"Guardianes"

CASTILLO DE REINDHART – ENTRADA PRINCIPAL.

El sol brillaba sobre el patio del castillo. Los caballeros se alineaban, listos para partir. En su centro, el Rey Rein Noveno, ya montado en su corcel blanco, miraba hacia el horizonte.

—¡Cabalgaremos hacia el orfanato ahora! ¡Quiero ver con mis propios ojos al muchacho que nos salvó!

—¡Alto ahí, padre!

Una voz firme lo detuvo. La princesa Franchesca se acercaba con rostro serio.

—¿A dónde crees que vas tan campante?

—¡A hablar con el joven valiente que salvó nuestro reino! —respondió el Rey con su habitual energía.

—¡Te dije que lo dejaras descansar! —reprochó ella—. Yo lo traeré ante ti cuando esté listo. ¡No le debes imponer tu presencia ahora!

El Rey la miró unos segundos. Luego, bufó con resignación.

—Hmpf… está bien, está bien. Como digas, hija. Lo dejaré descansar… por ahora.

CASTILLO DE REINDHART – HABITACIÓN DE LEON.

El joven príncipe Leon se alistaba frente al espejo. Ajustaba su uniforme de la Academia de Exorcistas y Caballeros con disciplina. Pero su mente no estaba en la ropa… sino en lo que había visto la noche anterior.

—Ese joven… derrotó a Salaman con una sola patada. Sin una reliquia sagrada… sin una armadura de combate. ¿Y la pistola Celestia? La usó como si llevara años con ella. ¿Quién demonios es…? ¿Entrará a la academia? ¿O será entrenado fuera?

Toma su espada de gran tamaño, roja como rubí, la cual flota gracias a un círculo mágico que la sostiene en su espalda. Entonces, la puerta se abre.

—¡Buenos días, querido hermano! —exclama una voz infantil.

Amanda, de 8 años, entra con una sonrisa luminosa. Hace una pequeña reverencia… y luego corre y salta sobre él, abrazándolo con fuerza.

—Me alegra que sobrevivieras, Leon… —dice, hundiendo el rostro en su pecho.

Leon sonríe y le acaricia la cabeza, separando su rostro con dulzura.

—No te preocupes, hermanita. Tu valiente hermano mayor jamás será derrotado… no mientras tenga a quienes proteger.

Se incorpora y alza la voz, con una sonrisa orgullosa.

—¡Soy Leon, el tercer hijo del gran Rey Rein Noveno! ¡Y mientras brille el sol, viviré para proteger a todos en este reino… y en el mundo entero!

Amanda ríe y salta de alegría, abrazándolo con fuerza.

—¡Mi hermano es el mejor del mundo!

—No sé de qué alardeas tanto —dijo una voz sarcástica desde la puerta—. Si todo lo hizo el gran sacerdote Temerio.

La segunda princesa, Acnez, entró con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—Si no fuera por que el gato Kuro recuperó su poder y sanó a Temerio, ninguno habría sobrevivido. Mucho menos tú, debilucho.

Leon la miró de reojo y sonrió con ironía.

—Te equivocas, hermana. Temerio no fue quien nos salvó anoche. Fue el joven que trajo Kuro… ese muchacho que acompañaba a Franchesca.

—¿¡Ese don nadie!? —exclamó Acnez incrédula—. ¿Ese chico eliminó a un demonio de rango A!?

—No solo eso —dijo Leon con orgullo—. Usó la reliquia sagrada Celestia como un auténtico Gunslinger. ¡Seis disparos! ¡Rápidos, precisos! Aniquiló a unos treinta monstruos en segundos. El otro demonio huyó como un maldito cobarde.

Rió como si relatara una leyenda heroica.

—Ese chico… es más que un don nadie. Es un guerrero como pocos hemos visto.

ACADEMIA DE EXORCISTAS Y CABALLEROS.

Esa cálida mañana, el sol se colaba suavemente por las altas ventanas de la torre número tres de la academia de Exorcistas y Caballeros, tiñendo de oro los muros de piedra y los vitrales color carmesí. En un cuarto del ala femenina, Sakura, la presidenta del consejo estudiantil, se alistaba frente a su espejo de cuerpo entero. Ataba con firmeza su largo cabello rojo en una cola alta, como si el gesto pudiera contener también las emociones que la desgarraban por dentro.

La imagen de la noche anterior seguía quemando en su memoria: la ciudad ardiendo bajo el cielo festivo, el grito desesperado de los inocentes y el lamento del reino durante lo que debía ser una celebración por el nacimiento del quinto príncipe. Pero más allá de todo, su mente se aferraba a la figura de aquel desconocido joven que luchó junto al sacerdote Temerio.

—Sus canales de maná... estaban al borde del colapso —susurró con voz rota, contemplando su reflejo, sus ojos mágicos aún recordando el resplandor de la batalla contra Salaman.

Una voz familiar rompió el silencio cargado de tensión.

—¿Estás bien, Sakura? ¿Necesitas algo? —Olivia, su fiel amiga y secretaria del consejo estudiantil, se asomó a la habitación con una mirada profunda de preocupación.

Sakura forzó una sonrisa, ocultando el temblor en su pecho.

—No te preocupes. Estoy bien. Mejor pongámonos en marcha... Nos espera un largo día.

Pero Olivia no se movió. Frunció el ceño y cruzó los brazos.

—Sakura, te conozco desde hace más de diez años. Sé cuándo mientes... No tienes que fingir conmigo. No tienes permitido mentirme. ¡Jamás a mí!

El rostro de Sakura se quebró por un instante. Bajó la mirada, sintiendo que su máscara se resquebrajaba.

—No... No estoy bien. No sé qué pasará ahora. No sé cómo podremos recuperarnos de esto. Y lo único que necesito ahora... es un abrazo.

Sin dudarlo, Olivia cruzó la habitación y abrazó a su amiga con fuerza, acariciando su cabeza con cariño.

—Todo saldrá bien, Sakura. Solo tenemos que seguir adelante. Volveremos a levantarnos. El consejo estudiantil estará siempre para apoyar al reino... y a ti.

Sakura, envuelta en el calor de la amistad y el consuelo, se secó las lágrimas y, renovada, salió del cuarto con paso decidido, acompañada por Olivia.

Continuará...

XintaRo.

Todos Los Derechos Reservados.