Sarah siempre había tenido a Liam en su vida, pero jamás imaginó que sus sentimientos por él podrían cambiar. Es el mejor amigo de su hermano, un chico que siempre estuvo en su órbita, pero nunca en su corazón. Sin embargo, una noche mágica, bajo el brillo de las estrellas, todo cambia. La atracción es inmediata, poderosa, y aunque duda, no puede evitar sucumbir al deseo. El amor se convierte en una lucha interna entre lo que siente y lo que debe hacer. ¿Podrá vivir con el riesgo de perderlo todo por un amor que parece destinado a romper las reglas?
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Como Si Nunca Nos Hubieramos Ido
Abrí la puerta esperando ver a otro de los habituales pero me encontré con alguien nuevo.
Un chico alto de cabello oscuro y sonrisa fácil, que sostenía una bolsa de papas fritas como si fuera un tesoro.
—Hola —dijo con un gesto de saludo— Soy Noah.
—Sarah —respondí algo desconcertada. No estaba acostumbrada a caras nuevas en ese grupo cerrado de amigos.
Detrás de mí, mi hermano y Liam ya estaban armando un escándalo en la sala discutiendo sobre qué película ver primero como si la vida dependiera de ello. Noah entró como si conociera la casa de toda la vida, y pronto la sala se llenó de voces bromas y esa energía desbordante que parecía demasiado grande para caber entre las paredes.
Me senté en el brazo del sofá, observándolos con media sonrisa. A veces parecía que el tiempo no tocaba a algunos. Liam por ejemplo seguía teniendo esa habilidad absurda para ganar cualquier discusión con un simple comentario ingenioso. Noah, en cambio, parecía querer encajar, pero aún no sabía exactamente cómo.
— Y tú—preguntó de repente Noah, acercándose con un vaso de soda en la mano— También eres parte del club de los que no saben crecer - Reí sorprendida por su descaro —Supongo que sí —dije, alzando el vaso en un brindis imaginario.
Noah sonrió, y algo en su mirada me hizo pensar que no era tan nuevo en esto de improvisar amistades. La noche siguió entre hamburguesas mal cocinadas, películas que nadie veía de verdad, y anécdotas viejas que parecían cobrar vida otra vez. Liam contaba historias, exagerando detalles, haciendo reír a todos hasta las lágrimas. Yo escuchaba, participaba, pero había algo en el aire. Una sensación que no sabía nombrar todavía. Cuando todos parecían ya medio dormidos en los sillones mi hermano se levantó de un salto.
—Mañana vamos a la playa —anunció, como si fuera una orden oficial.
Hubo vítores y quejas a partes iguales. Noah parecía encantado con la idea. Liam me miró de reojo, como esperando mi reacción.
—Y tú, Sarah —preguntó—. ¿Vienes o vas a hacerte la adulta responsable
Le lancé una almohada. —Mañana veremos —contesté, riendo. Pero algo me decía que fuera cual fuera la decisión el verano acababa de empezar y no iba a ser como los anteriores.
Cuando la casa finalmente se calmó y cada uno reclamó un pedazo de sofá o piso para dormir, me encontré a mí misma lavando algunos platos en la cocina. El sonido del agua era un alivio después de tantas carcajadas y gritos.
—Te ayudo —escuché la voz de Liam a mi espalda.
Me giré y lo vi recostado contra el marco de la puerta, con las manos en los bolsillos y esa sonrisa floja que siempre había usado para librarse de los regaños.
—Desde cuándo te ofreces como voluntario —bromeé, arqueando una ceja.
—Desde que no quiero que mañana nos eches de la casa —dijo acercándose a paso lento. Tomó un plato de la encimera y empezó a secarlo con un paño, de una manera que dejaba claro que no tenía idea de lo que hacía.
Trabajamos en silencio durante un momento, solo acompañados por el chasquido del agua y el murmullo lejano de la televisión. Era curioso.
Con Liam siempre había sido fácil estar en silencio. Sin presiones sin necesidad de llenar los huecos con palabras.
—Te gusta tu trabajo —preguntó de pronto, rompiendo la calma.
Me sorprendió un poco su pregunta, tan directa y sincera —Sí bueno a veces —confesé, encogiéndome de hombros— No era lo que soñaba de niña pero paga las cuentas.
Él asintió como si entendiera algo que no hacía falta decir. Me pregunté por un segundo fugazsi él estaba exactamente donde quería estar.
—No es tan malo tener sueños diferentes a los de antes —dijo Liam casi para sí mismo.
Lo miré de reojo. Había madurado tal vez no del todo, pero sí lo suficiente para que sus palabras sonaran menos a bromas y más a verdades.
Terminamos de limpiar y cuando apagué la luz de la cocina la casa quedó en penumbra, iluminada solo por el brillo azul de la pantalla en la sala. Me deslicé entre los cuerpos dormidos buscando un rincón donde tirarme a dormir. Liam ya estaba acomodado en un sillón con una manta raída hasta la cintura. Cuando pasé junto a él abrió un ojo apenas.
—Buenas noches Sarah —murmuró
—Buenas noches Liam —susurré de vuelta
Y fue así en la sencillez de una noche cualquiera, que algo imperceptible empezó a moverse dentro de mí. Aunque todavía no lo entendiera.
Aunque todavía no quisiera entenderlo