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UN AMOR PROHIBIDO PARA EL MARQUÉS

UN AMOR PROHIBIDO PARA EL MARQUÉS

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Padre soltero / Profesor particular / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta / Secretos de la alta sociedad
Popularitas:1.9k
Nilai: 5
nombre de autor: Chero write

La llegada de la joven institutriz Elaiza al imponente castillo del Marqués del Robledo irrumpe en la severa atmósfera que lo envuelve. Viudo y respetado por su autoridad, el Marqués encuentra en la vitalidad y dulzura de Elaiza un inesperado contraste con su mundo. Será a través de sus tres hijos que Elaiza descubrirá una faceta más tierna del Marqués, mientras un sentimiento inesperado comienza a crecer en ellos. Sin embargo, la creciente atracción del marqués por su institutriz se verá ensombrecida por las barreras del estatus y las convenciones sociales. Para el Marqués, este amor se convierte en una lucha interna entre el deseo y el deber. ¿Podrá el Márquez derribar las murallas que protegen su corazón y atreverse a desafiar las normas que prohíben este amor naciente?

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la nueva institutriz

La casa del Marqués de Robledo era una impresionante mansión de piedra gris, con ventanas altas y una puerta principal de madera oscura, ubicada en una colina a las afueras de la ciudad capital, desde donde se lograba ver el castillo real a lo lejos. La neblina del día envolvía la casa, dándole una apariencia lúgubre y misteriosa que haría temer a cualquiera. El final del invierno estaba próximo, pero el clima aún era lo suficientemente frío como para que la gente evitara salir en la medida de lo posible.

Una joven mujer se bajó del carruaje que la había llevado desde la ciudad aquella mañana y miró hacia la casa con una mezcla de nerviosismo y expectativa. Había sido llamada a presentarse dos días antes. Su cabello castaño estaba recogido en un moño trenzado, y sus ojos verdes brillaban con inteligencia y curiosidad. Sus labios, enrojecidos por el frío al igual que sus pómulos, sobresalían del chal tejido con el que intentaba cubrir su pecho. Su rostro ovalado y su sonrisa amable la hacían parecer una persona bondadosa y educada. Su figura delgada temblaba con el viento como las ramas de los árboles cercanos. A pesar de llevar un vestido de lana gris pardo y guantes gruesos, el aire helado hacía estragos en la joven.

La enorme puerta se abrió y salió una mujer de mediana edad, robusta, poco más baja que la joven, y con pelo entrecano, de rostro severo y facciones agradables. Llevaba un vestido negro y un delantal blanco. Salió de la casa y se acercó a la joven mujer.

"Buenos días, soy la ama de llaves, la señora Amelia Jenkins, ¿usted es la señorita...?" dijo la ama de llaves, mirando a la joven con curiosidad.

"Medina, Elaiza Medina", respondió la joven, sonriendo y extendiendo la mano.

La ama de llaves la observó detenidamente antes de estrecharle la mano y se presentó.

 "Bienvenida, señorita Medina. El padre Jonathan me ha hablado bastante de usted en sus recomendaciones. Por favor, sígame".

 El padre Jonathan era el párroco de la iglesia, un joven de aspecto robusto y sonriente, agradable a la charla y bastante metódico, que al saber que la familia necesitaba una institutriz, no dudó en dar las referencias de quien creía era la persona más apta para el trabajo en aquel lugar.

La señora Jenkins condujo a Elaiza dentro de la casa, pasando por un vestíbulo amplio y acogedor con una escalera curva de mármol blanco y dos barandales de madera hermosamente tallados flanqueando cada lado, y un reloj de pared que marcaba las 10 de la mañana. Tenía labrado el símbolo de la familia: un águila sosteniendo una corona con el pico y una espada en las patas. Elaiza no recordaba haber visto nunca un lugar con tan bellos adornos, ni siquiera la abadía de su pueblo. Luego, la llevó a una sala de estar muy cómoda con un sofá rojo bellamente labrado y una gran chimenea encendida que mantenía caliente la salita, de modo que Elaiza sintió la comodidad de quitarse los guantes, que sentía húmedos, y los guardó en los bolsillos de su falda.

Aquel lugar tenía un ventanal de piso a techo que Elaiza pensó debía tener una vista al jardín, que aquel día apenas se lograba ver por la neblina.

