Vuelve

Raúl era vecino de la familia Delgado, sus padres se dedicaron al trabajo y los viajes de negocios, los sirvientes tenían que encargarse de él, pero al ser sólo, los Delgado se ofrecieron abrir sus puertas para que el niño tenga con quién jugar. Raúl y Belice fueron criados como hermanos, iban en colegios distintos, pero hacían tareas juntos, competían juntos por las mejores calificaciones, hacían sus fiestas todos juntos bajo el techo de los Delgado, Raúl casi nunca vio sus padres, para él sus padres son los sirvientes, él les tiene mucho cariño y los señores Delgado son sus tíos; para él, Belice es su hermana. Están juntos desde el primer año de vida y nadie más lo sabe, es un secreto que se guarda desde el primer año de primaria. Han pasado 27 años de relación estrecha entre los empleados domésticos y los Delgado.

Sus padres biológicos saben que él es abogado, por eso lo llamaron a que venga a Alemania, para que los ayude con los asuntos de familiares y la empresa, Raúl fue por obediencia, ya que ellos pagaban a los sirvientes para que lo cuiden. Ahora, que ha vuelto de viaje, ha traído regalos para sus padres adoptivos, para sus tíos, su hermana y ahora su sobrino o sobrina, bueno hay que esperar los resultados más adelante.

Los señores Delgado fueron al aeropuerto para recoger a Raúl y junto a ellos estaban los padres adoptivos, el viejo mayordomo y Nana. El encuentro fue efusivo, son cuatro años que no se ven. Raúl, al ver a sus padres adoptivos, corrió hacia ellos, sin importar las maletas, cedió a las lágrimas, los dos ancianos besaron al niño, los Delgado fueron por las maletas del sobrino

- Mamá, papá. – los abraza con muchas ganas.

- ¡El niño ha vuelto! – exclamó emocionado el papá adoptivo.

- ¡Bienvenido, mi niño! – exclamó Nana.

Después de varios segundos del sentido abrazo, Raúl abrazó fuertemente a sus tíos. Terminado el abrazo, los cinco salen del aeropuerto, Kurt recoge las maletas del joven Raúl y se van en las dos camionetas. El desayuno de bienvenida fue en casa de los Delgado, la mesa estaba llena de comida, cosa que nunca había visto en Alemania, sino aquí, en casa.

- Es hora de que el niño suba de peso. – Nana se expresa con cariño – están tan flaquito. - eso lo dijo con pena.

- En Alemania siempre me han dado todo medido, son tacaños para ser mis padres biológicos, pero aquí con ustedes nunca me dijeron no con la comida.

- Samuel y Nana te vamos a engordar. – habló el papá adoptivo.

- ¿Belice?

- Ella necesita descansar, - explica Débora – cómo sabrás ella está iniciando su embarazo y los malestares.

- ¿Qué tiene?

- Bueno los clásicos malestares de embarazo.

- Está bien, en la tarde nos vemos.

Raúl sonríe, está feliz de volver a ver a los suyos y come como niño, se chupa los dedos, tal y como lo hacía de chico. Terminado el desayuno se dirige a la sala con el último plato de galletas, se sienta en el sofá y acaricia su panza. Luego se anima a abrir las maletas, para ello llama a sus padres y sus tíos. Mientras come las últimas galletas, les narra sus vivencias en Alemania.

Una vez reunidos los cinco en la sala, comienza la distribución de regalos.

- Esto es para mamá…éste es para papá

- Gracias, mi niño. – un abrazo de papá lo reconforta.

- No hacía falta Raulito – mamá lo abraza.

- Me has dado todo mamá – Raúl le susurra al oído.

- ¡Ay, mi niño! – mamá se emociona.

Sigue con la distribución de regalos. Remueve un poco de paquetes y entrega los regalos a sus tíos.

- Estos regalos son para ustedes.

- Gracias hijo, un abrazo para el tío. - abrazo fue efusivo.

- Muchas gracias, Raúl. Que lindo detalle. – el abrazo fue sentido como madre e hijo.

Raúl dio un largo bostezo y se da un estirón para mantenerse despierto.

- Debes estar cansado. El viaje es largo.

- He dormido en el avión. Dormí como piedra, tío.

- No hay nada mejor que ir a la cama y dormir hasta quedar bien. Se te ve en la cara que estás decaído.

- Está bien, iré con mis padres a dormir, sólo llevaré mi maleta con la ropa, las otras maletas se quedan porque aún hay regalos para Belice y su bebé.

- Puedes venir cuando quieras, las puertas están abiertas. – Débora extiende la invitación.

- Barriga llena… - dice Raúl.

- Corazón contento. - completa Nana la frase.

- No, mamá. Baño asegurado.

Los mayores se ríen con gusto, Raúl siempre tiene sus ocurrencias.

- Obvio, ma. Tú me enseñaste que todo lo que entra tiene que salir.

Mamá quedó sonrojada, pero el resto se ríe, Raúl tiene una manera de decir las cosas que hasta por serias u obvias que sean, hace reír.

Raúl deja las dos maletas y se lleva la única que tiene ropa. Una vez en casa con papá y mamá se fue a su cuarto, y se quedó seco por cuatro horas. Mamá lava toda la ropa de su niño, mientras ronca.

Cuando Raúl despierta, se estira, se levanta y va a la cocina a buscar algo de comer.

- ¿El niño está buscando comida? – Nana recuerda esa conducta.

- Dormí tan rico, que ya me dio hambre.

- Siéntate a la mesa, te sirvo.

- ¿Ya cocinaste?

- Sí, te conozco.

- ¿Qué hay de comer?

- Preparé algo simple para nosotros, lomo saltado. Lo tuyo está en la mesa.

- Miam, miam. Si quiero lomo.

Comió con mucho gusto. Luego se cambió de ropa, buscando lo que quedaba en el closet y salió a visitar a Belice.

Al tocar la puerta, fue la mismísima Belice quien le abre.

- ¡Raúl! – Estaba sorprendida – mi amigo, mi hermano.

- ¡Belice! – se abrazan efusivamente.

Los niños se vuelven a ver.

- Pasa, pasa. Bienvenido a casa y cuéntame de tu viaje.

- Gracias. Tú ¿Cómo estás ahora?

- ¿Qué te puedo decir? La noticia del bebé, me ha cambiado el chip. Ya no pienso tanto en Santino.

- El bebé es tu prioridad.

- Haré mi mejor esfuerzo. Cuéntame tus anécdotas en Alemania.

- Hay muchos lugares bonitos que visitar, te mostraré las fotos.

- ¿Es difícil el idioma alemán?

- Al principio sí, pero como a la gente no le gusta pasar hambre, te lo aprendes no importa cómo.

- Pero los alemanes cuando hablan parecen enojados, o perro ladrando.

- Jajajaja – Raúl ríe a carcajadas – Eso es cruel, no es así. Te daré unas cuantas clases de alemán.

- Ok, pero si lo hago mal no me reniegues.

- No hace falta renegar, te jalo y ya.

- Gracias – toda desganada.

- Anímate. Te voy a entregar tus regalos.

- Eso suena mejor.

Raúl y Belice parecen niños en Navidad al ver regalos, se engríen entre ellos.