Safira, una joven de veinte años que no tiene más esperanzas en la vida. Tras un trauma en su infancia, su psicológico se vio afectado y como siempre mal tratada por quien le amaba y protegía, su capacidad de lucha se vio afectada.
Con una hermana mayor que es la preferida de su madre, pero vendida por su padre, a un hombre temido por todos, conocido por ser implacable y cruel. Samira acabará casada con Alejandro Torreto, que tampoco está nada contento con esta unión.
Ahora Safira tiene que descubrir qué hacer y confirmar por sí misma si la fama de los Torreto es un hecho o sólo una leyenda...
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02 capítulo.
Safira.
Salgo del trabajo y me subo al autobús, al principio el autobús está vacío y a medida que se detiene en las paradas más gente entra y un hombre se para a mi lado, sé que es paranoia mía, pero no puedo quedarme más tiempo allí, así que bajo en la próxima parada, sé que aún estoy lejos de casa, pero aquello me estaba sofocando, no puedo explicar lo que siento y un miedo interminable empiezo a temblar y a sudar frío, entonces parece que el aire se va volviendo cada vez más escaso y tengo que huir.
Es tarde y mientras camino respiro aliviada, me tomó un tiempo pero finalmente llegué a casa, escucho a mi madre hablar con Samira.
Luciene: ¿Y ahora Samira, qué vamos a hacer?
Samira: Tranquila mamá, lo resolveremos.
Luciene: No entiendes, él quiere vengarse.
Llego a la puerta y ella deja de hablar, me mira y dice.
Luciene: Serás tú.
Yo digo en lengua de señas.
Safira: Yo.
Luciene: Tú, tú vas a ocupar el lugar de tu hermana.
Hago señas.
Safira: ¿El lugar de mi hermana para qué?
Luciene: Te vas a casar, te vas a casar con él.
Hago señas.
Safira: ¿Casarme? No me voy a casar con nadie.
Ella se acerca a mí y me golpea en la cara.
Luciene: Sí que lo harás.
Niego con la cabeza, no, no me voy a casar con nadie, ella quiere verme muerta, antes de eso me tiro de cualquier lugar, pero no me voy a casar, ella me empuja y caigo sentada en el sofá, hay unas tijeras en la mesa de la lámpara y las toma para cortarme con la punta.
Luciene: Sí que te vas a casar, vas a ocupar el lugar de tu hermana, serás Samira y no dirás nada, o yo misma te cortaré la lengua porque no sirve para nada, ¿entendiste? Serás la novia sustituta, son gemelas, ni siquiera se dará cuenta y si escribes algo, yo misma te mataré y no necesitas hacerlo tú misma.
En ese momento las lágrimas brotan de mis ojos, además del dolor que siento en mi mano por haberla cortado, mi corazón está destrozado.
Suena el timbre.
Luciene: Estamos habladas, ninguna palabra... ah, se me olvidaba, tú no hablas.
Escondo mi mano apretándola en mi sweater para contener la sangre y ella va a abrir la puerta.
Pablo: Buenas noches.
Luciene: Buenas noches, señor Torreto.
Pablo: Sin formalidades, Luciene.
Luciene: Pase.
El señor entra con dos hombres grandes y fuertes detrás de él y me erizo por completo.
Pablo: Ha pasado tiempo.
Luciene: Estas son mis hijas.
Ella me señala.
Luciene: Samira y Safira.
Pablo: Veo que Samira ha crecido.
Me mira.
Luciene: Por favor, deja a mi hija en paz.
La miro sorprendida.
Pablo: Tenemos un acuerdo, tu marido ofreció su vida por ella.
Luciene: Mis hijas son todo para mí, no puedes llevártela.
Él da un paso adelante y yo salgo de donde estaba, quedándome de pie detrás del sofá.
Pablo: ¿Crees que soy un hombre que no cumple su palabra? Te la llevaré quieras o no.
Yo niego con la cabeza con lágrimas en los ojos, todo esto es una actuación, ella no me quiere, me puso en el lugar de Samira y está buscando algo con esto.
Luciene: Por favor, no le hagas daño, te lo ruego.
Mientras tanto, Samira está viendo todo sin decir una palabra.
Pablo: Lo que haga con ella a partir de ahora es mi problema, llévensela.
Ellos vienen a por mí y trato de escapar en vano, intento soltarme y muerdo a uno de los hombres.
Pablo: No hagas eso, chica.
Mi madre viene y se interpone ante el señor.
Luciene: No le hagas nada.
Pablo: Aparta tus manos sucias de mí.
Veo a mi madre con lágrimas en los ojos, ¿qué pretende con todo esto, mi pánico comienza a atacar, estoy sudando frío, el corazón acelerado, dos hombres me sujetan, uno a cada lado, me debato intentando que me suelten.
Pablo: Apáguenla.
Luciene: No.
Mi respiración está atrapada en mi pecho, mi mano sangra, mis ojos están llenos de lágrimas, ¿cómo puede hacerme esto, entregándome a este hombre como a Samira, por qué, siento que me colocan un trapo en la boca con un olor fuerte, ya no tengo fuerzas para luchar, la ganas de gritar son muchas, pero no sale un sonido de mi boca y me estoy volviendo débil, lo último que veo arrojado sobre los hombros de ese hombre es la sonrisa de felicidad de mi madre.
Pablo.
Aquella mujer aún trata de impedirme de llevar a su preciosa hija, tuve que calmar a chica confieso que es bastante valiente y luchó con bravura, pero no es rival para mí, ellos agarran una maleta que probablemente sea su ropa, mi abogado llamó y avisó que íbamos a recogerla.
Entramos en el coche y la colocan acostada en el asiento, noto que su mano está sangrando con un corte, ¿se habrá lastimado al intentar escapar?
La veo dormir y aparto un mechón que cubre su rostro, es tan hermosa como su madre y ¿qué ropa es esta?
Salimos de allí directo a casa, mis guardaespaldas la llevan a la habitación de invitados y le pido a una empleada que cuide de su mano, no quiero que se infecte y así lo hace, cuida de su mano.
Pido que se cierre la habitación y me voy a tomar un trago.
Alejandro: Papá.
Pablo: Hola hijo, toma un trago con tu viejo padre.
Le ofrezco un vaso de bebida.
Pablo: Ya está aquí.
Alejandro: ¿Quién?
Pablo: Tu esposa, está en la habitación de invitados.
Alejandro: No quiero verla, entrégale el contrato para que lo firme y no quiero ver la cara de esa mujer.
Pablo: Estás seguro hijo, es una mujer hermosa.
Alejandro: No debe valer nada como su madre, así que ahórrame eso papá.
Pablo: Como quieras.
Y nos quedamos allí, padre e hijo, tomando ese trago en silencio.