"Por favor, siéntese", dijo la señora Jenkins, indicando una silla de terciopelo azul. "Espero que el padre Jonathan ya le haya informado acerca del trabajo". Elaiza se sentó y se quitó el sombrero, mientras la señora Jenkins se sentaba enfrente de ella con una libreta y un lápiz.

"Sí, me comentó que el marqués requería de una institutriz para tres niños pequeños", respondió Elaiza. "Es trabajo en casa porque el marqués es viudo y no se encuentra en casa con regularidad".

"Sí, a grandes rasgos ese es el trabajo", dijo la señora Jenkins, acomodándose las gafas. "Me gustaría hacerle algunas preguntas antes de explicarle en qué consiste el trabajo".

"Entiendo que ha trabajado como institutriz durante varios años", dijo la señora Jenkins, mirando la libreta. "¿Podría hablarme un poco sobre su experiencia?"

Elaiza sonrió y comenzó a explicar su experiencia como institutriz. "He trabajado por 7 años con niños de diferentes edades y niveles de habilidad. En mi pueblo estuve dando clases por 3 años a nivel básico, después me mudé a Santa Catalina, donde trabajé con la familia Belmonte. Con ellos trabajé dos años, y hasta el año pasado estuve en la casa de los Montenegro instruyendo a sus hijos menores y a la familia de Padua con su hija mayor. Tengo conocimientos en materias básicas como lectura, escritura, matemáticas y ciencias. Además, hablo cuatro idiomas: inglés, francés, italiano y alemán. También he enseñado modales y etiqueta, así como habilidades manuales como la costura y la pintura, y trabajo con la literatura".

La señora Jenkins escuchó atentamente, asintiendo con la cabeza y tomando notas en su libreta.

"Disculpe, ¿puedo saber de qué familia proviene su apellido? No me es conocido", dijo la mujer, mirando por encima de sus anteojos.

"Pues verá, al igual que el padre John, yo soy huérfana. De hecho, procedemos del mismo orfanato, somos como hermanos. Cuando él se fue al noviciado, yo entré a la escuela de institutrices por recomendación de mi profesor. Gracias a él y a mis maestras pude aprender todo lo que sé hoy", dijo Elaiza con una sonrisa y sus ojos llenos de alegría.

A pesar de no ser de procedencia noble, a la señora Jenkins le parecía mejor una mujer que fuera estudiada y educada exclusivamente para esta tarea, a aquellas institutrices que iban y venían cada tanto en la mansión y eran demasiado superfluas para conformarse con su papel en la casa. Su expresión severa se suavizó ligeramente. Además, parecía impresionada por la experiencia y las habilidades de Elaiza, quien tenía excelentes recomendaciones no solo del padre Jonathan, sino de la última familia con quien había trabajado. Por un rato continuaron hablando, demostrando Elaiza su vasto conocimiento.

Después de unos minutos de conversación, la señora Jenkins se levantó y sonrió. "Creo que eso es todo por ahora, señorita Medina". Cerró su libreta y la guardó en su mandil.

La señora Jenkins miró a Elaiza con una mezcla de duda y curiosidad. "Señorita Medina, quiero ser honesta con usted", dijo. "Los niños pueden ser un poco revoltosos. Las últimas tres institutrices que hemos tenido han renunciado debido a sus travesuras".

Elaiza se sorprendió un poco, pero mantuvo la calma. "Entiendo", dijo. "Pero estoy segura de que puedo manejar la situación. He trabajado con niños difíciles antes".

La señora Jenkins sonrió, aunque parecía tener algunas dudas. El aspecto frágil y delgado de Elaiza la hacían dudar de sus capacidades.

"Me alegra oír eso. Bueno, si acepta el trabajo, tendrá quince días de prueba sin paga. Si todo va bien, el trabajo será suyo", dijo la señora Jenkins. Elaiza asintió. La última familia la había tenido dos meses a prueba con media paga, así que pensó que era un trato justo. La señora Jenkins la condujo por la casa.

