Volverá... y los que la hicieron sufrir lloraran
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Te invito a pasar por mi perfil y leer mis otros escritos. Esos ya están terminados.
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02 - BARRIO RICO
BARRIO RICO
Caminó toda la tarde, lo que la dejó aún más exhausta de lo que ya estaba. Llegó a la entrada de un barrio privado, de esos con cámaras por todas partes y perros recorriendo el perímetro junto con vigilantes armados. Le dio mala espina el asunto, pero de todos modos se acercó a la caseta de seguridad y le explicó al guardia el motivo de su visita. Este la hizo esperar mientras llamaba a la dirección y pedía instrucciones.
Mientras el hombre hablaba por teléfono, ella se dedicó a mirar los alrededores, tanto como se lo permitían los grandes árboles que crecían frente a las imponentes fachadas. Se notaba que los residentes del lugar eran gente de dinero.
- Dijeron de la casa que deje la billetera aquí. Ellos pasarán a retirarla más tarde - dijo el guardia.
Katrina se rió. No había atravesado la ciudad caminando para darle la billetera a cualquiera. Las calles le habían enseñado a ser cautelosa y desconfiada.
- Está bien - dijo - La billetera está a nombre de Eduardo Gómez y solo se la voy a entregar a él. Dígale eso a los de la casa.
El guardia volvió a comunicarse con la casa y les repitió lo que ella había dicho. Hubo unos instantes de silencio mientras escuchaba lo que le respondían del otro lado.
- Dicen que el señor Gómez no está en este momento. No saben a qué hora volverá. Pero si usted vuelve mañana temprano lo podrá encontrar antes de que salga - informó el guardia.
Katrina lo pensó un momento. Era un incordio, pero parecía que tendría que posponer la entrega, no más.
- ¿Qué tan temprano tendría que venir? - preguntó.
El guardia reflexionó un momento tratando de recordar los movimientos de ese inquilino en particular.
- Suele estar saliendo a eso de las seis y media. Es raro que se retrase - respondió.
Katrina maldijo mentalmente. No conocía la zona y no sabía dónde pasar la noche. Su refugio habitual estaba a varios kilómetros de ese lugar.
Resignadamente contestó al guardia:
- Ok. Mañana a las seis estaré por aquí.
Se acomodó mejor la mochila en el hombro y se dispuso a buscar un callejón dónde pasar la noche.
Un rato después, se acercó a la entrada un coche lujoso. El guardián lo reconoció como el auto del señor Gómez y decidió contarle el incidente. Se acercó al vehículo, golpeó la ventanilla del conductor y esperó respetuosamente a que el chofer le abriera. En un tono de voz mesurado, para no molestar al pasajero, le refirió los hechos.
En el asiento trasero, Eduardo Gómez se sobresaltó. Tocó sus bolsillos y notó que era cierto: su billetera no estaba. Miró alrededor en el asiento y hasta rebuscó en su portafolio, pero nada. No se había dado cuenta de que la había perdido.
- ¿Cómo era la persona que la trajo? - preguntó.
El guardia no esperaba que el hombre le hablara. Dio un pequeño brinco, pero se recuperó de inmediato. Pensó un momento y, con voz vacilante, dijo:
- Aproximadamente un metro setenta. Unos 20 años. Usaba una gorra con visera, por lo cual no pude ver el color de su cabello. Piel trigueña, ojos grandes color café. Usaba un mameluco de trabajo que se veía muy grande para ella, pero que no permitía ver su contextura. Zapatillas rojas, sin marca y una mochila azul bastante desgastada.
Eduardo quedó impresionado por la capacidad de observación del hombre.
- ¿Dijo que mañana a las seis estaría aquí?
- Exacto, señor Gómez. Eso dijo.
El empresario se acomodó nuevamente en el asiento.
- De acuerdo. Gracias.
Cerró la ventanilla y fue reflexionando hasta su casa. El banco le mandaba un aviso cada vez que había un consumo en sus tarjetas. Se metió al homebanking a través de su móvil y no vio movimientos. Hacer todos los trámites y denuncias era engorroso, por lo que decidió arriesgarse y no hacer nada hasta la mañana, después de ver qué se traía esta chica.
Llegó a su casa, despidió al chofer. En lo que colgaba su abrigo en el recibidor, se acercó el ama de llaves y le refirió el incidente de la billetera.
Agradeció a la mujer y subió a su habitación. Había sido un día intenso y solo quería dormir. Pensó con ansias en una ducha, pero cuando se dirigía hacia el baño, golpearon la puerta.
- Hijo, ¿ya te fuiste a dormir?
- No, Mamá. Pasá.
La mujer entró a la habitación de su hijo y lo miró con ternura.
- ¿Qué tal tu día? - preguntó.
- Bien. Un poco cansador, nada más.
- Si tuvieras una compañera apropiada que te colaborara con la empresa, no estarías tan cansado.
"Ahí vamos de nuevo", pensó Eduardo. "Es como un Bulldog, cuando muerde no suelta".
- No empecemos, Ma. Ya te dije que Micaela no es mi tipo. Entiendo que sea hija de tu amiga y que te caiga bien. Pero no por eso me voy a casar con ella. No me mueve ni un pelo.
- Pero estudió administración de empresas. Podría ser de gran ayuda para vos.
- Que presente un currículum y tal vez la contrate. No necesito casarme con ella para eso.
- Pero…
- Basta, Ma. Estoy cansado y quiero irme a dormir. Si no hay nada más de lo que quieras hablarme, me voy a meter a la ducha.
El tono de Eduardo no daba lugar a réplicas. Mabel decidió dejar el tema por ahora.
- Está bien, hijo. Perdoname. En mi afán de que estés bien a veces me pongo intensa, lo sé. Solo pienso en quién te cuidará cuando yo no esté.
- Dije que basta. El dramatismo no va a ayudar con este tema. Dije que no, y eso significa no.
Mabel se mordió los labios para no replicar. Había salido tozudo el muchacho. Tendría que buscar otra táctica para lograr que se enamore de Micaela. No quería que caiga en las garras de cualquier cazafortunas.
- Está bien, hijo. Te dejo descansar. Hasta mañana.
Eduardo, muy molesto, no respondió. Cerró la puerta detrás de su madre y se dirigió al baño, al tiempo que dejaba un camino de ropa todo por el piso. Una ducha caliente y meterse entre las sábanas era todo lo que anhelaba.
Se bañó y se acostó sin demoras. Estaba tan cansado que el sueño vino inmediatamente.