Lena, una joven que siempre ha sentido que es diferente, sin saber por qué. En la noche de su vigésimo primer cumpleaños, su vida da un giro inesperado cuando descubre que es la Luna destinada del alfa de la manada más poderosa de la región, un hombre llamado Aiden, conocido por su ferocidad y liderazgo implacable.Aiden, marcado por una profecía ancestral, ha esperado años para encontrar a su Luna, la única persona capaz de calmar la bestia dentro de él y traer equilibrio a su vida. Sin embargo, Lena no está dispuesta a aceptar su destino fácilmente. Mientras lucha por comprender y aceptar el vínculo que la une a Aiden, descubre que su conexión va mucho más allá del amor: está vinculada a un oscuro secreto que podría destruirlos a ambos.En medio de luchas internas, conflictos con otras manadas, y una amenaza que podría desencadenar una guerra, Lena debe decidir si está dispuesta a aceptar la marca del Alfa y el destino que le ha sido impuesto, o seguir su propio destino
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CAPÍTULO 6 ENFRENTANDO LA REALIDAD
Lena despertó al cálido abrazo de Aidan, sintiendo su cuerpo firme y protector contra el suyo. La luz del amanecer se filtraba a través de las ramas de los árboles, bañando el bosque en un suave resplandor dorado.
El aire estaba fresco, y el canto de los pájaros anunciaba el comienzo de un nuevo día.
Todo en el bosque parecía nuevo, fresco y lleno de posibilidades. Pero la realidad de la noche anterior pronto la inundó de recuerdos, trayendo consigo una mezcla de emociones que la hicieron sentir tanto euforia como incertidumbre.
La cabeza de Lena descansaba sobre el pecho de Aidan, y por un momento, se permitió disfrutar de la tranquilidad de estar en sus brazos, del latido constante de su corazón bajo su oreja.
Sin embargo, cuando levantó la vista y encontró los ojos de Aidan, toda la calma que había sentido se vio reemplazada por una nueva ola de emoción y, sobre todo, vergüenza.
No por lo que había sucedido entre ellos, sino por lo que vendría después.
Aidan, con una suave sonrisa en sus labios, la observaba como si estuviera tratando de grabar cada detalle de su rostro en su memoria. Su mirada era intensa, como siempre, pero había una ternura en ella que Lena no había visto antes.
La mano de Aidan se movió lentamente, acariciando la mejilla de Lena, lo que la hizo estremecerse ante la sensación de su toque.
—Buenos días —murmuró él, su voz ronca por el sueño y cargada de una calidez que hacía que el corazón de Lena se acelerara.
—Buenos días —respondió ella en un susurro, sintiendo cómo el rubor comenzaba a extenderse por su rostro.Por un instante, se quedaron así, simplemente mirándose, como si estuvieran atrapados en su propio pequeño mundo donde nada más importaba.
Pero la realidad pronto los alcanzó cuando Aidan se inclinó y plantó un suave beso en la frente de Lena antes de apartarse un poco.
—Tenemos que regresar —dijo Aidan, su voz ahora más seria, aunque todavía suave—.
No quiero que te preocupes, Lena. Estaré contigo en cada paso del camino. Lena asintió, aunque la idea de regresar a su casa la llenaba de nerviosismo.
Sabía que su madre lo sabría todo en cuanto la viera. No solo por el vínculo que ahora compartía con Aidan, sino porque la marca que él había dejado en su cuello era un testimonio físico de su unión.
Ambos se levantaron lentamente, todavía algo torpes por la intensidad de lo que había sucedido la noche anterior. Aidan le ofreció su mano a Lena, quien la tomó con una mezcla de emoción y confianza.
Mientras caminaban de regreso a la casa de Lena, el silencio entre ellos no era incómodo, sino cargado de significados no dichos. El bosque, que había sido testigo de su unión, ahora parecía más acogedor que nunca, con los rayos de sol filtrándose entre las ramas y proyectando sombras danzantes en el suelo.
Pero a medida que se acercaban a su hogar, Lena no podía evitar sentir que la burbuja en la que habían estado estaba a punto de estallar, exponiéndola a una realidad que aún no sabía cómo manejar.
Finalmente, llegaron a la puerta de la casa. Aidan la miró con una mezcla de apoyo y determinación, apretando suavemente su mano antes de soltarla.
—Estaré justo aquí —dijo, su voz firme—. No tienes que enfrentarlo sola.
Lena asintió, tomando una profunda bocanada de aire antes de abrir la puerta. Tan pronto como entró, el familiar aroma de su hogar la envolvió, dándole una sensación de seguridad, aunque fugaz.
—Mamá —llamó, su voz un poco temblorosa. La madre de Lena apareció en la cocina, con una toalla en las manos, secándose las manos como si hubiera estado preparando el desayuno. Pero en cuanto vio a Lena y a Aidan detrás de ella, su expresión cambió.