"Quiero explicarle las condiciones de trabajo. Tendrá acceso a tres alimentos diarios en casa, los cuales tomará con los niños para vigilar sus modales, excepto cuando el amo se encuentre en casa. El desayuno se sirve a las 6:30 am para los empleados y a las 8:00 am para los niños, la comida a la 1:00 pm para los niños y a las 3:00 pm para los empleados, y la cena a las 11:00 pm para los empleados y a las 9:00 pm para los niños, siempre en el comedor para ellos y en la habitación junto a la cocina para los empleados, está prohibido comer en las habitaciones, amenos que estén enfermos. Se les da dos refrigerios a los niños durante el día, que pueden tomar en el jardín, en la sala o en la biblioteca. Su habitación estará ubicada en el segundo piso junto con las de los niños y la niñera. En caso de enfermarse, usted deberá atenderlos. Estará encargada de su nutrición, ropa, educación y salud, así como cualquier otra cosa que necesiten los niños. Estará encargada del aseo general de las habitaciones de los niños y la biblioteca, así como del mantenimiento de la ropa y calzado de ellos". Elaiza pensó que era demasiado trabajo, sin embargo, no dijo nada. "En cuanto a su paga, recibirá un salario de 20 reales de plata al mes, un total de 240 al año. El pago se hace los últimos días del mes".

Elaiza se sorprendió un poco por la generosidad del salario, era más del doble de lo que recibió en su último trabajo, al fin podría ahorrar un poco. La señora Jenkins continuó. "También tendrá un día a la semana de descanso en la propiedad, y dos días al mes para salir fuera si así lo requiere. Podrá utilizar las instalaciones de la casa siempre y cuando no moleste a los habitantes o empleados. No puede traer visitas y mucho menos pueden dormir en las instalaciones de la casa. Está prohibido que la visiten hombres y espero no tenga planes de compromiso en un periodo cercano".

"No, claro que no", dijo Elaiza ruborizada. "Soy soltera y no tengo pretendientes, no tengo tiempo para esas cosas, por lo tanto, no tengo planes de esa índole cercanos". Se sentía un poco incómoda por eso.

"Me alegra escuchar eso", dijo la señora Jenkins observándola. "En cuanto a la disciplina", continuó, "el marqués ha dicho que puede utilizar cualquier método que considere adecuado, siempre y cuando no golpee a los niños".

"No se preocupe, no soy partidaria del castigo físico". Elaiza se frotó las manos, recordaba aquellas épocas cuando estudiaba en el orfanato y la reprendían y golpeaban por no aprender la lección completa. Desde entonces se había prometido no usar los mismos métodos que sus tutores. "Prefiero un sistema de aprendizaje basado en disciplina formativa con consecuencias lógicas y educativas".

"Bueno, no sé cómo sea eso, pero mientras cumpla con lo pedido, no creo que haya algún problema", dijo la señora Jenkins encogiéndose de hombros, pensando que aquello no serviría con sus jóvenes amos, bien lo sabía ella que los criaba desde que su madre había fallecido. "Señorita Elaiza", dijo la señora Jenkins, parándose frente a una puerta de madera blanca y mirando a Elaiza seriamente, "creo que no es necesario decirlo, pero debe evitar faltar el respeto a la casa y al dueño de la casa, el marqués. Aunque él casi no se encuentra aquí debido a su cargo en la milicia, es importante mantener el respeto, la disciplina y el decoro, tanto dentro como fuera. Cuando el marqués se encuentra en casa, se espera sea decorosa y respetuosa con el amo, recuerde que tanto su reputación como la del amo podrían verse afectadas".

"Por último, en caso de faltar a cualquier norma de la casa o no cumplir con las expectativas, será despedida. La puntualidad es una norma estricta en esta casa. Si algún objeto a su cargo se 'extravía', rompe o daña, será descontado de su salario. Los días de asueto no se pagan y en ausencia del amo, yo soy la responsable dentro de la casa, por lo tanto, es a mí a quien debe dirigirse para cualquier situación. Espero que haya entendido todo".

Elaiza asintió con la cabeza, comprendiendo las condiciones y expectativas, y sintiendo que probablemente este era el trabajo más demandante en el que habría estado, pero con mejores condiciones también.

La señora Jenkins abrió la puerta de la habitación.

"Esta sería su habitación, señorita Medina", dijo la señora Jenkins. "Espero que se sienta cómoda aquí".

