Junsu, un sigma que oculta su verdadera naturaleza, con el peso de los prejuicios en su vida, sobreviendo en un mundo que lo rechaza. Junsu se ve envuelto en un falso acuerdo amoroso con Hyunmin, su jefe, un alfa. Lo que comienza como una farsa para salvar las apariencias y un futuro impuesto, pronto se transforma en una conexión genuina que ninguno de los dos esperaba.
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Buscando trabajo
Al doblar la esquina, pasé frente a un bar. Parecía estar cerrado, pero las luces del interior estaban encendidas, y había una persona moviéndose dentro, organizando mesas y sillas. En la puerta, un cartel hecho a mano llamó mi atención,indicando que se buscaba personal. No especificaba qué tipo de trabajo, solo que necesitaban a alguien.
Me detuve frente a la puerta, mirando el cartel. Nunca había trabajado en un bar, pero en ese momento, no me importaba. Cualquier cosa que me permitiera mantenerme ocupado, que me alejara de mis propios pensamientos, era bienvenida. Me acerqué lentamente y, sin pensarlo mucho, empujé la puerta.
Dentro, un hombre de unos treinta años, con un delantal y un aire cansado pero amable, me miró sorprendido.
-Estamos cerrados por ahora, pero abrimos en media hora.- Dijo mientras terminaba de colocar una silla en su lugar.
-En realidad… vi el cartel en la puerta.- Respondí, mi voz sonando más suave de lo que esperaba. -¿Aún están buscando personal?-
El hombre me observó de arriba a abajo, como si evaluara si encajaba o no.
-Sí, estamos buscando, ¿tienes experiencia?-
Negué con la cabeza, sintiéndome un poco avergonzado.
-No realmente, pero… aprendo rápido.-
El hombre soltó un pequeño suspiro y luego se rascó la barbilla.
-Bueno, la verdad es que necesitamos a alguien para ayudar detrás de la barra y, a veces, con las mesas. Es un trabajo sencillo, pero hay que ser rápido, ¿puedes manejar largas jornadas?-
Asentí de inmediato. No sabía si realmente podría, pero estaba desesperado. Cualquier cosa que me ayudara a mantener mi mente ocupada y fuera fuente de ingresos me servía.
-Bueno, no es el mejor trabajo del mundo, pero si estás dispuesto a intentarlo, podemos hacer una prueba esta noche. Si te funciona, podrías empezar mañana oficialmente, ¿te parece?-
-Sí, claro.- Respondí sin dudar. La oportunidad de tener algo que hacer, algo que me alejase de mi espiral mental, era justo lo que necesitaba.
-Perfecto.- Dijo él, extendiendo la mano. -Soy Dongho, el dueño, ¿tú eres…?-
-Junsu.- Respondí, estrechando su mano. Sentí un alivio extraño al dar mi nombre, como si estuviera empezando algo nuevo, aunque solo fuera un pequeño trabajo en un bar.
-Bueno, Junsu, vamos a ver qué tal te va esta noche. Ponte cómodo, y cuando los clientes lleguen, te enseñaré lo básico.-
Asentí y me quedé junto a la barra, esperando que los minutos pasaran. Mientras el bar cobraba vida lentamente, una pequeña parte de mí se sintió agradecida por haber tenido el valor de entrar. Aunque no tenía idea de cómo sería, en ese momento solo deseaba que las luces, el ruido y la actividad frenética del bar fueran suficientes para ahogar los pensamientos que no dejaban de atormentarme.
Esa noche, el trabajo en el bar resultó ser más fácil de lo que esperaba. A pesar de la multitud que iba y venía, los pedidos constantes, las risas y el ruido, sentía una calma extraña al estar ocupado. Mis manos se movían de forma automática, llenando vasos, limpiando la barra, atendiendo mesas. Cuanto más me mantenía ocupado, menos espacio había en mi cabeza para los pensamientos que normalmente me agobiaban.
Dongho, el dueño, había sido paciente conmigo al principio, mostrándome los detalles del trabajo, pero pronto se dio cuenta que no necesitaba tanta supervisión. Parecía como si hubiera trabajado en ese tipo de lugar toda mi visa, como si hubiera nacido para ese ritmo. La verdad era verdad era que, más allá de lo físico, el simple hecho de estar haciendo algo me hacía sentir mejor. No tenía tiempo para pensar, no había espacio para las preocupaciones o el miedo.
Mientras limpiaba unas copas detrás de la barra, Dongho se acercó a mí, su mirada fija en mi rostro, pero no de una manera incómoda, más bien con una mezcla de curiosidad y reconocimiento. Sabía que algo venía, aunque intenté ignorarlo, concentrándome en el vidrio que tenía en las manos.
-Junsu.- Comenzó Dongho, con una sonrisa amable en el rostro. -Ahora que lo pienso, se me hacía que tu cara era conocida.-
El comentario me tensó de inmediato. Sentí cómo mis manos se congelaban por un segundo, el corazón saltándose en el pecho. No sabía cómo reaccionar.
-¿Eres el Junsu que fue pareja del chaebol Seo Hyunmin?- Continuó, manteniendo su tono ligero, pero directo.
