Margaret O'Brien y su familia abandonan la ciudad y se mudan a un pequeño pueblo donde nacieron sus padres, pero nada funciona como debe ser. Desde que llegan Margaret se siente constantemente vigilada. ¿Quien es? y ¿Que quiere?
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Niagara Falls
Capitulo 2
Niagara Falls
La abuela de Margaret era una mujer mayor de unos 70 años se llamaba Janeth tenía los ojos azules y el cabello completamente blanco, aunque estaba triste por haber perdido a su madre aún así se sentia muy feliz por tener a su familia con ella.
—Hija, eres más grande que en las fotos. Te convertiste en una jovencita hermosa—
Dijo la abuela con orgullo mientras acariciaba el cabello de Margaret.
—Sígueme, te voy a llevar hasta tu habitación—
La abuela la tomó de la mano y la llevo por las escaleras hasta una habitación que ya Margaret conocía.
—Aún conservo la habitación como te gustaba cuánto te quedabas aquí—
Dijo la abuela con emoción y una gran sonrisa, orgullosa por haber conservado todo delicadamente así como le gustaba hace tantos años a su única nieta.
Margaret sorprendida pudo ver la habitación que su abuela tenía preparada para ella cuando era niña y se quedaba allá o cuando los visitaba, después que se mudaron a Brooklyn, estaba estancada en el tiempo, su cama tenía las mismas sábanas rosas de felpa, muchos libros de cuento y hasta sus antiguos dibujos en la pared.
—Esa hermoso abuela muchas gracias—
Margaret le dio un beso a su abuela y ella se fue dejando a Margaret sola en la pequeña habitación. Coloco la maleta sobre la cama y comenzó a sacar sus cosas y ordenarlas en la peinadora y en el clóset. Se desvistió y busco una toalla para ir darse un baño sin embargo cuando abrió el clóset sintió que alguien se movió detrás de ella, se sobresalto y giro para toparse con una habitación completamente vacía, aún desnuda camino hasta la puerta y la aseguro, creyó que podría ser su imaginación pero no estaría de más asegurar la habitación mientras se bañaba. Se dirigio hasta el baño y abrio la ducha dejando caer una agradable agua caliente, llenando el baño de vapor, era todo lo que necesitaba despues de ese largo viaje de más de 10 horas. Pero oculto tras el vapor pudo ver una silueta moverse en el baño a través del vidrio de la ducha pensó que tal vez era su abuela que había ido a llevarle cosas pero recordó que ella había cerrado la puerta, así rodo a un lado la puerta con un poco de nervios para encontrarse con un baño completamente vacío.
Estaba segura de los sentimientos por la muerte de su bisabuela y ese largo viaje a mitad de la madrugada le estaban haciendo una terrible jugada a su mente así que terminó de bañarse, bajo a comer algo, se despidió de todos y dijo que iría a tomar una siesta.
Los siguientes días no fueron diferentes Margaret estuvo a punto de creer que estaba entrando en paranoia pero se convencía a si misma que todo era producto del cansancio.
El día del funeral de la bisabuela Elizabeth amaneció gris y lluvioso, como si el cielo compartiera la tristeza de la familia. Margaret se levantó temprano, sintiendo el peso de la ocasión en su corazón, aunque no compartió tanto con ella, sabía la importancia que tenía para su padre y su abuela Janeth. La casa estaba en silencio, solo se escuchaba el suave murmullo de la lluvia golpeando las ventanas.
La familia se reunió en el cementerio, todos vestidos de negro, con expresiones solemnes. Margaret observó a su padre, quien trataba de mantener la compostura, pero sus ojos delataban el dolor que sentía.
Por un momento comenzó a recordar las historias que su padre le había contado de su abuela, una mujer muy dulce y amable quien le gustaba hornear pastel de manzanas, las tardes en el jardín, y el amor incondicional que siempre le había brindado, poco a poco sus ojos se fueron llenando de lágrimas y un dolor creció en su pecho.
La lluvia había comenzado a cesar, pero el cielo seguía muy nublado. La ceremonia fue sencilla pero emotiva. El sacerdote habló sobre la vida de Elizabeth, su bondad, y el legado que dejaba después de sus 92 años de vida. Margaret escuchaba atentamente, sintiendo que cada palabra resonaba en su corazón.
Cuando llegó el momento de despedirse, Margaret se acercó al ataúd y colocó una rosa blanca sobre él. Sintiendo las lágrimas corriendo por sus mejillas. Su padre la abrazó, y juntos se quedaron allí, en silencio.
Después de la ceremonia, la familia regresó a la casa de la bisabuela. Era una casa grande y antigua, a las afuera de la ciudad muchas pareces eran de piedra pero el encanto más hermoso era el gran jardín de atrás. La atmósfera era melancólica, con un sentido de unión y apoyo mutuo. Margaret se sentó en el salón, rodeada de fotos y recuerdos.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Margaret notó que su padre estaba sentado en la isla de la cocina y se encontraba más callado de lo habitual, rebobinando ella notó que desde antes que viajaran a Niagara Falls para el funeral de la abuela Elizabeth, él parecía estar sumido en sus pensamientos. Así que decidió hablar con el.
—Papá, ¿estás bien? —preguntó con suavidad.
Su padre suspiró y se sentó a la mesa, mirando sus manos.
—Margaret, hay algo que necesito contarte —dijo, con voz seria—. Hace casi un mes que perdí mi trabajo.
Margaret sintió un nudo en el estómago. Sabía lo importante que era ese empleo para su padre y para la estabilidad de la familia.
—¿Pero porque?, tu le has dedicado muchos años a esa empresa ¿como te pudieron despedir?—
—Hicieron recortes de personal y no me dieron más explicaciones, solamente me dieron un arreglo por los años de servicio y ya—
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó, tratando de mantener la calma.
—No quería preocuparte, especialmente con todo lo que ha pasado con la abuela —respondió él—. Pero ahora que estamos aquí, creo que es el momento de ser honestos.
Margaret asintió, sintiendo una mezcla de preocupación y tristeza. Sabía que las cosas no serían fáciles.
Al siguiente dia, la familia se reunió en la sala para escuchar la lectura del testamento de la abuela Elizabeth. El ambiente era solemne, y todos escuchaban atentamente mientras el abogado leía las últimas voluntades de Elizabeth.
—Durante mi vida no acumule muchas riquezas, mi posesión más valiosa es la casa Moloney donde nací, nació mi madre y fue la que vio el inicio de nuestra familia, llegamos desde Irlanda hace muchos años en busca de un mejor futuro y aquí lo conseguimos, mi deseo más grande es que sigan cuidando la casa Moloney y conservandola en la familia ya que es el recuero de nuestro inicio, asi se la heredo a mi unico nieto George O'brien quien se que la cuidara y apreciara por todos los recuerdos vividos. Sean felices, aunque la vida se torne difícil siempre habrá una salida, no hay mayor regalo que estar vivos y que Dios los bendiga —anunció el abogado.
Margaret y su padre se miraron sorprendidos. Vieron hacia los lados admirando la casa Moloney, ella no sabía esa historia, no sabía su propia historia, tampoco sabia que esa casa hubiera sido tan importante para la familia y mucho menos que se la dejaría a ellos.
Margaret sintió una oleada de emociones. La noticia de la herencia llegaba en un momento crucial, y aunque la casa necesitaría mucho trabajo para modernizarse también representaba una oportunidad para empezar de nuevo, aunque el pensar mudarse de Brooklyn y abandonar a sus amistades no es algo que le emocioné.