Elaiza sonrió, observó el colchón suave y cómodo, la palangana con agua fresca y toallas limpias, la mesita cerca de la ventana con una silla a manera de escritorio y el pequeño sillón en la esquina de la habitación. Se encontraba un poco desordenada, pero Elaiza pensó que podría adornarla fácilmente. "Es una habitación muy bonita", dijo sonriendo. Aquella era una habitación enorme comparada con las anteriores donde había estado. "Me encanta".

La señora Jenkins sonrió y se acercó a la ventana. "La vista es muy bonita, se logra ver el campanario desde aquí", dijo. "Cuando hay buen clima, por supuesto".

Elaiza imaginó la vista hermosa, pero la neblina no se disipaba a pesar de que era casi el mediodía, pero en aquel lugar se sentía muy relajada y cómoda.

La señora Jenkins sonrió y continuó. "Ahora, permítame hablarle sobre los niños. Hay tres en total. Thomas, de nueve años. Es un joven inteligente y curioso, pero puede ser un poco terco y se enfada con facilidad a veces, y le gusta mucho leer. En poco más de un año se irá al colegio militar, así que debe preparar sus lecciones a tiempo. Por la tarde le daré la lista de materias y los conocimientos que debe adquirir antes de entrar".

"Rosalba, de diez años", continuó la señora Jenkins. "Es una niña dulce y amable, pero puede ser un poco desobediente en ocasiones. No come mucho, por lo que se debe cuidar que no se salte los alimentos. De ella se espera que su educación sea la mejor para una joven de su posición, ella en dos años ingresará a los cursos para la presentación en la corte y su debut".

"Y finalmente, está Emanuel, el pequeño de cuatro años", dijo la señora Jenkins con una sonrisa. "Es un niño lleno de energía y curiosidad, siempre dispuesto a explorar y aprender cosas nuevas, pero es muy tímido. Pronto cumplirá cinco años y pasará a estar a su cargo en verano, en lugar de estar con su niñera, Mariana. Ella dejará de servir en la casa, pero el niño es muy apegado a ella desde la ausencia de su madre". La mirada de la mujer era un poco nostálgica, como si recordara otros tiempos. "Bueno, ahora la llevaré a conocerlos".

La señora Jenkins condujo a Elaiza por el amplio vestíbulo de la mansión, con su alto techo y sus paredes adornadas con retratos de antepasados. Pasaron por delante de la gran escalera curva que subía al piso superior, y luego se dirigieron hacia un largo pasillo flanqueado por puertas de madera oscura.

"Esta es la zona de recepción de la casa", explicó la señora Jenkins. "Aquí es donde recibimos a los invitados y celebramos las fiestas. Generalmente los niños no asisten, salvo contadas excepciones, en cuyo caso usted estará obligada a asistir para cuidarlos, por ello deberá tener ropa adecuada para la ocasión, nada demasiado extravagante, pero tampoco muy modesto, recuerde que representa a la familia del marqués", dijo la señora Jenkins observando a Elaiza y la ropa tan desgastada que llevaba, a pesar de no estar rota, se notaba que aquellos habían visto hace mucho tiempo mejores días.

"Perdón, pero esta es mi mejor ropa", dijo Elaiza apenada.

"Eso será un problema, regularmente cuando el amo se encuentra en casa, visita el castillo y a veces lleva a los niños con él", dijo la señora Jenkins pensativa. "Hablaré con madame Bauchamp para que le confeccione algunas prendas para sus labores", dijo pensativa. "No queremos que la gente piense que no le pagamos suficiente".

"Disculpe, señora, pero no cuento con ahorros para pagar esa ropa", dijo Elaiza aún con más timidez.

"En ese caso, ¿le parece si los descontamos del salario, 1 real al mes hasta cubrir el costo, serán unos siete u ocho meses aproximadamente, con eso es suficiente para pagarlos ", dijo la señora Jenkins. Elaiza observó, quien pensaba que de no quedarse con el trabajo no tendría paga alguna y adquiriría una deuda enorme en ropa que tal vez nunca usaría. "Pero no se preocupe, por el momento revisaré los armarios y baúles y le pediré permiso al amo para proporcionarle ropa adecuada mientras le confeccionan nuevas prendas", dijo sabiendo lo que pensaba la joven. Elaiza asintió aceptando el trato.

