Luego de morir Oriana entra a una de las últimas novelas que leyó. Amor sin barreras.
Una historia la cual le había parecido un poco patética la verdad, pero le encantaba ver cómo las cosas a la villana nunca le salían bien.
¿Podrá Oriana cambiar la suerte de nuestra jodida villana, sabiendo que de eso mismo depende su vida?
Nueva historia, odienme, critiquenme, pero está historia la llevo pensando desde hace un tiempo. Iré subiendo capítulo hasta que me acomode con la trama de las otra dos. Prometo no dejarlas colgadas. Bueno dicho esto... Empecemos .
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cap. 11
La emperatriz miró a su hijo y a Camila antes de decir:
—Qué bueno que encontraste tú mismo a tu futura esposa. Con tu padre decidimos darte un leve empujoncito para que por fin encontraras pareja.
Manuel frunció el ceño.
—¿A qué se refieren?
Diego sonrió.
—Para que eligieras pronto a una jovencita, tu madre y yo decidimos inventar eso de la prometida falsa. Y vaya que funcionó, al fin diste el siguiente paso. Estamos muy felices por ustedes.
Estela sonrió al ver los rostros desconcertados de los chicos y añadió:
—Qué bueno que se amen tanto. Y que nuestra pequeña treta no influya en sus decisiones.
Camila y Manuel forzaron una sonrisa y asintieron levemente. Sin darles tiempo de responder, Diego dijo:
—Fabián, envíale una carta a tu hermano. Necesitamos hablar con él lo antes posible para anunciar esta gran noticia.
—Espera, padre, yo...
Estela lo miró con una expresión burlona.
—¿Qué pasa, hijo? ¿No estás feliz por esta noticia? —La emperatriz no se tragaba el cuento que ambos habían inventado. Sonrió cálida—. Tranquilo, nosotros nos encargamos de todo.
Fabián observó intrigado la actitud del emperador y la emperatriz, pero no se atrevió a decir nada. Luego de hablar un rato más, Camila miró al príncipe.
—Alteza, me gustaría dar un paseo con usted por el jardín antes de partir.
Fabián iba a intervenir, no le agradaba la idea de que su sobrina pasara tiempo a solas con ese sinvergüenza, pero la emperatriz lo detuvo:
—Qué buena idea, cariño, vayan tranquilos. Mi doncella irá con ustedes —agregó al notar la sobreprotección de Fabián.
Manuel asintió, extendió su brazo y esperó a Camila. Luego, ambos se dirigieron hacia el jardín.
Cuando estuvieron a solas, Camila estalló en carcajadas.
—Jajaja, tu madre es más astuta que tú...
—Cállate —gruñó con el ceño fruncido—. No puedo creer que me acorralaran de esta manera.
Camila, al notar lo enojado que estaba, dijo:
—Mira, princeso, será mejor que ahora que me metiste en todo este lío no te retractes. He mentido más en estos días que en toda mi vida pasada, así que te advierto que, si me dejas clavada en este enredo...
—¿Qué? No planeo hacerlo, pero no me amenaces...
Ambos hablaron al mismo tiempo.
—Le diré a todas las señoritas del imperio que tienes disfunción eréctil...
Manuel volteó a verla con el rostro rojo de ira.
—¿Qué dijiste?
Camila tembló ligeramente ante su mirada, pero no se retractó.
—Lo que escuchaste. Tú me metiste en esto, así que estaremos juntos en esto hasta el final.
Manuel se acercó peligrosamente a ella.
—Tal vez fui demasiado amable contigo y eso te dio una impresión equivocada de mí. No me provoques. No soy tan amable como aparento...
Camila sonrió con malicia.
—Yo tampoco, Manuelito. Sigamos siendo amiguitos. No querrás conocerme como enemiga.
La doncella de la emperatriz, que los seguía a cierta distancia, se alarmó al ver cómo ambos se desafiaban con la mirada. Manuel, lejos de molestarse, sonrió; nunca había conocido a una mujer que lo enfrentara así.
—El plan sigue igual. Exista o no una prometida, eso no cambia el hecho de que mis padres quieren que me case pronto —dijo mientras reanudaba la caminata—. Con esto, aún salgo beneficiado.