Sentí un nudo en la garganta. El momento que había estado temiendo había llegado. Toda mi idea de desaparecer, de empezar de nuevo, parecía desmoronarse en ese instante. Bajé la mirada, buscando una respuesta, cualquier cosa que pudiera sacarme de la situación sin hacerme parecer más sospechoso.
-Yo…- Comencé, pero Dongho interrumpió con una risa ligera.
-Tranquilo, chico. No pasa nada. Solo tenía curiosidad. He escuchado algunos rumores, pero eso no afecta en nada aquí.-
Me quedé en silencio, sorprendido por su reacción. Estaba tan acostumbrado a la tensión, al miedo constante de ser descubierto, que la idea de que alguien simplemente lo tomara con calma, no me cabía en la cabeza. Lo miré, intentando procesar lo que acababa de decir, pero él simplemente me dio una palmada en el hombro.
-De hecho, parece que hiciste bien en dejarlo.- Añadió, guiñándome un ojo. -Parece que este lugar es más tu estilo.-
Sonreí nervioso, pero aliviado. No esperaba que el tema se manejara de esa forma. Mi cuerpo, que había estado rígido desde que comenzó la conversación, empezó a relajarse nuevamente. Incluso si había sido solo un comentario amable, me devolvió un poco de la calma que había ganado durante esa noche de trabajo.
-Gracias.- Murmuré, volviendo a concentrarme en las copas que limpiaba, intentando que mis manos dejaran de temblar.
-No tienes que agradecerme. Has hecho un buen trabajo hoy. Si sigues así, te aseguro que tienes un lugar aquí cuando lo necesites.- Dijo, antes de alejarse para seguir con su trabajo.
Me quedé allí, limpiando las copas, procesando lo que acababa de pasar. No había sido el desastre que imaginé. Nadie me estaba mirando mal, nadie parecía interesado en los detalles de mi vida con Hyunmin. Para Dongho, no era más que una curiosidad pasajera, Y de alguna manera, eso me hizo sentir más seguro, aunque fuera por esa noche.
A medida que el bar comenzaba a vaciarse y el bullicio se desvanecía, me di cuenta de que tal vez, solo tal vez, este trabajo podría ser un pequeño refugio, una forma de alejarme de todo lo que había pasado sin tener que enfrentarme a las preguntas o a las miradas que tanto temía.
Comenzar a trabajar en este nuevo lugar se sintió como un respiro. Las tareas, aunque simples, me ayudaban a concentrarme y a apagar el ruido constante en mi cabeza. Limpiar copas, atender a los clientes, organizar el bar, todo eso me mantenía ocupado, casi relajado. No había tiempo para pensar demasiado ni para dejarme consumir por la ansiedad o el miedo.
Mis compañeros eran amables, más cercanos a mi edad. Jinwoo era uno de los primeros en darme la bienvenida, un chico simpático y siempre con una sonrisa lista, igual que Seoyoon, que tenía una habilidad especial para hacer sentir a todos cómodos. Haneul, aunque más reservado, también se mostraba amigable, y trabajar con él en el turno de la tarde siempre resultaba tranquilo.
Dongho era el único alfa entre nosotros, pero por suerte parecía completamente ajeno a las feromonas que yo desprendía. Los inhibidores que tomaba eran lo suficientemente fuertes para que, al menos por ahora, no se notara nada raro. Él era más experimentado, llevaba más tiempo trabajando en el bar, y aunque al principio pensé que podía ser un problema tener a un alfa tan cerca, me di cuenta de que era todo lo contrario. Dongho era relajado y no parecía interesado en nada más que en su trabajo. De vez en cuando me lanzaba alguna broma sobre la vida en el bar, y me daba pequeños consejos sobre cómo manejar situaciones difíciles con los clientes.
Una tarde, mientras limpiaba la barra, Dongho se acercó.
-Sabes, Junsu… Me alegra que te hayas quedado.- Dijo, recargando sus brazos en la barra mientras yo pulía un vaso. -No muchos lo logran aquí, y menos con esta calma. Ya sabes, es un bar muy popular.-
Lo miré, algo sorprendido por su comentario. No era la primera vez que mencionaba algo similar.
-Gracias… Supongo que me adapté rápido.- Le respondí, intentando sonar casual.
Él sonrió y asintió, como si esa fuera una obviedad. Se quedó un momento en silencio, observando el bar a medio llenar, antes de volver a hablar.
-Debo admitir que te reconocí desde el primer día.- Lo dijo sin rodeos, sin cambiar el tono de su voz.
Mi corazón dio un vuelco. Todos esos pensamientos que había intentado enterrar volvieron de golpe, la ansiedad subiendo rápidamente. Dongho se dio cuenta de mi incomodidad y levantó una mano.
-Tranquilo, no te preocupes. No es algo que me importe mucho. Simplemente… ya sabes, era curioso verte por aquí. Nada más.-
-Ah…- Fue lo único que logré responder, intentando contener el temblor en mis manos.
Dongho solo se rió.
-No tienes que darme explicaciones, no es mi asunto. Solo sigue haciendo lo que haces, lo estás haciendo bien.-
Esa última frase me tranquilizó más de lo que imaginé.