La Novia Del Mafioso

...ISABELLA...

¿En shock? no; ¿Muerta en vida? sí.

—¿Qué dijiste?

Toma de mi cabello jalandome hasta besarme con ímpetu.

—Mia...—jadea dentro de mi boca—. Eres mía, Bella. Eres mi propiedad, mi esposa, mi mujer.

Sus besos queman en mi cuello, quisiera aclarar las ideas en mi cabeza pero todo esto me tiene hecha un revoltijo, como una estúpida sin razón. Mentir sería decir que quiero que pare cuando en verdad, me encanta cada beso que reparte en mis labios.

¿Mis bragas se deshicieron en sus manos o por qué ya no las siento?

Caigo de espaldas en el asiento del copiloto. Mis piernas quedan más o menos abiertas ya que ni tiempo tengo para cerrarlas; su peso cae entre ellas, demostrándome la dureza que se carga su amigo.

—Donato...espera. De verdad, esto no está bien, estás borracho y es algo de lo que podrías arrepentirte luego.

—¿Tú o yo? Sé lo que quiero, y lo que quiero es hacerte mí mujer ahora.

—No sabes ni lo que dices, no quiero aprovecharme de tí Donato...—vuelve a silenciarme con su boca, a matarme con cada caricia.

—Lo haré—profundamente descubre mi interior con "eso", tan erecto y preciso como lo imaginé, en el punto clave que enloquece.

—¡Donato!—me quejo no tan duro.

—Shuuu, parare si así lo quieres.

—No...quiero que ésta noche me hagas tuya...quiero ser tu mujer en todos los sentidos. Hazme disfrutar.

...°°°...

No sé cómo pasé del carro a la cama de mi habitación, en verdad Donato no estaba tan borracho como para haberme traído? y si es así, de seguro querrá una explicación por lo que sucedió ayer entre los dos.

Mi entrepierna duele bastante, sabía que esas tres horas de diversión me darían hasta para llevar.

Abro los ojos como platos viendo al mismo Donato salir en toalla de mi baño, secando su cabello con otra; la sonrisa no se despega de sus labios.

—¿Qué haces en mi habitación?—no estúpida, no tenías que decir eso—. Digo, no imaginé que te recuperarias tan rápido de tu borrachera...

—¿Borracho? Ayer yo no estaba tan borracho, nadie se emborracha con solo tres copas de vino. ¿Tienes miedo de que estemos aquí a solas y con poca ropa después de lo que sucedió anoche en ese carro; después de que me dijiste que querías ser mi mujer? ¿Te retractaste? Si es así me adelanto; todo lo que dije ayer fué enserio.

—Yo también te quiero... bueno, creo que este sentimiento es más fuerte que un simple querer. Digamos que he sido criada en un mundo lleno de hombres mujeriegos que estando con una mujer se enredan con otras. Tengo miedo de que mi corazón salga lastimado en todo esto.

—¿Entonces ese es el problema?—alcanza su celular que estaba en la cama, poniéndolo en mis manos—. Entonces revísalo, y comprueba con tus propios ojos que tipo de hombre soy.

—Seria una oferta muy interesante para cualquier mujer, pero no lo haré. Confío en tí.

—Y yo confío en tí—sujeta mi mentón antes de que mi mirada caiga al piso—. Ésta es una demostración para que sepas que no te dejaré nunca, Isabella. Contigo iré enserio, aunque miles de problemas se cruzen en el camino. Te amo de verdad.

Poniéndome de puntas para alcanzar su porte, beso fugazmente sus labios.

—Yo igual...te amo Donato.