Una mujer despierta luego de estar en coma algunos días.
Sin recuerdos...
Sin saber quien es...
Edad y nombre no es algo que figura en sus recuerdos, ya que parece, los ha perdido todos.
Sin embargo, un hombre aparece delante de ella para recordarle que se llama Alma Rizzo, y que ambos, están casados desde hace cuatro años.
Él le promete ayudarla a recordar todo su pasado para poder encaminar su vida de nuevo.
Algo que a Alma, le parece irreal.
Sobre todo porque cuanto más aprende de si misma, más le aterra descubrir que tal vez no es la mujer que esperaba ser.
Ahora, componer su vida será su misión...
Cosa que no será sencilla cuando se tiene limitado los recuerdos y no sabes si convives con amigos o enemigos.
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Prólogo.
El primer contacto que tuvo con el mundo real, fue el ardor que sintió cuando la luz de las lámparas del techo, lastimaron sus ojos.
Los cerro... Los abrió... Los volvió a cerrar...
Movió la cabeza para apartar los ojos del techo y el segundo contacto con el mundo real fue un dolor que atravesó su cuerpo entero desde el cuello hasta las piernas.
Al menos... Eso le recordaba que estaba viva.
Abrió los ojos y observó la habitación mientras su respiración hasta ahora, calmada, la hicieron orientarse dentro de aquel lugar.
Había una puerta a su derecha y a su izquierda una ventana desde donde se veía la copa de un árbol.
Toda la habitación estaba pintada de una perfecta combinación entre blanco y vainilla.
Cálido...
Se miro las piernas debajo de la manta color blanco. Intento moverlas pero le fue imposible... No las sentía.
Se miro el pecho, tenía senos, era mujer... ¿Por qué no pudo recordar lo que era? Se sentía fuera de sí, ¿cuanto tiempo estuvo durmiendo? Intento formular una idea, un pensamiento, un recuerdo pero nada le vino a la mente.
Intento abrir la boca para hablar pero no pudo emitir sonido. La nariz le hacia cosquillas pero al punto de ser irritante... Era una Cánula nasal el causante de dicha molestia.
¿Cómo terminó en un hospital?
«—¡MAMÁ!»
El dolor que atravesó su cabeza fue indescriptiblemente fuerte, como si alguien le hubiera aporreado la cabeza contra la pared muchas veces.
Intentó aplacar el dolor cerrando los ojos pero fue imposible. La maquina a su lado empezó a sonar descontroladamente.
«—¡MAMÁ!»
Su cuerpo entero se sacudió en un intento de aplacar el dolor y a la voz que hacía eco en su cabeza.
La puerta de la habitación se abrió rápidamente y de ella emergio una mujer vestida de blanco quien al verla, rápidamente volvió a cerrar la puerta, dejándola sola pero no por mucho tiempo.
Por segunda vez se abrió la puerta y la misma mujer entró con un hombre cuya vestimenta era una larga bata blanca.
—Despertó, como le dije...
El doctor se acerco a ella, sacó una pequeña linterna de mano y le abrió los ojos.
—Tranquila... —murmuró —Se que debe sentirse desorientada ahora mismo pero debe controlar su respiración... —le ordenó amablemente mientras la tomaba de los hombros y la recostaba en el respaldo de la cama —Dígame, ¿puede hablar? Algo sencillo...
—S-si...
El hombre de 65 años sonrió con alivio.
—Me alegro... Tranquila, ha estado en coma por...
La puerta se abrió de nuevo y un hombre de traje gris hizo acto de presencia.
—¡Amor! —jadeo al verla —¡Gracias al cielo! —exclamó y se acerco a ella
—Señor Lombardi, cálmese... Debe dejarla adaptarse.
—Si si... —el hombre, feliz, tomó la mano de la mujer —¿Cómo estás? —sollozo
La mujer miro sus ojos verdes unos segundos antes de apartar la mano.
—¿Qu-quién... eres?
El hombre delante, rápidamente abrió los ojos grandemente y la observó sin poder creer lo que le acababa de decir.
—¿Qui-quien, soy?