonrisa mientras que del cadáver que se encontraba a mis pies tomaba la otra daga que traía.

Los otros sin dudarlo me atacaron, pero tenían miedo lo que hizo sus movimientos inseguros, lo que me daba una ventaja.

Ellos intentaron apuñalarme para dejarme fuera de combate, su táctica era algo predecible, una intentaba distraerme mientras el otro intentaba dar el golpe, esta vez ya no tenía el factor sorpresa por lo que se me dificultaba acabar con ellos.

En un descuido logre apuñalar a uno en el estómago, pero para mí mala suerte la daga se atoro en el cuerpo del hombre por lo que me quede sin arma y no tenía tiempo de tomar otra, por lo que solo me queda quitarle la suya al único que quedaba.

Así que le hice una finta para que creyera que había bajado la guardia y así cuando intento apuñalarme yo tome la daga con a mano, si bien dolió como el demonio, no mostré dolor, con la daga agarrada lo acerque amo le di un puñetazo en la cara, lo que hizo que soltara la daga y así pude acabar con él.

- ¿Estas bien? – le pregunte a la princesa Camila mientras me le acercaba, a pesar de que tenía cara te terror, debía de admitir que era muy hermosa, una digna protagonista, si cabello era de color rojo como el de su hermano, solo que sus ojos en vez de dorados eran de un tono verde que hacia resaltar más si cabe su cabello.

- Si estoy bien y todo gracias a ti, ¿Cómo puedo pagarte?, oh por Dios estas herida, ven conmigo yo llevare a curarte – me dijo mientras tomaba mi nano buena y me intentaba llevar con ella, pero yo me resistí

- No es necesario, no es grave

- Señora, mi señora ¿Dónde está? – oigo los gritos de Anna y sé que debo irme

- Debo irme, nos vemos después – le digo salgo corriendo del callejón

Rápidamente me dirijo al lugar de donde salte del carruaje, ya que asumo que este no se movió mucho de allí, pero antes de llegar soy interceptada por Anna, quien al ver la sangre que mancha mi vestido se pone como histérica

- Su majestad su vestido, ¿Qué le paso? – empieza a decir la pobre mientras, me revisa con las manos temblorosas

- Tranquila, la sangre no es mía – le digo en un intento por tranquilizarla, pero al hacerlo levanto la manos, gran error porque de esa manera ella puedo ver la herida en mi mano

- Su majestad su mano – dijo Anna antes de caer desmayada, por lo que tuve que evitar que cayera

- Oye Daniel, ayúdame con Anna – le grite a uno de los Guardias que siempre estaban conmigo

- Si su majestad -me dice y carga a Anna hasta el carruaje

- Ahora escúchenme – me dirijo a los 5 guardias que Amaro en había asignado – ni una palabra al emperador, me oyeron, ninguna – les digo mientras los señalo

- Pero mi emperatriz – empieza uno pero lo interrumpo

- Lo que paso fue mi culpa, yo salte del carruaje, pero conociendo al cara dura del emperador querrá castigarlos por “no cumplir su deber”, y no quiero que eso pase, así que ya oyeron ni una palabra, ahora hay que volver – digo y todos asienten, pero en es recuerdo algo - ¿alguno de ustedes sabe suturar una herida? – les pregunto a lo que solo se me quedan viendo

Bueno ya que, deberá ser Anna, la he visto hacer hermosos bordados, y ella me ha ayudado hacer más conjuntos para hacer ejercicio, ella sabe coser, estoy segura que podrá con mi mano, siempre y cuando no se desmaye claro.

Durante el trayecto de regreso al palacio Anna despertó así que le dije lo mismo que a los guardias, que no podía decir nada al emperador, algo por lo que, a diferencia de los guardias no protesto, pero cuando le dije que para no llamar a atención ella e tenía que suturar le herida se volvió a desmayar

- Y ¿ahora que hare? – dije mientras abanicaba a mi dama con la mano sana.

Llegamos al palacio y entre los guardias y Anna se aseguraron que no hubiera nadie para poder subir a mi habitación sin que nadie me viera, si vivera en el palacio de la emperatriz esto será más fácil, pero no, aun no me mudo, es algo de lo que Amaro no ha querido hablar, ya que cada vez que menciono el tema el cambia la conversación, así que no me queda de otra que sortear al personal del palacio principal.

Ya estamos a punto de llegar cuando una voz nos detiene en seco a los 7.

- Su majestad ¿Qué está haciendo? – oímos la voz de Ginebra a nuestras espaldas

- Ginebra, ¿Qué la trae por aquí? – le pregunto sin darme la vuelta

Obviamente esto no pasa desapercibido por la mujer quien llega a mi lado y me da la vuelta y se tapa la boca horrorizada al verme cubierta de sangre.