—Yo no tengo vuelta atrás. Mi tío y mi familia ya están involucrados en todo este enredo. Si me retracto, quedaré como una mentirosa...
—¿Y eso es tan grave? —preguntó con tono irónico.
Camila se detuvo, lo miró seria.
—Tal vez a usted no le importe mentir, pero yo sé lo doloroso que es vivir perjudicada por una mentira. Para mí, la honestidad es muy importante. Me duele mentirle a las personas que me muestran afecto. Así que me debes eso: ya que me obligaste a mentir, por lo menos cumple tu palabra hasta el final.
Manuel la observó con atención. En sus ojos se reflejaron emociones contradictorias: tristeza, nostalgia, rabia, odio y, finalmente, culpa. Sintió el impulso de preguntarle por qué se sentía así, pero decidió no involucrarse demasiado.
Llegaron al campo de entrenamiento, donde los soldados practicaban. Manuel reconoció al hombre al que había golpeado el día anterior. Observó que era muy hábil con la espada. Si hubiera querido, la habría herido, pero se contuvo. Su atención luego se desvió al área de tiro con arco y flechas, lo cual le arrancó una sonrisa. Recordó cuánto le gustaba a Camila jugar esos juegos en las ferias.
—¿Puedo intentarlo?
—¿Sabes usar el arco?
—No, pero sí sé lanzar dardos. Sé que no es lo mismo, pero... ¿me enseñas?
Antes de que pudiera responder, Camila lo tomó de la mano y lo arrastró hasta la zona de tiro. Manuel, al llegar, soltó su mano y recuperó la compostura. Miró a un soldado sorprendido y ordenó:
—Soldado, su arco.
El hombre se lo entregó de inmediato y acercó las flechas. Manuel le mostró a Camila cómo hacerlo. Aunque no acertó en el blanco, su tiro fue decente.
Camila sonrió.
—Mi turno.
Se posicionó, copiando su postura.
—¿Así?
Manuel corrigió su codo y asintió. Ella disparó. Aunque no dio en el centro, acertó.
—¿Viste eso? ¡Le di!
Los soldados la miraban horrorizados. Ninguna mujer se había atrevido a tutear al príncipe ni a hablarle sin la etiqueta adecuada. Pero él sonrió.
—Deberías practicar más...
—Sí. ¿Tienes una daga? Tal vez con algo más pequeño acierte al centro. Soy muy buena en estos juegos.
El príncipe sacó una daga de entre sus ropas, frunciendo el ceño.
—Esto no es un juego...
—Para mí lo es. De pequeña jugaba mucho...
Sin más, tomó la daga por la punta, la balanceó y la lanzó. Dio justo en el blanco.
—Te lo dije. ¡Supéralo, Manuelito!
El príncipe soltó una carcajada. Subió las mangas de su traje.
—Bien, lo intentaré —dijo, y extendió la mano. Un soldado le entregó una daga. La lanzó, pero esta rebotó y cayó al suelo.
—Ups... mala suerte. Bien, yo te enseñaré cómo se hace.
Los soldados dejaron de entrenar, boquiabiertos ante la escena. Mientras ellos "jugaban", nadie notó que estaban siendo observados por los emperadores y el ministro.
Diego miró a Fabián.
—Tengo que admitir que también tenía mis dudas, pero míralos... ¿aún crees que están mintiendo?
Estela observó a su hijo y sonrió. Fabián, por su parte, frunció el ceño.
—Solo espero que su hijo se comporte. Porque si le hace daño, me la llevaré lejos y jamás podrá volver a encontrarla.
Estela levantó una ceja, pero agregó:
—No creo que sea necesario. No sé si es amor, pero es la primera vez que mi hijo se interesa por una mujer de esa forma. Quede tranquilo, ministro, yo cuidaré de su sobrina como si fuera mi hija.
Fabián no respondió. Luego, los tres regresaron al comedor, donde habían dejado sola a Linda...
1 no dijeron que otro poder tenía escondido la protagonista y porque no sabían cómo lo tomarían como si algo malo se aproximara
2 la relación de sus padres se supone que está mal visto que estén juntos pero no están ¿casados?