En un mundo de monstruos, Acara emerge como una rosa de hierro en el árido desierto. La cenicienta oscura, la llaman los medios de comunicación. Esposa, le dice su Marido con suavidad, Rosa Negra le susurra al oído el hombre ardiente que controla sus deseos.
¿Cómo puede ella luchar en este mundo?
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Cap. 9 Señorita Lombardi, yo
El estacionamiento quedó en silencio, roto solo por los jadeos agonizantes de Daniel, ahora reducido a un saco de huesos rotos y orgullo destrozado.
Malick observó a Acara con esos ojos que no eran humanos, pero su voz fue sorprendentemente suave al decir:
—"Cuídate, esposa" —Un mandato. Una promesa. Malick se dio la vuelta tratando de no mirarla demasiado, la tenue luz del estacionamiento afilaba sus rasgos dándole un aspecto más atractivo.
Luego, giró hacia El Gigante, que sostenía a Daniel como un juguete roto. El hombre elegante giraba las llaves en su dedo, su gente esperaba la encomienda.
—"Llévatelo. Que aprenda antes de devolverlo."
El Gigante asintió, arrastrando a Daniel hacia una furgoneta negra con las ventanas polarizadas. Nadie volvería a verlo en semanas.
Mientras Malick se retiraba al Mustang, Víctor se movió con la precisión de un verdugo.
El chofer de Acara, un hombre con deudas de juego y favores impagos, temblaba junto al Bentley.
—Señorita Lombardi, yo —el hombre trató de explicar su cobardía, tal vez su complicidad, a estas alturas no se sabe.
¡PLAF!
La bofetada de Víctor lo hizo caer de rodillas.
—"Eres un inservible." —escupió Víctor, ajustándose los gemelos de brillantes como si acabara de hacer algo mundano.
—Por suerte, para ti, la señora no salió gravemente herida o de lo contrario… —Víctor lo miro de una forma terrorífica.
Acara observó, el labio aún sangrante, mientras el chofer balbuceaba disculpas.
—"¡Perdón! ¡No volverá a pasar! ¡Juro qué!— el chofer casi en llantos balbuceaba.
Víctor lo interrumpió con un gesto.
—"Las deudas se pagan, amigo. Y tú debes mucho." —dijo casi gruñendo, esto era algo que no odian perdonar. Malick no lo haría, y eso es una sentencia de muerte.
Luego, se volvió hacia Acara e inclinó la cabeza con una sonrisa cortés.
—Hasta pronto, cuñada —Esa palabra resonó como un secreto compartido. ¿Era Víctor un amigo leal de Malick? ¿Otro fragmento de los Lombardi que Acara no conocía?
El chofer, ahora pálido, abrió la puerta del auto con manos temblorosas.
—"Lo…, lo siento, señora. No estaba... vigilando. —Acara entró al Bentley sin responder. Sabía que ese hombre no volvería a fallarle.
Mientras el auto se alejaba, Acara miró por la ventana trasera. El Mustang negro y las motocicletas ya se habían esfumado. Como fantasmas.
*_*
La mansión Lombardi brillaba bajo la luz del atardecer cuando Acara cruzó la puerta principal, el sabor a hierro aún en sus labios.
Y allí estaba Logan, como siempre:
El pelo despeinado por haberse pasado la mano nerviosamente. Los lentes torcidos, como si hubiera estado leyendo apresuradamente. Y esa sonrisa cálida que se desvaneció en cuanto vio su herida.
Las conjeturas en la mente de Logan eran de las más locas, nunca se imaginó ver a se Acara con el labio partido, su corazón casi se detuvo.
—"¡A-Acara! ¿Qué pasó? ¡Dios mío, siéntate!" —Su voz era un torbellino de preocupación genuina, tan distinta al tono dominante de Malick. Suave preocupación que alentaba cualquier corazón.
Acara lo observó con ojos analíticos. ¿Era posible que este hombre torpe y cariñoso fuera el mismo que había destrozado a Daniel horas antes?, ¿Podría ser este tierno despistado una máquina asesina?
Logan corrió hacia el botiquín de la cocina, tropezando con su propio pie en el proceso. No una, sino dos veces.
—¡Maldita sea! L-lo siento, ya vuelvo— Acara no pudo evitar un suspiro de ternura al verlo caer de rodillas frente al gabinete, derramando gasas y alcohol. Todo se le escapaba de las manos como si tuvieran aceite una y otra vez.
—Logan… —intentó hablar, pero él ya estaba de vuelta, con una venda en la frente (¿cuándo se había golpeado?). Acara parpadeó varias veces, está segura que no tenía ninguna herida cuando llegó.
—Déjame ver —murmuró, limpiando su labio con una torpeza que le arrancó un leve silbido de dolor. Acara quería reír al verlo así, Logan hubiese sido un pésimo médico.
—"¡Lo siento! ¿Duele? ¡Claro que duele, qué estúpido soy!" —Acara le tomó la muñeca, deteniéndolo. Si seguían así, su herida quedaría peor de lo que estaba.
—"¿Dónde estuviste hoy?" —La pregunta cayó como un ladrillo. Logan parpadeó, confundido. Después de meditar la extraña pregunta, decidió responder.
—"E-estuve aquí… revisando los informes del proyecto Bering… ¿P-por qué?" —ella buscó en sus ojos algún rastro de Malick, pero solo encontró inocencia y miedo.
Acara decidió probar. Quería saber que tanto podría disimular.
—"Daniel me atacó." —Logan palideció como un fantasma, las manos temblando. Era esa gente, esa familia que había lastimado tanto Acara.
—¡¿Qué?! ¡Dios, Acara, debimos llamar a la policía! ¡O a Lilit! O…—Logan disparaba para todo lado sus palabras alarmado por esa agente violenta.
—"No fue necesario" —interrumpió ella, sosteniendo su mirada.
—Alguien… lo manejó. —Acara dijo con una expectación disimulada.
Logan tragó parpadeó, sus pupilas se dilataron por un segundo. Pero su reacción posterior era como siempre, nada excepcional.
—B-bien… Eso es… bueno —susurró, calmado, inmutable.
Mientras Logan seguía vendándola con la delicadeza de un elefante, Acara notó algo:
Sus nudillos estaban perfectos. Nada de moratones, nada de sangre seca. Pero el aroma… Aún olía a tormenta y pólvora, como Malick en el estacionamiento.
Y entonces, lo entendió.
Logan no recordaba absolutamente nada y posiblemente no está consciente de lo que pasa. Sin embargo, podría ser alguien más, aunque su corazón le grita la verdad todo el tiempo, pero ¿cómo?
*_*
Mientras tanto, en un Penthouse al otro lado de la ciudad, Los dos hermanastros de Logan y sus primos estaban ahí con caras de preocupación.
—¿Ustedes qué opinan?, creo que esa mujer a contratados alguien para protegerla, aunque las pocas veces que lo he visto lleva un barbijo negro, pero me resulta familiar, ¿no sé de donde? —dijo Cristóbal, mientras maquina la forma de deshacerse de Acara.
Micaela se puso nerviosa.
—La otra vez, un hombre del tamaño de una montaña, me dio un susto de muerte, de verdad, creo que son más de uno —la mujer estaba preocupada, ese tipo casi la mata de un susto.
Renato asintió, la persona que lo intimida es un tipo furtivo, parece una sombra sigilosa.
Misael se frota las manos nerviosas, a él lo atormenta un sujeto que parece un playboy de la alta sociedad y lo amenaza de muerte.