Luego, pasaron por delante de una puerta que daba acceso a un jardín interior, lleno de flores y árboles. "Este es el jardín interno, es un lugar muy tranquilo", dijo la señora Jenkins. "Los niños suelen jugar aquí cuando hace buen tiempo. Le pido que cuide que no ensucien su ropa ni zapatos. Por cierto, tendrá un presupuesto para la ropa y calzado de 2 escudos por niño y tres reales para juguetes y dulces. Si no se ocupan, se ahorrarán para sus regalos, y para sus materiales escolares tendrá un presupuesto de cinco pesetas semanales solamente. Todos los gastos puede hacerlos con libertad, solo debe decir que va en nombre del Marqués y presentar el escudo de la familia, y después me los debe reportar para hacer el pago correspondiente". Elaiza asintió entendiendo.

Finalmente, llegaron a una puerta de madera oscura bellamente labrada y perfectamente lustrada. La señora Jenkins abrió la puerta y se hizo a un lado para que Elaiza entrara.

La biblioteca era una habitación grande llena de estanterías que iban del piso al techo de madera oscura que estaban repletas de libros. Elaiza amaba leer, por lo que aquel lugar la emocionó aún más que su habitación. En el centro de la habitación, había una gran mesa de madera pulida y lisa donde los tres niños estaban sentados, estudiando.

"Estos son los niños", dijo la señora Jenkins, sonriendo. "Thomas, Rosalba y Emanuel. Les presento a la señorita Elaiza Medina, su nueva institutriz".

"Buenos días". Los dos niños mayores, Thomas y Rosalba, sonrieron y saludaron a Elaiza levantándose de sus sillas. Thomas tenía el cabello castaño lacio, su apariencia era saludable y tenía unos ojos grandes y vívidos. Su hermana, por otro lado, era más delgada, su cabello recogido en media coleta con caireles y un lazo en el pelo, de mejillas rosadas y labios carnosos. La mirada, aunque más inocente, mostraba que también era muy vívida, y no se veía para nada desnutrida como le decía la señora Jenkins. Emanuel, el pequeño, se escondió detrás de su niñera, una mujer que aún se veía bastante joven, tal vez aún más que Elaiza, de aspecto humilde pero agraciada, que sonreía y lo abrazaba tiernamente. El niño tenía una mirada temerosa, cabello bien peinado y la misma boca de su hermana, su frente era lo que más sobresalía de su físico.

"Buenos días niños", dijo la señora Jenkins. "Esta es la señorita Elaiza Medina, desde ahora será su institutriz. Espero que sean unos buenos niños y bien portados", dijo la señora Jenkins, mirándolos con seriedad. "Si no, se lo verán conmigo, saben que no tolero la indisciplina".

Los niños asintieron con la cabeza, aunque Elaiza notó que Thomas y Rosalba intercambiaban una mirada traviesa y sonrisas burlonas, le dio la sensación que preparaban a partir de ese momento alguna travesura en silencio. La señora Jenkins y Elaiza se marcharon, dejando a los niños solos en la biblioteca.

"Bueno, señorita Medina, ¿qué le ha parecido el trabajo?", dijo la señora Jenkins entrando nuevamente en la sala con chimenea donde recibió a Elaiza.

"Me parece perfecto", dijo Elaiza sonriendo.

"Entonces empezará a partir de mañana", dijo la señora Jenkins. "Me parece que los empleados ya han bajado sus pertenencias y ahora deben estar en su habitación", continuó la mujer. "Si gusta puede descansar el resto del día, la veré en una hora para la comida, sea puntual por favor". Elaiza asintió y se dirigió a la habitación que le había mostrado la señora Jenkins, quien se quedó pensativa reflexionando si aquella delgada joven podría con la tarea de educar a los niños de la casa.

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Teresa Neri Aguilar
La trama es interesante el problema es que se escribe un solo capítulo cada 5 días es mucho tiempo de espera lo que dificulta la continuidad además de que es una pena por el interés que despierta
Chero Chan: gracias por tu comentario intentaré terminarla lo antes posible, o subir más seguido pero por mi trabajo real me es un poco complicado /Gosh/
total 1 replies
Maria Valles
muy feo final no llego a ningún lado para otra vez leo primero el final y de ahí me decido si leo la historia completa o no siento que perdí mi tiempo 😠😠
Chero Chan: aún no termina la novela está en emisión, disculpa si no subo más números, espero que cuando termine te guste
total 1 replies
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