Julia jamás se imaginó lo caprichosa de la vida aquella noche. Un grupo de borrachos la persiguen, se esconde en el auto de un extraño provocando su ira. Como cereza del pastel, presa del miedo se lanza a los brazos de aquel hombre que sin saberlo convertirá su vida en un carrusel de descontrol. ¿Quieres saber en que termina? Entonces sumérgete en este intrigante relato, en donde los caprichos del destino están a la orden del día.
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Capitulo 11
Nuevas oportunidades.
Mientras iba de camino a mi clase de teatro, conté las pocas monedas que me quedaban para terminar la semana, ni siquiera me daba para desayunar hoy. En fin… tenía más graves problemas que alimentarme. Este mes como todos, tenía que pagar la cuota de la deuda de mi padre, y como una estúpida había perdido el dinero, solo de recordarlo… sitia un vacío en estómago. Al cruzar el portón del edificio de dormitorios, el guardia me retuvo.
—¿Julia Núñez?
—Si… soy yo, ¿Qué pasa? —pregunte dudosa.
—¿Esto es suyo? —dijo mostrándome un bolso… era el que deje en la casa de ese hombre, lo tome con rapidez alegre de volver a verlo. Lo había dado por perdido.
—Quien… ¡Este es mi bolso! ¿Quién lo trajo?
—Se lo devolvió un desconocido, vio tu carnet de estudiante, y me pidió que te lo devolviera.
—Muchas gracias —seguí mi camino con un mal sabor de boca, aunque me hubieran devuelto mi bolso, seguía sin tener mi dinero. Solté un fuerte suspiro dirigiéndome a mi primera clase. De camino me encontré con Sabrina y su chaqueta corta de animal Print, una falda de jean y unas botas negras altas, siempre le gustaba vestir a la moda.
—sabi… —Sabrina se giró al oír su apodo, me miro y al ver mi estado me abrazo.
—Estoy en la ruina, sabi….
—Ay, cariño… no digas eso, digo… ósea, me tienes a mi para ayudarte, tía. Si es por dinero te puedo prestar algo —negué levemente sabiendo que jamás podría darme ni la cuarta parte de lo que necesitaba. Retomamos nuestro camino a clase.
—Si pudiera conseguir un empleo en las tardes de medio tiempo seria perfecto, ¿sabes de alguien que necesitan una empleada, o un lava platos? —sabi sonrió medio alegre para decir.
—¿Y si te dijera que encontré algo?
—¿E-es enserio?
—Pues… resulta que hace poco me entere que están buscando personal temporal para un elenco de actores que están filmando un drama televisivo, llamado… creo sé que se llamaba “caprichos del corazón” o algo así.
—No me lo creo, ¿Cuándo te enteraste de eso? —inquirí aplacando mi emoción.
—El señor Farres, el maestro de teatro nos avisó por si estábamos interesado en empleo que le avisáramos de antemano para ayudarnos a entrar, pero como siempre estas tan cansada en las tardes ni lo oíste.
—¡Y que estamos esperando, necesito ese empelo! —emocionada corrí hacia el teatro central para buscar al señor farres. Parecía que las estrellas por fin se estaban alineando sobre mí, no conocía a nadie de ese elenco ni el proyecto, pero sabia ver una oportunidad cuando me la ponían en los ojos. A veces la muerte podía hacerte ver la vida de una manera diferente, perder a seres queridos… me enseñó a ser diligente en mi trabajo, y a tener apreciación por la vida.
¶
Al llegar al restaurante cinco estrellas “Selector” de la mano de Helena, el hombre encargado nos llevó al reservado con vistas a la ciudad nocturna. Nos sentamos en la mesa mientras helena me miraba revisar mi celular, el mesero trajo nuestras copas de vino, y Helena alzo su copa para decir.
—Brindemos por una cena maravillosa, con una muy… buena compañía —alce mi copa chocando la suya para ver su sonrisa llena de ilusión.
¶
Después de una cena relajante y supuestamente normal, y digo “supuestamente normal” si no fuera porque Helena, ya llevaba encima cinco copas con esta que había pedido, no me había dado cuenta en qué momento bebió tanto, pero era muy extraño en ella sobrepasarse de esa manera.
—Helena, deja ya de beber por favor —tome la copa que estaba punto de tomar dejándola a un lado de la mesa. Enojada me miro lanzándose a mis brazos, rodeo mi cuello y dijo.
