Lucía, luego de morir despierta en la última novela que leyó, pero lo más extraño de todo eso fue que despertó en el personaje que más odiaba...
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capítulo 2
Lucia se sentía algo extraña, De repente empezó a sentir como una niña la llamaba y le decía.
— Hermana... hermana despierta... hermana... es hoy, es hoy...
Lucían lentamente empezó a abrir los ojos y al ver a la niña a su lado junto con otra chica un poco más alta que ella se levantó cuidadosamente y la niña volvió a hablar.
— Prepárate hermana, hoy por fin iremos a la capital.
La niña salió de la habitación y Lucía no pudo decir ni hacer nada, hasta que ya no la vio. Pronto su mirada recayó en otra muchacha que llevaba un jarrón en sus manos, esta ingreso sin decir nada y se dirigió a una especie de tina para luego verter el agua y tocar la temperatura. Una vez terminó miró en dirección a Lucía nuevamente y habló.
—Su baño está listo mi lady.
Sin entender aún que sucedía miró todo a su alrededor y pellizcando su brazo, confirmó que no era un sueño, al hacer una mueca de dolor, la joven corrió hacia ella y apartando su mano de su brazo dijo.
— Señorita Dayana, ¿qué hace? Si sigue haciendo eso se puede lastimar y le quedará una marca.
Lucia apartó su brazo y mirando a la joven dijo.
— ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?
La joven la miro extrañada y contestó.
— ¿Sé encuentra usted bien? ¿Aún está dormida?
— No... dime, ¿dónde estoy? ¿Qué es este lugar? ¿Cómo sobreviví?
La doncella se acercó a ella para tomar su temperatura, pero en cuanto quise tocar su frente, Lucía le aplico una llave en su brazo y exasperada gritó.
— Habla carajo, ¿donde diablos me encuentro?
La joven con miedo y dolor, sollozo.
— Señorita me duele... usted está en su casa... la mansión Lauren.
Lucia la soltó poco a poco y volvió a decir.
— ¿La mansión?.. ¿Lauren? ¿Señorita Dayana?— y justo en ese momento como si fuera un video, miles de imágenes como recuerdos empezaron a aparecer en su cabeza. Sin poder soportarlo se desmayó y la joven doncella ante esto se soltó, pero rápidamente salió corriendo en busca de ayuda para Dayana.
Luego de que el barón mandara por un médico y este la revisará, Lucía despertó nuevamente y sin decir nada observó al médico de silencio.
— Por fin despertó Señorita Dayana. ¿Como se siente?
Lucia miró al médico y solo respondió.
—Bien...
—¿Puede decirme que sucedió?
— No lo sé, creo que no me sentía muy bien esta mañana, pero ahora estoy mejor.
La doncella de Dayana, la miro seriamente y está de regreso, no iba a permitir que dijera ni una sola palabra de lo que había sucedido en la mañana.
— Entiendo, muy bien barón Lauren, como verá la señorita se encuentra bien, seguramente fue solo una baja de azúcar. Es muy común en Señorita de su edad y más porque se someten ellas mismas a dietas exigentes para conservar su figura.
El barón miró a su hija y al ver que se notaba un poco más delgada solo agregó.
— Muy bien, a partir de ahora controlaré más sus comidas. Muchas gracias doctor, lo acompaño a la salida.
El barón se retiró junto con el médico, y una vez sola Dayana con la doncella, esta habló.
— Claudia... ¿Ese es tu nombre verdad?— La chica asintió y esta volvió a hablar – Ni una palabra a nadie de lo que sucedió esta mañana, ¿entendido?
La joven asintió rápidamente antes de poder decir nada más el barón volvió a la habitación y al ver a su hija aún pálida dijo.
— Traigan el desayuno para mi hija a su habitación, a partir de ahora controlaré que no te saltes tus comidas, y espero que no me digan que no has comido, porque te dejaré sin tus clases de piano, ¿entendido?
Lucia miró al hombre y le causó gracia lo blando que era para poner castigos el hombre, pero solo asintió, puesto que sabía que era un hombre bueno, en la novela decían que el intento muchas veces hacer cambiar a su hija de opinión para no deshonrar a Sarah. Antes de que esté marchara por completo preguntó.
– Solo... me gustaría saber sí... ¿Iremos a la capital?
El barón Fabián volteó y al ver el rostro de su hija agregó.
— Sí, pero lo haremos mañana, hoy quiero que descanses.
Una vez el barón marchó, miró a la joven doncella y con una seña le indicó que hiciera lo mismo. Cuándo por fin estuvo sola, se levantó rápidamente de la cama y buscando un espejo vio su reflejo en él para luego decir.
— Entonces es verdad, soy la amante del emperador...— Al decir aquellas palabras en voz alta una sonrisa burlona se dibujó en sus labios y pronto una carcajada se escuchó — Ja, ja, ja... ni de chiste, yo no soy plato de segunda mesa de nadie. Además, un hombre que cambia tan pronto de parecer y posa sus ojos en cualquier mujer no es más que una basura... Ahora ¿cómo es que termine en el cuerpo de la pobre víctima? Me hubiera gustado ser Sarah, ella si me cae bien.— Lucía se miraba atentamente al espejo y agregó — Aunque viéndola bien, está niña también tiene lo suyo, pero... aun así me quedaría con Sarah, ella si se casa con un hombre de verdad. Esta pobre tonta se consigue un hombre idiota que le deja todo su trabajo cuando quiere divertirse con sus concubinas... dicen que la felicidad tiene su precio y ella lo pago de esa forma, al tener que soportar que su hombre no fuera solamente de ella.— De un momento a otra Lucía sonrió con malicia y agregó — Pero yo no soy Dayana, yo no me meteré en el camino de mi prota favorita y a cambio buscaré la forma de quedarme con el ministro de guerra, ese hombre si tiene potencial.
Lucia sonrió y se dirigio nuevamente a la cama para esperar a que le trajeran su comida, tenía hambre y si en esta vida la iban a consentir un poco, no se iba a negar...