Lena pudo ver la comprensión en los ojos de su madre antes de que cualquier palabra fuera dicha. El aire en la habitación pareció cambiar de inmediato, y Lena se dio cuenta de que su madre sabía exactamente lo que había sucedido.
El aroma que emanaba de Lena, ahora mezclado con el de Aidan, era inconfundible para cualquier lobo, especialmente para su madre. Y si eso no fuera suficiente, la marca visible en el cuello de Lena hablaba por sí sola.
La madre de Lena dejó la toalla a un lado y se acercó a su hija, con una expresión de asombro y, sorprendentemente, alegría en su rostro. Tomó suavemente el rostro de Lena entre sus manos, como si estuviera asegurándose de que realmente era ella.
—Lena... —murmuró, sus ojos llenos de una emoción que Lena no podía interpretar completamente—.
Te has unido a él. Lena sintió el rubor extenderse nuevamente por su rostro, y asintió lentamente, incapaz de encontrar las palabras correctas para explicar lo que había sucedido.
Su madre la abrazó con fuerza, y Lena se sorprendió al sentir que sus ojos se llenaban de lágrimas. Había algo en la forma en que su madre la sostenía, en la calidez de su abrazo, que le daba una extraña sensación de alivio.
—Estoy tan feliz por ti, Lena —dijo su madre, con una voz suave y llena de amor—.
Sabía que este día llegaría, pero nunca imaginé que sería tan pronto. Lena se apartó un poco, lo suficiente como para ver la cara de su madre. Había alegría allí, sí, pero también una pizca de preocupación. Lena no pudo evitar sentirse un poco avergonzada, sabiendo que su madre comprendía completamente lo que había sucedido la noche anterior.
Pero más que eso, la pregunta que había estado rondando su mente desde que despertó volvió con fuerza.
—Mamá, yo... —comenzó Lena, pero se detuvo, sin saber exactamente cómo expresar sus sentimientos. La madre de Lena, sin embargo, parecía entender lo que Lena estaba tratando de decir sin necesidad de palabras.
Tomó las manos de Lena en las suyas, su expresión ahora más seria.
—Lena, sé que esto es abrumador —dijo, su voz llena de comprensión—. Pero es natural que te sientas así.
Aceptar tu destino no significa que no tengas dudas o miedos. Lo importante es que sigas tu corazón y confíes en ti misma.
Lena asintió, pero no pudo evitar la sensación de que había algo más, algo más profundo que la estaba inquietando.
—Todavía no estoy segura de todo esto —confesó Lena, su voz temblando ligeramente—.
No sé si estoy lista para este... para este rol. Para ser su Luna.
La madre de Lena la miró con ternura y asintió.—Es normal sentir miedo, Lena. Es un gran cambio, y tu vida nunca volverá a ser la misma. Pero confía en el vínculo que has formado con Aidan. Este vínculo es sagrado, y si te permites aceptarlo por completo, te guiará en todo lo que vendrá.
Lena bajó la mirada, todavía luchando con sus emociones. Pero cuando volvió a levantarla, encontró la mirada de Aidan, que se había mantenido en silencio, dándoles espacio.
Sus ojos, llenos de amor y determinación, parecían hablar directamente a su alma.
—No tienes que decidir todo de inmediato, Lena —intervino Aidan, dando un paso adelante—. Pero cuando estés lista, hay algo que quiero que hagamos.
Lena lo miró con curiosidad, sin decir nada.—Quiero presentarte a la manada —continuó Aidan, su tono firme pero suave—. Es importante que ellos te conozcan, que sepan quién eres y lo que representas para mí.
Lena sintió un nudo formarse en su estómago ante la mención de la manada. Sabía que eventualmente tendría que enfrentarse a ellos, a la realidad de lo que significaba ser la Luna de un alfa, pero no esperaba que fuera tan pronto.
—¿Tiene que ser hoy? —preguntó Lena, su voz apenas un susurro.Aidan asintió, su expresión seria.
—Sí, Lena. Es importante. Pero estaré a tu lado en cada momento. No tienes nada que temer.
La madre de Lena le dio un suave apretón en las manos, brindándole un último consuelo antes de soltarla.—Confía en ti misma, Lena —dijo su madre con una sonrisa alentadora—. Y confía en Aidan.
Él te guiará. Lena asintió lentamente, sabiendo que no había vuelta atrás. Este era su destino, y aunque todavía sentía dudas, también había una parte de ella que comenzaba a aceptar lo que era. Tal vez no sería fácil, pero al menos no tendría que hacerlo sola.
Aidan extendió una mano hacia ella, y Lena la tomó, sintiendo cómo su fuerza y apoyo la envolvían. Juntos, se dirigieron hacia la puerta, listos para enfrentar lo que el día les deparaba.
El trayecto hacia el territorio de la manada fue en silencio, pero no incómodo. Lena podía sentir la tensión en el aire, pero también sentía la conexión entre ella y Aiden fortalecerse con cada paso que daban juntos.