—Porque eres tan malo Leonardo… —murmuro cerca de mi rosto, tomo mi mentón con brusquedad y se acercó a punto de besarme, la esquive volviendo mi mirada, Helena pareció darse cuenta y dije con rapidez.
—No puedes beber de esta manera, porque eres tan testaruda —llame la atención de Sebastián que como siempre tan trabajador y profesional, se encontraba a unos metros de mi lado. Se acerco hasta nosotros y dije.
—Sebastián, alista el auto, iremos a casa de Helena. —Acepto en silencio saliendo con rapidez.
¶
Suspire alto, pensando en cómo la señora Helena era la única que podía hacer que el señor Mendosa fuera tan complaciente con ella. En el camino al aparcamiento interno del restaurante, avise por pinganillo a los demás escoltas que se alistaran para la salida del señor mendosa, una tarea tan sencilla se volvía complicada. Una de las ordenes más importantes cuando salía con la señorita helena, era la doble protección hacia su privacidad. El señor Mendosa era muy estricto con el tema de privacidad fuera invadida, por la fama de la señora helena. Es más… aunque los rumores sobre el señor Leonardo y Helena eran numerosos, nadie había tomado una foto de ellos juntos, porque el señor no permitía que nadie lo fotografiara. Era tan grande el poder que podía ejercer en esta ciudad su nombre, que habíamos incurrido hasta el punto de mandar falsas noticias a reporteros, sobre el paradero falso, disuadiéndolos para conseguir su tan ansiada primicia en revistas del corazón. El plan era entretener a los paparazis con el auto el que entramos, creerán que el señor y la señorita helena están adentro, mientras tanto, sacaríamos al señor Mendoza en otro auto que previamente traje, era infalible.
¶
Al llegar a casa de Helena después del ingenioso plan de Sebastián mi chofer, llegamos sin problemas ni interrupciones desagradables, agradecía el cuerpo de seguridad que tenía, lo mejor de lo mejor. Mire a Helena que al parecer se había quedado dormida en mi hombro, abrí la puerta del auto cuando escuche a Sebastián decir.
—Señor, si quiere puedo llevarla yo mismo hasta su habitación...
—Está bien, Sebastián la llevare yo —Sali del auto y la tome entre mis brazos con facilidad. me encamine hasta el portal y como si nos estuvieran esperando, su ama de llaves nos abrió con una gran sonrisa, dándome permiso a llevar a su ama. Cortésmente, salude a la mujer subiendo las escaleras, más o menos conocía las instalaciones de la misión moderna de Helena, este lugar gritaba su personalidad, blancos y negros, espacios abiertos, minimalistas, y luminosos. Al mismo tiempo reinaba el glamur y la ostentosidad por todas partes. Abrí la puerta más grande del segundo piso como más o menos me recordaba, y como no… era su habitación, colores pastel, cuadros de moda y elegancia por doquier, hasta en l centro de la habitación se encontraba una alfombra de oso blanco. Su enorme cama de dos plazas yacía en el centro de la enorme habitación, me acerque hasta ella y con cuidado la deposite en ese lugar, la mire un momento y luego tome la sabana para taparla inclinándome un poco hacia ella, de repente helena me toma del cuello aprisionándome, pose mis manos a cada lado de su cabeza.
—Te atrape por fin… —susurra levemente con sensualidad.
—¿Qué haces Helena? —le pregunto claramente incomodo por sus acciones.
—Acaso no es obvio, te estoy dando la oportunidad de que me hagas lo que quieras Leonardo. —Murmuro mirando mis labios y luego hacia mis ojos con deseo. Frunzo el ceño, he intento sujetar sus manos para luego decir.
—Helena, as bebido demasiado, tienes que descansar… —Helena se aferra mucho más sin intención de querer soltarme, intento volverse a lazar a mis labios, pero el esquive intentado ser la más pacífico y respetuoso que podía, pero ya estaba colmado mi paciencia.
—Quédate conmigo, Leonardo. Solamente por esta noche. ¿Está bien? ¿Acaso no me extrañas? —Helena se detuvo, me miro con una profunda tristeza, que llegó hasta el último recoveco de mi organismo, la mire atentamente… y de nuevo intento acercar esta vez lentamente para besarme, sabía que esa era su mayor deseo, podía ver el desespero en sus ojos, los nervios… un simple beso para confirmarnos lo que siempre nos preguntábamos cada uno.