Maria una chica Argentina, fue a una fiesta para distraerse un rato. Cuando fue a buscar algo para tomar, un hombre se acerca, le echa droga a su bebida y se la lleva. Después de dos días se entera que está casada con un hombre que no conoce.
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CAPÍTULO 1
Soy María Reyes y esta es mí historia.
Estaba jugando con mis hermanas, Jimena y Sarita, mientras ayudábamos a nuestro papá, Juan José, a sembrar maíz para que después mi mamá, Maria Livia, pudiera cocinar algo rico, mientras que mí otra hermana Livia dormía, ya que era una bebé.
Teníamos una hacienda muy grande, bueno una de muchas, mi papá siempre cuidaba esas tierras, ya que él había nacido ahí, al igual que su papá, y el papa de su papá, y así sucesivamente. Cabe aclarar que yo y mis hermanas nacimos en Argentina, en un barrio llamado Bella Vista, era muy lindo ahí, hasta que un día nuestros papás nos dijeron que nos teníamos que mudar a una hacienda en su pueblo llamado, Pueblo Alegre, en ese entonces yo tenía 5 años, Jimena 4, Sarita 3 y Livia 2, cada una nos llevábamos un año.
Cuando llegamos a la hacienda, que por cierto se llama "Hacienda San Pedro", estaba un poco sucia, así que entre todos la limpiamos. Después de limpiar, fuimos a comprar muebles, cortinas y cosas para la cocina y la sala. Compramos de todo y acomodamos las cosas que compramos. La casa quedó hermosa.
Después de días, nos acostumbramos a la nueva casa. Una vez estábamos descansando con nuestro padre debajo de un árbol. Estábamos hablando y de pronto nos dijo esto. "Hijas, ustedes a pesar de los problemas y de todo lo que les va a tocar pasar, tienen que tener muy presente que son hermanas y tienen que cuidarse una a la otra, ¿está bien?". Luego nos pidió que pongamos nuestras manos en el barro y luego en el árbol. Lo hicimos todas juntas: Jimena, Sarita, Livia y yo. Después, él también lo hizo y me dijo que pase lo que pase siempre cuidara a mis hermanas, se lo prometi y nuestra mamá se unió y también puso su mano en el barro y después en el arbol. Nos fuimos a comer después de eso.
Siempre venían personas a querer comprar la hacienda, pero mi papá siempre se negaba, hasta que un día llegaron dos personas una mujer y un hombre, llegaron en una camioneta negra. Mis padres fueron a ver qué quería esa mujer, lo que alcance a escuchar es que, la mujer se llamaba Gabriela Acevedo, y el hombre que venía con ella se llamaba Fernando Escandón, vinieron por lo mismo que venían todas las personas, comprar la hacienda. Mi papá le dijo que no estaba vendiendo y la mujer se enojó. Resulta que mis papás y esa mujer ya se conocían, y no se llevaban muy bien, se notaba el odio en los ojos de la mujer. Estuvieron discutiendo un rato, hasta que finalmente se fueron.
Mi papá era un jefe de la mafia muy respetado, nadie se metía con él. Bueno, eso es lo que creía hasta que una noche, mientras estábamos en la sala cenando tranquilamente, se escuchó un ruido muy fuerte detrás de la casa. Mi papá agarró su arma y fue a ver qué había provocado ese ruido. Pero de la nada, se escuchó un disparo.
Mi mamá nos dijo que nos fuéramos a esconder. Llevé a mis hermanas a un escondite seguro y yo regresé a la casa, preocupada por mis padres. Escuché unos pasos y me escondí debajo de la cama de mis papás. Aventaron a mis padres al piso, y en los ojos de mi mamá se podía reflejar el miedo. Yo no sabía qué hacer, lo que sí sabía es que no podía hacer ruido.
Escuché varias voces de hombres, uno de ellos le preguntó a mi papá dónde estaban las escrituras de la hacienda. Mi papá se resistió lo más que pudo, pero eso fue en vano, ya que uno de los hombres encontró las escrituras. Mi papá les gritó que se fueran, pero ellos no se fueron. Uno de ellos le disparó a mi papá y luego a mi mamá.
Quise gritar y salir de mi escondite, pero tenía que cuidar a mis hermanas. Escuché el nombre del tipo que mató a mis papás, Ricardo Uribe, el tenía un cinturón en forma de serpiente. Juré que lo mataría por lo que hizo. Después de unos minutos, ellos se llevaron los cuerpos de mis papás, al igual que las escrituras, y se fueron.
Yo salí de mi escondite después de un rato para estar completamente segura de que no había nadie. Agarré todo lo que pude: dinero, ropa, pañales, leche, biberones, comida, fotos de nuestra familia junta, pasaportes, documentos, todo lo necesario y lo metí en dos bolsos. Me los llevé a donde estaban las chicas. Cuando llegué, les puse camperas a cada una porque estaba haciendo mucho frío. Me preguntaron dónde estaban nuestros papás, pero les dije que después se los contaría, pero que lo más importante en ese momento era irnos de ese lugar.
Nos pudimos haber quedado en casa de un amigo de nuestros padres, pero no nos queríamos arriesgar a que nos encontraran, así que nos tuvimos que ir de nuevo para Argentina. Compré los pasajes y nos fuimos. No había vuelta atrás, era la única forma de estar a salvo. Le prometí a mi papá que cuidaría a mis hermanas y eso voy a hacer.